Prólogo

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Giré mi cabeza para mirar detrás y seguí corriendo al ver que todavía me perseguía mi antigua jefa, Stella.

—No puedes huir para siempre Tulipán. —declaro molesta— Pagarás el daño que has hecho con tu torpeza.

Asustada corrí más rápido, sin pensar en mi corto y blanco pelo que azotaba mi rostro, ni en el hecho de que la manga de mi blusa estuviera rajada por la pelea que había tenido hace menos de una hora.

—¡Tulipán!

Volví nuevamente mi vista atrás sin dejar de correr y doble a la derecha a un parque para tratar de perderla. Esquive varias personas y vi no muy lejos una pista de patinaje a cual inmediatamente me dirigí.

Todavía jadeando volví a mirar detrás y al ver a Stella perseguirme con más enojo abrí mis ojos fijándolos adelantes. Habían varios chicos haciendo trucos en la pista de patinaje, pero mis ojos y celebro se quedaron viendo a uno como tontos e instintivamente corrí en su dirección. Él estaba sobre su patineta en posición diagonal dando varios giros en esa posición en el mismo lugar, luego al bajar la punta salto haciendo girar la patineta y cayo perfectamente de pie en ella.

Mis ojos se abrieron del asombro y antes de que pudiera reaccionar estaba chocando con el chico y cayendole encima... Mi boca sobre su boca y mi corazón a mil; lo estaba besando. Ambos nos miramos con asombro y cuando oí mi nombre me levanté rápidamente volviendo a correr disparada.

Ignoré los gritos de esa mujer y tras un buen tramo corriendo sin oírla gire la cabeza y no la vi. Lleve una mano a mi pecho deteniendo mis pies y respire pesadamente, luego tome un taxi a mi casa y al llegar me lance boca abajo sobre el sofá. Entonces recorde ese beso que había surgido por ser yo la reina de la torpeza.

Reina de la torpezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora