El culpable

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Haberse quedado solo en su habitación había hecho que Tiago cayera preso de sus pensamientos depresivos, y estos lo consumían cada vez más. Pero Tiago no era como Nicole, no sabía reconocer dónde estaba la línea que separaba la realidad de la locura, y la traspasaba cada vez con más regularidad.

Sentía bronca, desconsuelo, agonía, miedo... La imagen de un sujeto dándole un tiro a su papá se repetía una y otra vez en su cabeza y lo perseguía hasta cuando dormía.

—Son pastillas para dormir —le había dicho el médico clínico al que acudió por recomendación de su psicóloga. El hombre le había entregado una receta que decía diazepán—. Andá a la farmacia que más cerca te quede y comprate este medicamento. Tranquilo, no es nada grave, es para los nervios. Tomalo una hora antes de acostarte y vas a poder dormir toda la noche. Ya no te van a despertar las pesadillas.

Tiago lo miró de manera penetrante aquella vez. Hacía cinco meses que venía tomando esas pastillas todas las noches, y por eso evitaba ir al Quinto y tomar alcohol. No podía mezclar pastillas y alcohol o acabaría con una parálisis cerebral.

Exhaló hondamente.

Intentó ver una película, pero no podía prestar atención. Había momentos que pensaba en tomar ese frasco entero de pastillas y dormir eternamente, pero se arrepentía de inmediato. No podía hacerlo, debía ser fuerte por su madre y por su hermana. Entonces, y de manera impulsiva, se apoderaba de él un acto frenético: se ponía a buscar una y otra vez en las redes sociales al sujeto que había matado a su padre.

El oficial Mario Márquez, amigo y compañero de trabajo de su papá, le había confesado a Tiago el nombre del culpable. Márquez había estado muy presente luego del fallecimiento y les había dicho a Tiago y a Nicole que contaran con él para lo que fuera. Tiago se había tomado muy en serio esa declaración y, un día de semana que se había ausentado a la escuela, había ido a ver a Márquez a la jefatura de policía y le había exigido que le contara todos los detalles del asesinato.

El hombre se había quedado helado ante la petición. No quería que la intriga matara a Tiago, pero tampoco podía protegerlo ocultándole información. Por eso, había decidido contarle cómo habían sucedido los hechos.

Todo ocurrió en base a un intento de robo a mano armada. Los ladrones habían entrado a la casa de una mujer adinerada, por la madrugada. Justo el día en que el padre de Tiago estaba a cargo de la patrulla que vigilaba ese barrio. Márquez se abstuvo de contar el resto porque no quería darle a Tiago los detalles del asesinato. No quería destrozarlo más de lo que ya estaba.

—El nombre del sujeto... ¡decimelo, por favor! había rogado Tiago aquella vez.

—¿Qué caso tiene que lo sepas? —le había preguntado el oficial Márquez—. Vas a intentar hacer justicia por mano propia, pero no voy a dejar que eso pase, Tiago. Lo que menos quiero es que te acerques a ese tipo, tu padre no me lo perdonaría. Además, ya estamos nosotros metidos en esto y te aseguro que va a pagar lo que hizo. Vos solo tenés que preocuparte por ir a la escuela, sacar buenas notas y llevar una vida tranquila.

—Necesito que me digas el nombre de ese hijo de puta. ¡Yo sé que ustedes saben quién es! —insistió Tiago.

Márquez suspiró con agotamiento. Lo miró fijo a los ojos y no logró contener su instinto paternal. Mario quería a Tiago como si se tratara de su propio hijo, no podía negarle nada en ese estado de ira y confusión por el cual estaba atravesando el adolescente. Además, después de someter el cadáver de su compañero a autopsia, la policía supo de inmediato quién era el asesino.

—Emilio Monzón —dijo al fin, y le entregó una fotografía del sujeto. Estamos buscándolo exhaustivamente por cada rincón de esta ciudad, Tiago. Te juro que lo vamos a encontrar.

Luego de esa vez, Tiago se había encargado de buscar en Facebook, en Instagram y en todas las redes sociales algún perfil que coincidiera con el nombre y la foto que le había dado Márquez. No dejaba pasar un solo día de búsqueda y ese era el motivo real por el cual estaba días enteros encerrado en su habitación. Pero en todos esos meses de búsqueda, no había encontrado ningún perfil en redes de ningún Emilio Monzón... Aunque, basándose en la foto que le había dado Mario, lo había visto en fotos junto a un joven de unos dieciséis años, de pelo blanco, piel pálida y ojos claros. Y el chico sí tenía Instagram: el nombre del adolescente era Mauro Monzón y, al parecer, era el único hijo de ese sicario. 

ENTRE NOSOTROS / Tiago Pzk / Lit Killah / Nicki Nicole / María BecerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora