XIII

3.9K 491 96
                                    

Solo dos días habían pasado desde que Perseo había zarpado con la mayoría de los chicos del pueblo con destino a la Isla del Tesoro y para Gen había sido una eternidad.

La primera noche que tuvo que pasarla completamente solo en su pequeña casa había sido la más fría que había tenido desde que había despertado de la petrificación. 

Dio vueltas una y otra vez en la cama, intentando encontrar una posición que pudiera ser lo bastante cómoda para que pudiera caer por fin en el sueño que su cuerpo anhelaba; pero entre la panza con sus gemelos y la ansiedad carcomiendo su mente, esto era prácticamente imposible de conseguir.

Su omega interno estaba completamente fuera de control; entre las hormonas completamente alborotadas por el embarazo y la lejanía con su alfa, su mente trabajaba a mil por hora, pensando una y otra vez en millones de situaciones en las que Senkuu pudiera resultar de alguna forma herido y él no podría estar ahí para ayudarlo.

¡Y es que vamos! Su omega tenía los suficientes motivos como para pensar en que cualquiera de esas situaciones podía resultar realmente verídicas, tomando en cuenta la pésima suerte que se gastaba el científico alfa.

Y bueno... eso no ayudaba para nada a calmar sus nervios.

Si fuera un gato probablemente en ese momento habría tenido todos y cada uno de los vellos de su cuerpo engrifado.

Finalmente y calculando que eran cerca de las cinco de la madrugada (más que nada por la cantidad de tiempo que se mantuvo en vela y que el cielo se estaba tornando un poco más claro, como si el alba estuviera haciendo su aparición), es que Gen por fin pudo cerrar sus ojos y mantenerlos de esa forma, cayendo en la inconsciencia.

La siguiente noche no fue muy diferente a aquella. Y aunque Ruri le ofreció quedarse con ella en su propia choza (luego que se diera cuenta del semblante cansado que mostró el omega durante el día, haciéndose la idea de lo que había sucedido con él la noche anterior) se fue a su propia casona a dormir. 

Si bien Senkuu no estaba allí, por lo menos su aroma se mantenía con él y eso lo ayudaba a calmarse un poco... Solo un poco. Lo suficiente como para poder dormir finalmente luego de varias horas intentándolo.

Ya al cuarto día, su nivel de ansiedad estaba tan por encima de lo normal que su estómago no quería recibir alimento de forma calmada, por lo que Ruri tuvo que prácticamente meterle la comida a fuerzas en la boca y obligarlo a tragarla, si no Gen no habría probado bocado.

La espera se estaba haciendo eterna.



Muy a su pesar, una semana se había cumplido desde que todos partieron y ninguno de los chicos había intentado comunicarse con ellos a través del teléfono que habían hecho.

Las ojeras bajo los ojos de Gen se estaban haciendo cada vez más notorias. Aunque los niños del pueblo y Ruri intentaban hacer cosas para que este se preocupara lo menos posible y descansara lo que en las noches de insomnio no le dejaban. A la quinta noche ella se hartó y comenzó a hacerle infusiones para relajarlo, lo que no estaba dando demasiados frutos. Tal parecía que nada podía ayudar a que el pobre omega mantuviera su mente tranquila y dejara de inventar una y otra vez escenarios no muy alentadores para ninguno de los chicos que habían ido en aquel viaje.

Ruri ya no sabía qué hacer y cómo ayudarlo. Solo rezaba para que el viaje por fin terminara y ellos volvieran sanos y salvos.



Era el noveno día del viaje y todo seguía igual. El Sol estaba en lo alto del cielo despejado y Ruri se preparaba para comer con Gen junto al teléfono. Habían estado haciendo esto todos los últimos días, atentos a que este fuera a sonar en cualquier momento con la voz de alguno de los chicos queriendo anunciarles algún avance en su viaje.

Lavanda con menta - SenGen AU!Omegaverse (Dr. Stone)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora