Capítulo 3: Aterrizaje

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     Levantarme esta mañana fue horrible, no debí beber tanto. Creo que no quiero tomar nunca más. Debí obedecer a Leo, tenía razón, por supuesto que no lo reconoceré frente a él. A pesar del horrible malestar no me arrepiento, disfruté tanto como me fue posible. Anoche fue por lejos la mejor noche de mi vida. Y no hablo solamente de la fiesta.

    Justo ahora lo que me está matando de vergüenza son los recuerdos de lo que pasó con Leonardo.  Me dan vueltas en la cabeza una y otra y otra vez. El alcohol no afectó mis recuerdos porque todo está claro en mi cabeza como si estuviera viendo todo ahora mismo. No voy a negar que moría por sentir un beso suyo, pero en definitiva el alcohol me quitó cualquier pena. ¡Bendito alcohol¡ no tengo idea de cómo voy a hacer para verlo a los ojos. Tengo que dejar de pensar así. Él me besó así que en todo caso la vergüenza es de ambos.

     Decidida a dejar de pensar me levanto para ducharme y cambiarme. Sigo con el vestido de la fiesta y el maquillaje lo tengo todo regado porque claro, después de lo que pasó ¿A quien le importaría el maquillaje? Yo estaba flotando en un nube. Veo que son las nueve treinta de la mañana y estoy saliendo del baño después de una larga ducha, Jyn todavía está dormida, ella tiene el don de dormir aunque le pase una manada de elefantes por encima ¿Existen las manadas de elefantes? Luego lo investigo.

Me giro para buscar mi ropa en el closet y casi me infarto, en una esquina de la habitación está Leo observándome, del susto levanto mis manos dejando caer la toalla, y me quedo paralizada de la vergüenza. Era un buen momento para utilizar el albornoz.

-Ximena.

Leonardo exclama mi nombre en un susurro pero logro oír perfectamente, mientras me ve como si fuera la comida más apetitosa. Se acerca a mí a pasos agigantados sin despegar un segundo su mirada de mí. Por instinto cubro mis pechos, ya imagino mi cara roja. Me toma de la cintura y comenzamos una danza con nuestros labios magnífica, ni siquiera lo piensa antes de hacerlo. El cosquilleo de anoche aparece mucho más intenso y en lugares que no debo ni quiero nombrar. Sus manos tocan mi piel directamente, hoy no hay vestido que me separe de su tacto. Apresa mi labio inferior entre sus dientes, lo que envía un corrientazo que viaja por todo mi cuerpo. No quiero parar, quiero seguir besándolo por tanto tiempo como sea posible. Sin embargo mi deseo nomse cumple, a los pocos segundos se aleja hablando muy bajo como para oírlo y me deja aturdida, solo atino a levantar la toalla del piso y cubrirme aunque está de espaldas.

-Necesitamos hablar – dice sin ninguna expresión.

Esta actitud de Leonardo me tiene desconcertada, es decir, él siempre me ha gustado, desde niña lo he visto como un Dios, no obstante, hasta ayer me decía enana y supuestamente me veía como una niña. Aunque anoche, su mirada no era la mirada de siempre. Tal vez fue la misma mirada que me delató en la cocina y que decidimos ignorar.

-Si dejas que me vista hablamos todo lo que quieras - digo y el asiente mientras camina hasta la puerta. Justo antes de salir se gira y dice:

- Te espero en el jardín para desayunar, tus padres salieron temprano y el resto sigue durmiendo.

     Y sin más, se va sin esperar que yo diga nada. No es que tuviera algo que decir en realidad. Busco en mi armario un vestido de flores lila, peino mi cabello que p llega justo debajo de mis glúteos. Me termino de arreglar y me dispongo a salir de mi habitación.

-Siéntate -dice Leonardo.

-Hablemos.

Demando una vez que Anny nos trae el desayuno. Ninguno toca el desayuno, nos dedicamos a contemplarnos mutuamente al parecer.

-Enana -dice con cierta ternura -estas muy linda.

Me sonrojo, estúpido efecto que tiene Leonardo sobre mí. Ni siquiera me importa que use el apodo.

Albor (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora