VI. Amigo de mi enemigo

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A los enemigos se les conviene tener cerca; de ese modo se les puede vigilar.
—Alejandro Dumas.

Elizabeth.

Las madres siempre nos decían que no nos fuéramos con extraños a pesar de que nos ofrecieran dulces. Pero yo estaba tan pendeja que aquí iba detrás de él y lo peor es que no me había ofrecido nada.

El ambiente que sentía cuando estaba cerca de él era lúgubre e intrigante, las ganas de la curiosidad crecían en mi, y las dudas de que fuera alguien normal eran más fuertes.

Era muy complicado seguir su paso, el era demasiado grande en comparación conmigo, cuando doble otra esquina me detuve de golpe al verlo hablando con Lisa, la misma chica con la que lo vi hablando aquella noche que salí a correr. Lisa era una estudiante de segundo año de arquitectura, una chica muy linda en realidad, pero pretenciosa y orgullosa.

Me quedé en esa esquina mientras el estaba recostado a la pared a unos cuantos metros de mi, podía verme perfectamente, en cambio Lisa estaba de espalda a mi y viéndolo a el, estaba tan cerca de su boca que hasta yo podía sentir que sus respiraciones chocaban.

Vamos Elizabeth, regresa a clases!

Mi subconsciente grita y cuando estoy decidida a volver, los ojos de el se penetran en  los míos, la opresión en mi pecho aparece y su sonrisa macabra vuelve.

La toma y comienza a devorar su boca, abre sus ojos y mientras la toca y la besa me mira.

Veo como su mano baja por su trasero y luego la pasa para al frente bajando las bragas por debajo de su falda corta, el me alza una ceja y puedo notar la diversión y la satisfacción de que yo lo esté viendo.

La respiración de ellos es tan fuerte que inundan los pasillos, la mano de el se pierde entre las piernas de ella, deja de bersarla y ella tira su cabeza hacia atrás en forma de placer. El no paraba de verme mientras la tocaba y yo no podía despegar mis ojos de él.

Su sonrisa torcida apareció volviendo a marcar sus hoyuelos perfectamente creados por el infierno, la corriente eléctrica que causó en mi cuerpo hizo que saliera del transe que el provoca en mi.

Sin pensar dos veces salí rápido de ahí y caminé lo más rápido que pude a mi salón de clases, ese tipo estaba enfermo, como podía estarse follando a una chica en el pasillo y mirarme descaradamente como si fuera a mi que me estuviera haciendo tal acto.

Este hombre no es para nada normal.

***

—¡te juro que esta enfermo!—refuté mientras recepcionaba el balón que me lanzaba Chris.

—llevas horas diciéndome que esta loco y ni siquiera me dices la razón—dice con obviedad mientras me sigue lanzando el balón

—es que, es raro okey, pasó algo extraño en los pasillos—dije recordando el momento incómodo que presencié.

Aveces nos quedábamos después de clases con Chris y el me ayudaba a practicar mi recepción con el balón y de paso echábamos el chisme con el.

—mira, yo también eh visto que son raros, pero no raros de, ¡uy que raros!—exagera— si no más como, nah solo son raros—se encoge de hombros restando importancia.

—estaba manoseando a Lisa en el pasillo ¡entiendes!—digo ya tratando de que comprenda.

—nada raro a comparación de lo que le hacemos a las porristas en el baño —admitió curvando la boca hacia abajo.

𝐀𝐃𝐑𝐈𝐄𝐋 © [Bilogía "Trastornos" #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora