Capítulo 2

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A las cinco y media de la tarde, Endymion aparcó su vehículo. Pero no apagó el motor de inmediato. Permaneció en el interior unos minutos, escuchando el sonido de su viejo utilitario. Por un momento sintió el deseo de volver a la autopista y seguir su camino, sin parar, hasta llegar a Los Ángeles. A fin de cuentas, era donde quería estar. Quería estar cerca de los profesionales del cine, labrándose un futuro como guionista, lejos, muy lejos de allí.

Se hubiera sentido algo mejor si hubiera terminado de pagar, al menos, los plazos de su casa. Pero su modesto salario no daba para más. Sin embargo, sólo faltaban dos años para que fuera suya, y su hermana terminaría los estudios en tres, así que las posibilidades que se abrían en su futuro bastaron para que se acelerara su corazón.

Apoyó la cabeza en el asiento, cerró los ojos y se dejó llevar por su fantasía preferida. Imaginó que podía despertar por las mañanas tan tarde como quisiera, y que luego se reunía con su agente para tratar sobre algún guión cinematográfico con éxito, para más tarde volver a casa y trabajar hasta altas horas de la madrugada.

Siempre era más creativo por la noche.

Era una fantasía maravillosa. Como estar en el cielo.

Pero no duró demasiado. Alguien dio unos golpecitos en la ventanilla del coche, y Endymion volvió a la realidad.

-¿Endymion?

Endymion abrió los ojos y vio que Luna Chiba se encontraba junto al vehículo, con una mano levantada, como si estuviera a punto de volver a llamar. Luna lo miró y Endymion bajó la ventanilla.

-La cena ya está preparada -dijo ella, con irritación-. ¿Se puede saber qué estás haciendo aquí?

Endymion tuvo que hacer un esfuerzo para mantener la calma. Pero no le costó demasiado. Tenía años de práctica.

-Estaba escuchando el sonido del motor. Necesitaba relajarme con algo.

-Pues déjalo para más tarde y entra en casa antes de que la cena se enfríe. Tu hermana no ha tenido la cortesía de llegar a tiempo, así que empezaremos sin ella.

Antes de que Endymion pudiera hablar, Luna se dio la vuelta y se dirigió a la entrada de la modesta casa a la que se habían marchado a vivir tras la muerte del padre de Endymion. Luna era una mujer esbelta, de pelo negro, y de espaldas parecía una jovencita en lugar de una viuda de cincuenta y tres años.

Sólo cuando la miraba de frente, y contemplaba sus arrugas, recordaba su verdadera edad.

Endymion subió la ventanilla del coche, apagó el motor y tomó su libreta. Sentía curiosidad por saber dónde se habría metido Rei. Sólo tenía quince años y no le gustaba que llegara tarde a casa.

Estaba saliendo del vehículo cuando oyó el sonido de otro coche, que se acercaba. Se volvió hacia él y esperó. Podía oír el inconfundible sonido de unas risas.

Era una camioneta de color negro, que se acercaba a gran velocidad. Cuando el conductor quiso dar la curva de la calle, estuvo a punto de chocar con un coche aparcado. Por suerte, frenó a tiempo; Endymion se sintió intensamente aliviado, porque había reconocido a su hermana, que viajaba en el interior.

-Maldita sea... es el señor Chiba -dijo alguien.

Endymion se acercó a la camioneta y llamó a una de las ventanillas.

-Sal enseguida, Rei -ordenó.

Rei salió de la camioneta y se despidió de uno de sus amigos.

-Gracias por traerme, Seiya -dijo.

-Vamos, Seiya, arranca de una vez -dijo otro chico, desde el interior del vehículo-. Tengo que estar en casa dentro de cinco minutos.

Endymion miró a Rei con frialdad, dio la vuelta al vehículo y llamó a la portezuela del conductor, que bajó la ventanilla de inmediato.

Bajo Otra EdentidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora