Desde su regreso a la vida académica juvenil, Serenity no dejaba de culpar a su falta de práctica por su escaso rendimiento en la clase de economía doméstica.
A fin de cuentas, su madre nunca había necesitado ni había aceptado su ayuda en las tareas de la casa. Cuando estaba en la universidad, Serenity se las arreglaba bastante bien con comidas preparadas y con la ayuda de la mujer que trabajaba para Michiru; su amiga tenía mucho dinero y podía permitirse el lujo de contratar gente para ciertas tareas. De modo que no tenía costumbre de limpiar y no había aprendido a cocinar.
Sin embargo, intentaba justificarse pensando que era perfectamente capaz de limpiar su propia casa, arreglar pequeños desperfectos e incluso cocinar de vez en cuando. En todo caso, no veía por qué tenía que hacerlo cuando había cosas mucho más importantes en su vida. Era una mujer de carrera, y no había razón para que perdiera el tiempo con ciertos asuntos cuando se podía permitir el lujo de contratar a otra persona para que los solucionara por ella.
Lamentablemente, las justificaciones no le iban a servir en la clase de economía doméstica, de la señora Dent, en la que se encontraba en aquel momento.
La prueba más evidente de ello se encontraba ante ella, en una encimera roja.
Acababa de echar un vistazo a las pequeñas cocinas de la sala del instituto y había comprobado que todos sus compañeros habían preparado platos perfectos, desde tartas a dulces de todo tipo. No podía negar que ella y su compañero, Jedeite Adler, eran los peores de la clase; el profesor les había pedido que trabajaran en parejas, y Jedeite tampoco se distinguía por sus habilidades culinarias.
-Bueno, seamos positivos -dijo ella-. Al menos huele bien.
-Si te gusta el olor a quemado...
-No sé, tal vez podríamos decir que es una nueva receta de comida cajún, ya sabes.
-Ya. ¿Y qué vamos a decir de eso? -preguntó, mirando hacia un bol con algo parecido a un dulce.
-Vamos, Jedeite, anímate. Seguro que sabe muy bien, aunque no tenga buen aspecto.
Jedeite alzó los ojos al cielo. Después, tomó un palillo y pinchó una de las tartas.
El palillo se rompió.
-Usagi, me temo que está algo duro.
-Pues he seguido las instrucciones de la receta.
-Lo dudo. Te habrás saltado algo o habrás leído mal. Debiste permitir que yo midiera los ingredientes. Pero ya no tiene remedio; supongo que no sacaremos buena nota.
-Te recuerdo que tú te has encargado de calcular el tiempo, Jedeite.
-Sí, pero he sacado las cosas del horno cuando tenía que hacerlo. Si lo hubieras hecho bien, no se habría quemado.
-Lo sé, lo sé, tienes razón, no valgo para esto. Sencillamente, no sé cocinar. Le diré a la señora Dent que ha sido culpa mía.
Serenity sabía que la profesora aparecería en cualquier momento. Miró a su alrededor y vio varios ordenadores en la sala; con cierta nostalgia, pensó que sabía cómo enfrentarse a ellos; en cambio, no sabía utilizar un simple horno.
-No, no, debí prestar atención a lo que estabas haciendo en lugar de... bueno, debí ayudarte más, eso es todo -declaró, ruborizándose.
Serenity le dio una palmadita en la espalda y se acercó a la pila. Ni siquiera había notado que su compañero no había prestado atención a las recetas porque no dejaba de admirar a Rei Chiba. Obviamente, le gustaba.
-¿Por qué no terminas la tarta mientras yo lavo los cacharros?
-De acuerdo, pero ten cuidado con el agua. Podrías quemarte.
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Bajo Otra Edentidad
Hayran KurguSerenity Moon era la única testigo de un brutal asesinato. Después de que el asesino atentara contra su vida, la policía la colocó bajo protección; pero uno de los agentes la traicionó y se vio obligada a ocultarse en un lugar donde nadie la pudiera...