Pasé un pañuelo mojado por mi blusa embarrada de café, a causa de mi torpeza, obviamente. Suspiré algo alterada porque no se quitaba y lancé el pañuelo al piso cruzándome de brazos con enojo.
—Hey.
Levanté mi cabeza y le di una sonrisa a Leonardo al verlo. Adiós enojo.
—¿Qué haces? —cuestionó apoyando un pie en el piso.
—Tratar de limpiar mi blusa —respondí revoleando mis rojos ojos—. ¿Patineta nueva? ¿Cuál es su nombre?
—Roberto.
Reí y me levanté acercándome para ver mejor la patineta.
—¿Puedo...?
—Siempre —afirmó interrumpiendome.
—No terminé mi pregunta —indiqué divertida al recordar la ocasión en que yo había hecho lo mismo—. Iba a preguntarte si podía cogerla en manos pero, ¿y si te pedía un beso?
—Yo te lo doy —respondió encogiéndose de hombros.
Lo observé sorprendida, pero, luego me pensé explicaciones para su respuesta.
—En la mejilla, claro —comenté asintiendo—. ¿Cabe otra persona ahí?
—No sé. ¿Me robaras otro beso?
Negué sonriendo. Ni siquiera me molestaba ya sus bromas con ese tema.
—Vale, puedes subir —informó ofreciéndome una mano.
Gustosa agarré su mano y subí a la patineta con confianza parándome de frente a él, luego lo solté para apoyar mis manos en sus hombros. Él comenzó a impulsarse tomando mucha velocidad, al notarlo le abracé con fuerza y apoye otra vez mi oído en su espalda.
—Aguantate —sugirió.
Me aferré con fuerza a él y de reojo le vi hacer algo con el pie provocando que dieramos vueltas en círculos muy rápido.
—Es la segunda vez —murmuró Leonardo.
Yo elevé la vista confusa, y me mantuve quieta sabía que con un solo movimiento podría tumbarnos.
—¿No es la tercera que me monto a tu patineta? —cuestione confusa.
—La segunda que te vas dejándome solo —informó serio.
El asombro me invadió. Por otro lado la patineta fue bajando la velocidad lentamente.
—La se-segun-gunda —tartamudee perpleja.
Él sonrió con tristeza y asintió.
—¿Cuándo fue la primera? —indagué confusa.
No obtuve respuesta. La patineta dejo de girar, pero nos quedamos en la misma posición inicial
—Da más vueltas —pedí en un susurro.
Y no era por seguir girando si no para no cambiar de posición. Inmediatamente Leonardo nos hizó volver a girar. Esta vez íbamos más lento, pero igual me estaba mareando.
—Leonardo.
—¿Si? —cuestionó él. Parecía curioso de lo que podría decirle.
—Estoy mareada.
Leonardo detuvo la patineta y me observo con preocupación. Algo mareada lo solté e intente dar un paso atrás, pero en su lugar lo di adelante chocando nuevamente mis labios a los de Leonardo por solo un momento pues enseguida me alejé con la cabeza dándome vueltas. Luego me incliné apoyando mis manos en mis rodillas e hice arqueadas hasta lograr vomitar.
Sentí una mano frotar mi espalda y escupí en la hierba recuperando el oxígeno y la lucidez. Caí cruelmente en la realidad de lo que había hecho y lo que me había dicho aquel que llamaba amigo. Automáticamente erguí mi cuerpo y puse como dos metros de distancia.
—Yo... Siento haberte besado —comenté apenada.
Hola sonrojo, tiempo sin verte.
Leonardo negó con su cabeza y dio pasos a mí haciéndome retroceder hasta tropezar con mis pies y caer sentada en el piso. Me ofreció su mano en silencio y al tomarla me halo con fuerza parandome enseguida. Finalmente dejo una mano en mi mejilla y un suave beso en mi boca.
Me quedé congelada y mi corazón comenzó a latir desenfrenadamente. Esto no era algo que hicieran los amigos. Mis escudos estaban derrumbándose. Debía ser fuerte, por ello retrocedí.
—Creo que te he devuelto el beso que me robaste —comentó en voz baja—. Ahora soy Leonardo el chico patinador, bromista y amistoso que roba besos.
¿Qué había sido ese beso? Ni idea, solo huiría de allí; y eso hice, corriendo a toda velocidad. Y Lqeonardo no me persiguió.
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Reina de la torpeza
РазноеA ella siempre le pasaba algo debido a su torpeza. Y un día gracias a esa torpeza se encontro con él, un chico que amaba el patinaje. Él se ofreció a sostenerla. Pero, ¿sería la torpeza un impedimento para que se acercarán? Saga "chicasflores" 7