iv. aslan

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𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐔𝐀𝐓𝐑𝐎
𝖠𝖲𝖫𝖠𝖭

𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐔𝐀𝐓𝐑𝐎𝖠𝖲𝖫𝖠𝖭

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—¿Aslan? ¡Es Aslan! Es Aslan por allá!—,gritó haciendo que todos se giraran.—¿No lo ven? Está... ahí—.

Pero nadie vio nada. Reagan no sabía quién o qué era Aslan, pero estaba segura de que él, ella o eso no estaba ahí. Sin embargo, se le rompió el corazón al ver cómo la sonrisa de Lucy se desvanecía a medida que hablaba.

—¿Ahora, lo estas viendo?—,preguntó insensiblemente Trumpkin.

—Yo lo vi ahí—,afirmó la menor de las Pevensie, pareciendo que estaba a punto de llorar,—No estoy loca. Quería que le siguiéramos—.

—Te aseguro que este bosque esta lleno de leones. Y oso también—,consoló Peter a su hermanita. De todos modos, Lucy no parecía dispuesta a dejar el asunto tan rápido.

—Creo que se reconozco a Aslan cuando lo veo—,replicó enfadada, casi ofendida. Reagan no sabía lo que quería decir, pero al ver su cara, la creyó sin duda. Lucy no parecía de las que se inventan cosas.

—Oigan, no voy a saltar a un precipicio por alguien que no existe—,continuó Trumpkin, de nuevo sin tener en cuenta los sentimientos de la pobre Lucy. Ella parecía muy encariñada con quienquiera que fuera Aslan y el comportamiento de Trumpkin no ayudaba a calmar a la joven.

—La última vez que no le creí a Lucy, quede como un torpe—,intervino Edmund y comenzó a caminar de nuevo, justo después de lanzarle una dura mirada a su hermano. Todos, excepto Lucy y Peter, que se quedaron atrás hablando un poco más, lo siguieron.

—Lo siento si sueno extremadamente inculta pero, ¿quién es Aslan?—,preguntó Reagan esperando que le respondieran y no se enfadaran con ella. Había querido preguntar muchas cosas durante el viaje, pero tenía miedo de parecer estúpida o de molestarles.

—No importa porque todo es una leyenda ahora—,le contestó Trumpkin con brusquedad. Esto hizo que Reagan se sintiera bastante avergonzada por su falta de conocimiento sobre el hermoso lugar en el que se encontraba, pero no pudo evitarlo. Ni siquiera estaba segura de cómo iba a volver a casa. Dios, ni siquiera estaba segura de si podría volver alguna vez.

—Era un viejo amigo nuestro—,explicó Edmund en breve y en voz baja,—pero ha pasado mucho tiempo desde la última vez que lo vimos—.

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que estuvieron en Narnia?—

—Sólo unos pocos años para nosotros, cientos para los narnianos. El tiempo funciona de otra manera aquí—,le explicó a la chica que caminaba a su lado. Sin embargo, no la miró en ningún momento.

—¿Y por qué no volviste antes? Quiero decir que, tal y como volviste a casa, podrías haber vuelto aquí, ¿no?—.

—No se puede volver a Narnia así como así, volvimos a casa por accidente. Encontrando el lugar por el que entramos—,continuó el chico de pelo negro.

—Pero... ¿pero cómo se supone que voy a encontrar el estanque de nuevo? Este lugar es gigantesco. Dios, hay incluso varios bosques. ¿Y si no puedo volver a casa?—,Reagan empezó a entrar en pánico, preocupada por no poder volver a casa y ver a su familia nunca más.

—No te preocupes por eso—,se rió Edmund al ver a la chica,—Aslan trabaja de maneras muy misteriosas. Estoy seguro de que podrás volver a casa si ese es tu destino. O tal vez estés destinada a quedarte aquí. Sea cual sea el caso, en Narnia nada ocurre por accidente, aunque lo creamos—.

