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T/N

Este año había sido el más largo comparado con los otros 12 que viví en el campamento, y eso que no tuvo más de 365 días. Pero estar aquí sin Annabeth, Percy ni Grover fue un sufrimiento.

No recordaba haber tenido tantos problemas los años anteriores. Cuando Quirón me había encontrado en la Colina Mestiza me transformé automáticamente en la campista más chica del lugar. Eso significaba que era la que más llamaba la atención, era la favorita, era con la que con todos querían pasar el rato. Para los demás era la hermana más chica de la familia a quién debían cuidar y proteger. Y eso no era para nada un trabajo fácil.

Para mí el Campamento Mestizo era el paraíso. Y no es que había leído muchos cuentos de hadas con finales felices, yo no puedo leer. Pero lo único que conocía del campamento era el lado bueno, seguro y feliz. Nunca me explicaron porque no debía adentrarme en el bosque, porque algunos campistas marcharon en misiones y nunca volvieron, porque tenía que aprender a pelear con la espada si ese era supuestamente el lugar más seguro, porque no podía salir del campamento, dónde estaban mis padres. Y siempre que preguntaba obtenía la misma respuesta: "Es complicado, ya lo entenderás."

Lo peor era que yo siempre estuve satisfecha con esa respuesta. Nunca pedí más.

A medida que pasó el tiempo dejé preguntar y sólo seguí las reglas haciendo mucho más fácil para todos estar al lado mío sin tener que evadir mis preguntas. Todo cambió el día que llegó un mensaje de Grover diciendo que había encontrado a tres reclutas nuevos. Los nuevos campistas no fueron los que conmocionaron a todos sino el enorme ejército de monstruos que venían detrás de ellos. Y para mí, que toda mi vida había creído vivir en el lugar más seguro del mundo, eso fue la cosa más aterradora de toda la existencia.

Luego de ese día se hizo imposible para los demás seguir ocultándome las cosas. Supe lo que en realidad era, una mestiza, y lo peligroso que era fuera del campamento para personas como nosotros. Empecé a entrenar con Quirón y resultó que se me daba bien el combate con cualquier arma. Me hice amiga de Annabeth en las clases de latín, a ella se le daba muy bien y yo era una roca para aprenderlo. Comenzó a enseñarme por separado y yo como agradecimiento la ayudaba en el combate de espada, a pesar de que eramos pequeñas. No tardamos en congeniar y al poco tiempo ya nos considerábamos mejores amigas. Pasábamos todo el día juntas, parecía que estábamos pegadas.

Con el tiempo se nos unió Grover. Al principio fue difícil acercarnos a él porque a pesar de conocernos no había demasiada confianza pero tampoco fue muy difícil integrarlo. Y así, nos convertimos en un trío dinámico.

Todo parecía haber vuelto a la normalidad, hasta que llegó Percy Jackson. Quién cambió nuestras vidas de un momento para el otro. Primero nos había dejado a todos con la mandíbula en el piso al ser reconocido por Poseidón. Luego fue gracias a él que Annabeth, Grover y yo pudimos hacer nuestra primera misión. Y por último completó nuestro grupo de amigos como el cuarto integrante.

En poco tiempo me había acostumbrado tanto a estar con ellos que cuando se fueron del campamento por lo que quedaba del año me sentí muy sola.

Luego de que se fuera Percy fui reclamada por Ares, el dios de la guerra, y eso arruinó mi estadía en el campamento. De repente los pocos campistas del lugar se alejaban de mí porque era descendiente del dios más detestable del Olimpo.

¿Y cómo no iban a odiarnos? Los hijos de Ares nunca habían dado una buena impresión. Nuestra cabaña estaba horriblemente pintada de un rojo brillante, como si le hubieran tirado cubos de pintura encima, el techo estaba rodeado por un alambre de púas y había una cabeza de jabalí disecada colgando en la puerta.

ᴘᴇʀᴄʏ ᴊᴀᴄᴋsᴏɴ: ᴍᴏɴsᴛʀᴜᴏsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora