Ya no tenía miedo. De hecho, sólo la certeza de saber que el asesino de Malachite Metalia deseaba acabar con su vida evitaba que muriera de aburrimiento.
Serenity Moon se ajustó su camisón de franela, apretó el cinturón del albornoz y abrió la puerta del cuarto de baño, lleno de vapor, para dirigirse al salón. La sala era bastante impersonal, a pesar del árbol de Navidad que decoraba una de las esquinas. Sobre la desgastada alfombra de color crema descansaba la chaqueta negra de un traje de esquiar, y sobre la mesa había una bolsa de patatas fritas, abierta.
Sonrió y negó con la cabeza. Steven, uno de los dos policías que velaban por su seguridad, había vuelto del supermercado. A juzgar por los sonidos que procedían de la cocina, su agente preferido estaba preparando algo de cenar. En cuanto a Rubeus, supuso que se habría retirado a dormir.
Serenity se sentó en el sofá y extendió una mano para tomar el mando a distancia de la televisión, pero no lo encontró en su sitio.
-Eh, ¿dónde está el mando a distancia? -preguntó.
En la cocina se hizo el silencio.
-No lo sé. Supongo que estará donde lo dejaste.
Serenity vivía sola, o más bien había vivido sola hasta entonces, y no estaba acostumbrada a los pequeños problemas y roces de la convivencia. Deseó volver a llevar una vida normal, la vida que llevaba en su inmaculada casa de Dallas.
Trabajaba en relaciones públicas, y había alcanzado el éxito en su profesión, pero sabía que su carrera no resistiría cuatro meses más de ausencia; estaba tan desesperada que pensó que si las cosas seguían así se pegaría un tiro y evitaría las molestias al asesino.
El sonido del triturador de basuras interrumpió los pensamientos de Serenity.
Cuando el teléfono sonó, segundos más tarde, dejó que Rubeus contestara en el dormitorio. Sólo podía ser algún agente del departamento de policía. No permitían que Serenity recibiera llamadas, ni que las hiciera.
Serenity intentó no sentir lástima de sí misma, por su penosa situación, y buscó el mando a distancia entre los cojines del sofá. La puerta de la cocina se abrió poco después, y Steven apareció con un plato y un vaso de leche.
-He preparado una tortilla de muerte -declaró-. Si te portas bien, te daré un poco.
Serenity miró la tortilla, que tenía demasiado aceite.
-Desde luego que es de muerte. Tú eres el que necesitas que te protejan. Si sigues comiendo esas cosas te dará un infarto.
-Hablas como si estuvieras realmente hambrienta -dijo el agente de mediana edad, mientras se sentaba en un sillón cercano-. Según el último examen médico que pasé, tengo el cuerpo y la salud de un treintañero.
-Sí, y el cerebro de un niño de dos años -se burló Serenity.
Los ojos marrones de Steven brillaron con ironía.
-Las mujeres hambrientas siempre están de mal humor. ¿Seguro que no quieres probar la tortilla?
-No, gracias -mintió.
El policía se inclinó hacia delante y le pasó el plato por delante de la cara, para provocarla.
-Tiene buen aspecto, ¿no te parece? Venga, da un bocado. ¿Qué daño te puede hacer?
Serenity estaba realmente hambrienta, pero no quería probar la tortilla. Un hombre que comía como Steven no podía entender su miedo a dejarse llevar, primero con un bocado, luego con otro, hasta despertar una mañana y descubrir que su precioso cuerpo se había convertido en una bola de grasa.
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Bajo Otra Edentidad
Fiksi PenggemarSerenity Moon era la única testigo de un brutal asesinato. Después de que el asesino atentara contra su vida, la policía la colocó bajo protección; pero uno de los agentes la traicionó y se vio obligada a ocultarse en un lugar donde nadie la pudiera...