Durante la charla, habían llegado a otro bosque. O tal vez era el mismo, Reagan no lo sabía. Pero lo que sí sabía es que, de repente, todos se estaban agachando, escondiéndose detrás de un montón de troncos.

—¿Qué está pasando?—,preguntó confundida. Un montón de hombres estaban cortando árboles y construyendo una especie de puente para llegar a algún sitio. De repente, le pusieron una mano sobre la boca y la bajaron.

—¿Puedes callarte?—,preguntó el dueño de la mano susurrando,—vas a conseguir que nos maten a todos si nos oyen o nos ven—.

—¿Pero quiénes son?—,preguntó ella mirando los ojos marrones del chico que estaba a su lado.

—Telmarinos. Invadieron Narnia cuando se fueron—,explicó Trumpkin con enfado, señalando a los hermanos con la cabeza.

—Tal vez no debimos venir por aqui después de todo—,admitió Susan. Después de eso, todos volvieron con cuidado al barranco con la esperanza de encontrar otro camino por el que pasar.

—¿Dónde creíste ver a Aslan?—,preguntó Peter a su hermana pequeña.

—Desearía que no fingieran ser adultos todo el tiempo. No creía a verlo visto, lo vi—,habla ella mientras se sitúa en el borde del acantilado,—Claro, yo lo vi...—

Pero antes de que pudiera terminar la frase, el suelo se derrumbó bajo ella, haciendo que Lucy gritara de pánico, temerosa de caer al vacío. Los demás se apresuraron a acercarse, muy preocupados, sólo para verla sentada a salvo a pocos metros de profundidad. Ahí comenzaba un pequeño sendero que descendía de manera irregular hacia el barranco.

Con cuidado, Edmund y Trumpkin descendieron primero, seguidos de Peter, que ayudó a las otras dos chicas a bajar. Después de darle las gracias, Reagan empezó a caminar junto a Susan.

No faltaba mucho para que el sol empezara a ponerse, así que decidieron encender una fogata y dormir ahí.

Reagan se acostó, con la mano detrás de la cabeza, mirando el cielo narniano. Nunca en su vida había visto una tierra tan increíble. Cada trozo que descubría, la asombraba aún más.

Oyó a las dos hermanas Pevensie conversando en voz baja, pero antes de que pudiera entender lo que decían, se quedó dormida, cansada de tanto caminar ese día. Ni siquiera le importó que estuviera durmiendo en el suelo y con un poco de frío debido a lo corto de su vestido, que sólo le llegaba por debajo de la rodilla.

Unas horas después, sintió que alguien la sacudía.

—¡Reagan, Reagan despierta! ¡Tienes que ver esto! Aslan está aquí!—,era Lucy, susurrando para que se despertara y la acompañara a algún lugar. La chica abrió los ojos y decidió acompañarla, no quería que su nueva amiga se enojara. Se alisó el vestido que llevaba y caminó con la niña hacia Aslan.

—¿Aslan?—,murmuró la niña Pevensie tras oír un gruñido. Pero no pudo pronunciar más palabras porque las dos niñas fueron arrastradas hacia atrás por alguien que les tapaba la boca. Las chicas abrieron los ojos en señal de extremo pánico, pero se relajaron al ver quiénes eran.

Los dos chicos Pevensie les pusieron un dedo sobre los labios, indicándoles que se callaran, y Peter sacó su espada antes de caminar hacia el bosque, donde un minotauro se paseaba de un lado a otro.

Antes de que Peter pudiera llegar hasta lacriatura, alguien gritó y dos espadas chocaron.

Antes de que Peter pudiera llegar hasta lacriatura, alguien gritó y dos espadas chocaron

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ig: dannaauditore1

𝐊𝐈𝐃 | ᵉᵈᵐᵘⁿᵈ ᵖᵉᵛᵉⁿˢⁱᵉ ⁽ˡᵃˢ ᶜʳᵒⁿⁱᶜᵃˢ ᵈᵉ ⁿᵃʳⁿⁱᵃ⁾ ¹ ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora