Capítulo IX

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Encerrados en el gran salón del palacio real el papa Zacly se mantenía pensativo tratando de hacerle entrar en razón al rey que nada bueno veía si dejaban esa criatura en este lugar.

—Espero que mantenga esto a puertas cerradas.

—Se bastante bien que es lo que debo hacer.

—Es una bestia, no debe permanecer aquí.

— ¿Por qué? Acaso piensa llevárselo —Rod dijo con severidad, desde el primer día a estado insistiendo — ¿Porque yo no debo tenerlo y ustedes sí?

—Todos en el palacio deben protegerse no saben con lo que se están metiendo. Solo veo por su bienestar o acaso piensan ir en contra de Dios.

—No voy en contra de nadie.

—Entonces escuche mis palabras. Esa criatura solo traerá desgracias, acaso quiere ver su pueblo perecer.

—Ese pez no traerá nada a mi pueblo, yo se lo traeré a él —expreso con severidad —Los días pasan y espero demasiado, padre Zakarius ha encontrado lo que significa ese pulmón o seguiré esperando.

—Tendrá la respuesta muy pronto majestad.

—Eso espero o me lo comeré sin saber lo que trae dentro.

El Papa cerró los ojos, el monarca de este país era más molesto que los otros.

...

Hange se había levantado más temprano que de costumbre ni siquiera el sol se había asomado y no porque la princesa necesitara sus atenciones, se había empeñado en saber más sobre aquella criatura que el monarca mantenía encerrada.

—La mayoría de ustedes hacen dos cosas cuando nos ven. Pero tú solo quieres conocerme.

— ¿Y cuáles son esas dos cosas? —estaba curiosa.

—Matarnos y comernos.

No era que le sorprendiera de hecho era de esperarse, después de todo parecía que los cuentos decían algo de verdad.

—Lo hacen porque no los entienden.

—Ni tu pareces entenderme.

—Pero tratare de hacerlo —dijo con sinceridad, Levi podía ver la verdad en sus ojos, eran brillantes y de un color castaño claro que parecía tener más vida que otros que haya visto — ¿Qué pasa? —miró como este bruscamente se alejó de ella.

—Nada —dijo para sumergirse, no quería seguir mirándolos, sentía una extraña fuerza que la atraía, como si su canto de su especie se repitiera en sus ojos.

—¡¿Levi?!

La mujer se apoyaba sobre la plataforma de madera acercando su rostro al agua no quería que se fuera quería saber más de él y de su especie.

—¡Lev...agh!

Había regresado, sin embargo, no esperaba que le volviera a tirar agua.

—¡Agh! creo que me trague agua —el color del agua no le hacía gracia, dejando de lado que era salada.

—Imagínate como me siento estando de esa apestosa cosa —expreso molesto.

—No te preocupes —se limpiaba con el final de su vestido —veré la forma de traer agua desde el puerto cuando vaya por tu alimento.

La miro limpiarse, tal vez no era la forma de pedirlo pero al menos lo había logrado.

—Por favor cuéntame más sobre ustedes y te prometo que te traeré agua limpia —dijo suplicante.

La Sirena que Quería el SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora