Prólogo

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El cuerpo del muchacho desvanecido en sus brazos estaba poco a poco tornándose frío. Estaba yéndose de este mundo, estaba muriendo desangrado en sus brazos. No alcanzó a llegar a su rescate, no pudo detener los cuchillazos en su torso. Tonto Jinwoo que te opusiste a un asalto. Tu vida vale muchísimo más que tu portátil.

Jinwoo ya no tenía conciencia de la realidad. Su pulso se iba apagando, su respiración se estaba pausando y sus labios se estaban tornando morados. Un metro más allá de ellos, los cuerpos desgarrados y desmembrados de los dos asaltantes yacían sobre una alfombra de sangre. Eunwoo al ver como atacaban a su protegido, no tuvo conocimiento de sí mismo y les atacó bestialmente.

Eunwoo observaba con extraño temor como su protegido humano se iba yendo de este mundo. Un sentimiento de impotencia se estaba apoderando de él. La ansiedad fue incrementando a media que la piel del muchacho se iba tornando pálida. Sus ojos, siempre sonrientes que él amaba, estaban vacíos. Perdidos.

Un quejido de dolor, casi inaudible, le hizo volver su atención a lo que sucedía con el muchacho. Estaba sufriendo, agonizando irremediablemente. "Eres muy joven para morir así", pensó Eunwoo al ver rodar una lágrima solitaria por la mejilla de Jinwoo. "Aún te quedan muchas cosas por vivir, ver y disfrutar". Y con ese pensamiento fue que tomó la decisión.

Acercó aún más el cuerpo del muchacho a su pecho. Por inercia la cabeza de Jinwoo cayó hacia atrás exponiendo su cuello. Eunwoo se fue acercando lentamente, observando detenidamente los rasgos de su humano: su piel pálida, su manzana de adán marcada, su quijada pronunciada, sus labios levemente abiertos y morados. Inhaló profundamente el perfume con rasgos de madera y sándalo que expedía Jinwoo, antes de atrapar entre sus labios una parte de la piel de su cuello. Presionó con fuerza, su sabor era delicioso. Y con un nuevo impulso, abrió la boca para clavar sus colmillos.

El cuerpo de Jinwoo convulsionó bajo sus brazos, pero él apretó más para que no se separarán. Succionó con ímpetu, con hambre la sangre del muchacho. Un pequeño hilillo rojo se escurrió desde su boca por el cuello del muchacho hasta perderse en su clavícula.

"Te condeno a la vida eterna, una vida eterna a mi lado".

Sangre - JINCHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora