Capítulo 13

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Minutos más tarde, Serenity había llegado a la casa de Nicolas. No había luz en la casa, ni se oía música, ni había coches aparcados en la calle. Al parecer, no había ninguna fiesta.

Serenity intentó convencerse de que era una buena señal, pero a pesar de ello apretó el volante con más fuerza.

En el vado de la casa había un descapotable y una camioneta. El descapotable era de Nicolas, y la camioneta podía ser de cualquier otra persona. Miró hacia las ventanas de la casa, como si pudiera comprobar de ese modo la posible presencia de Rei, pero no podía ver nada a través de las cortinas.

El teléfono móvil no había sonado todavía, lo que significaba que la señora Chiba aún no había localizado a su hija. Sabía que podía llamar a Nicolas por teléfono para saber si Rei se encontraba con él, pero imaginaba que no diría la verdad aunque así fuera. Tendría que comprobarlo personalmente, por desagradable que resultara.

Tomó el celular, salió del coche y cerró la portezuela, pero no cerró con llave.

Si tenía que salir corriendo de la casa, no quería tener que buscar apresuradamente las llaves del vehículo. Como la apertura no era automática, ni siquiera podía abrirlo desde lejos.

Serenity caminó hacia la entrada, intentando convencerse de que no iba a ocurrir nada. Cabía la posibilidad de que los padres de Nicolas se encontraran en la ciudad, contrariamente a lo que el chico había contado. Y en tal caso, Rei se encontraría en casa de alguna amiga. Aquello no tenía nada que ver con aquella noche en Dallas, cuando llamó a la puerta de Malachite. No guardaba ninguna relación.

Pero su cuerpo no escuchaba. Recordó la noche del crimen, sin poder evitarlo, y cuando llegó a la entrada estaba tan tensa que apenas se podía controlar. Respiraba aceleradamente y una ligera capa de sudor cubría su frente. Pero, a pesar de todo, llamó al timbre.

Poco después, la puerta se abrió.

Serenity se encontró mirando a un joven de fríos ojos azules, como salido de una película de terror. Nicolas se apoyó en el marco y sonrió.

—Vaya, vaya, vaya. He echado un vistazo por la mirilla y he pensado que eras tú, pero no podía creerlo. ¿Vienes a la fiesta, preciosa?

Serenity no hizo caso.

—¿Está Rei aquí? Tengo que hablar con ella.

—Claro, pequeña. Entra.

—Preferiría que saliera, si no te importa.

—Pídeselo tú misma. Está en el salón —declaró—. Vamos, no me digas que Usagi Tsukino tiene miedo.

Serenity estaba aterrorizada, pero no podía abandonar a Rei. No podía escapar y dejar que le ocurriera algo malo, como había hecho con Malachite.

—¿Qué le has hecho a Rei? ¿Por qué no puede salir? ¿Qué estás ocultando?

—¡Eh, Nicolas! —exclamó un chico, desde el interior de la casa—. Ven ahora mismo o no te esperaré.

—No le pongas las manos encima hasta que yo te lo diga —exclamó Nicolas, antes devolverse hacia Serenity—. La pizza se está enfriando.

Pero Nicolas no engañó a Serenity. Serenity sabía que no se trataba de ninguna pizza.

—Haz que Rei salga ahora mismo o llamaré a la policía y os acusaré por secuestro. Y tengo la impresión de que si la policía entra en tu casa encontrará algo más que a mi amiga.

Serenity sacó el teléfono móvil y empezó a marcar.

—¡Espera!— exclamó el chico.

Serenity se detuvo, y Nicolas la miró con cara de muy pocos amigos.

Bajo Otra EdentidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora