Capítulo XXXIII: El regente del sol

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Andrew

Todo parece demasiado silencioso, eso no es bueno. Scarlett, Nauzet y yo nos encontramos en la entrada del castillo, frente a la enorme cantidad de criaturas oscuras, además de los snubeds, algunos parecidos a los animales lunares, pero hay algo diferente en ellos, parecen deformes y con un color oscuro. Sin embargo, ninguno hace nada, los snubeds solo gruñen y se muestran salvajes, pero no hacen ningún intento de atacar, tampoco veo a Emuneth por ninguna parte, pero estoy seguro de que él tiene algo que ver en todo esto. Todos los gruñidos desaparecen de un momento a otro, puedo ver como todas esas criaturas se hacen a un lado, cediendo el camino hacia alguien; una mujer que lleva un vestido negro de mangas largas que arrastra hacia el suelo, desde el inicio de sus dedos hasta su antebrazo, su piel esta manchada de un color verde musgo y sobre estas manchas, una infinidad de símbolos dibujados color negro, su rostro no es visible gracias a una máscara blanca sin expresión. Atrás de ella camina Emuneth con una sonrisa en el rostro. Ella no dice nada, simplemente se queda de pie a unos pocos metros frente a nosotros, a los segundos un snubed llega hacia ella y se coloca en el suelo, la mujer toma asiento en su espalda con total naturalidad, levanta una pierna -sus pies descalzos tienen las mismas marcas que las de sus manos-, y la cruza. Conozco esas marcas en su cuerpo; son los estragos de la magia oscura; seguramente ella fue la persona que lanzo la maldición en Arthegón, ya que, aunque he conocido solamente a dos personas que en su vida practicaron o practican ese tipo de magia, sus manchas no tienen comparación, el problema con la magia oscura, es que, sin importar si sacrifican criaturas mágicas, siempre exige un precio, muy alto en algunas ocasiones. Sin embargo; hay algo extraño en esta mujer, algo en ella me parece sumamente conocido; es cierto que no puedo verla completamente por la máscara, pero algo en su complexión, algo en su cabello o en su forma de respirar se me hace sumamente conocido, como si la hubiese visto antes, pero es imposible saberlo. Emuneth se coloca a su lado con una sonrisa, es la primera vez que lo veo perfectamente bien; las anteriores veces siempre hemos estado huyendo de él. Emuneth no solía ser así; todos lo conocían como el dios de las armas, fiel sirviente del reino de los soles, un guerrero formidable, milenario e inmortal, sin embargo, hace unos treinta años desapareció en una extraña expedición hacia más allá de los límites de Arthegón, nunca nadie volvió a verle de nuevo y se pensó que el guerrero inmortal había muerto, pero no fue así; algo le paso allá afuera, los límites de Arthegón son desconocidos para todos nosotros, lo que se ha sabido de los pocos que han cruzado -y han salido con vida- es que es una zona llena de maleza asesina, criaturas peligrosas y bosques engañosos; solo se sabe de dos personas que han salido con vida, además de Emuneth. La mujer hace un movimiento leve con la mano y Emuneth se coloca frente a ella.

-Nuestra Diosa de la oscuridad ha mostrado su infinita misericordia hacia ustedes, pobres seres carentes de la luz de nuestra suprema deidad, estamos listos para la guerra, pero nuestra señora ha decidido darles una nueva oportunidad, inclinarse ante ella, jurad lealtad y vivirán. Si no lo hacen, mi señora los matara con sus propias manos, todos contemplad a la Diosa Lúa -Emuneth habla con una desmedida devoción hacia ella, como si fuese una deidad o algo así. Todos nos quedamos en silencio, alguno desconcertados, Scarlett y yo nos miramos con preocupación.

-No. -dice Scarlett, cruza sus brazos y frunce las cejas, yo me coloco a su lado y miro fijamente a los intrusos, por una fracción de segundos, veo un par de ojos oscuros detrás de la máscara fijarse en mí, pero la mujer no se mueve, no reacciona, solo se queda inerte mirándome fijamente. Emuneth ríe sarcásticamente.

-La hija de la bruja, la princesa desterrada ¿Cómo no me sorprende que tú seas la primera en negarte? -dice con sorna. Scarlett levanta la mirada con una sonrisa.

-Ustedes son los culpables de todas las desgracias de mi familia ¿Cómo podría aceptar si quiera tu petición? -dice ella divertida. Emuneth se encoge de hombros y sonríe.

La Princesa del Reino PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora