ii. el oso

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𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐎𝐒
𝖤𝖫 𝖮𝖲𝖮

𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐎𝐒𝖤𝖫 𝖮𝖲𝖮

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Reagan comenzó entonces a caminar, con cuidado y con los ojos puestos en todas partes, por si acaso ocurría algo, tratando de encontrar el camino de vuelta a casa. Sin embargo, rápidamente se sintió confundida con su entorno. Se encontraba en el bosque más asombroso que había visto en su más bien corta vida; mirara donde mirara, se veían hermosos árboles rodeados de la hierba más verde de lo que, para ella, parecía el mundo entero.

     El aire era fresco e incluso un poco dulce. Miró al suelo y encontró las flores más extrañas y a la vez sorprendentes que podría haber soñado. Reagan se arrodilló y olió una, pero sin recogerla porque no quería estropear el hermoso paisaje.

     El único problema era que no tenía ni idea de adónde iba, así que siguió caminando sin destino alguno, pero no se quejó (aunque sólo pudo hacerlo para sí misma) porque estaba hipnotizada por la tierra. Después de lo que le pareció una eternidad, empezó a oír voces que le gritaban.

     —¡No se mueva, Majestad!—,gritó una voz masculina, seguida de otras que le decían que disparara. Entonces se oyó un fuerte 'golpe' y Reagan salió de su escondite, sólo para espiar lo que estaba pasando. No pensaba ser vista, pero una de las personas que estaban ahí, se dirigió a ella.

     —¿Quién eres tú?—,le preguntó un chico pálido de pelo negro, con bastante dureza.

     —¡Tenga cuidado, Majestad! Probablemente sea una telmarina—,le gritó un hombrecillo apuntando con una flecha.

     —¡Por favor, no dispares! Soy Reagan y ciertamente no soy un... lo que sea que hayas dicho. Soy inglesa y acabo de aparecer aquí. ¿Se puede saber dónde estoy?—,respondió algo asustada ante la visión.

     Dicho hombrecillo de larga barba acababa de matar a un oso gigante con un arco y le acompañaban dos chicos y dos chicas con ropas medievales. Le pareció que había viajado en el tiempo. O tal vez estaba, efectivamente, muerta y aquello era el cielo. Un lugar tan hermoso no podía ser el infierno en absoluto.

     —Bueno, estás en Narnia, claro—,le explicó la chica más joven, como si fuera obvio, dejando a Reagan tan confundida (si no más) como antes,—¿cómo has llegado aquí?—.

     —Lo siento pero... ¿qué demonios es Narnia? Y sobre cómo llegué aquí... No me vas a creer pero... un estanque me absorbió—.

     —¿Quieres venir con nosotros? Podemos explicarlo todo. Estábamos igual de confundidos la primera vez—,preguntó la misma niña,—Soy Lucy Pevensie, encantada de conocerte—.

     La más joven, Lucy, extendió una mano para que Reagan la tomara, lo que hizo, y la estrechó ligeramente mostrando una sonrisa a la chica.

     —Encantada de conocerte también, Lucy. Soy Regan Davis. Y será un placer acompañarte si no es mucha molestia—,sonrió a la pequeña chica que tenía delante, lanzando también una mirada hacia los chicos en busca de una señal que le dijera que no había ningún problema.

     —Claro que no, Reagan. Acompáñanos, Narnia puede ser difícil a veces—,habló la mayor por primera vez desde que Reagan estaba con ellos.

     —Debería tener cuidado con ella, su Alteza—,le dijo el hombre a Lucy,—no se puede confiar en nadie aquí estos días—.

     —Debería tener cuidado con ella, su Alteza—,le dijo el hombre a Lucy,—no se puede confiar en nadie aquí estos días—

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𝐊𝐈𝐃 | ᵉᵈᵐᵘⁿᵈ ᵖᵉᵛᵉⁿˢⁱᵉ ⁽ˡᵃˢ ᶜʳᵒⁿⁱᶜᵃˢ ᵈᵉ ⁿᵃʳⁿⁱᵃ⁾ ¹ ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora