CAPÍTULO 8

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Aaron

Desde el momento que vi ese gran letrero en la entrada sentí algo extraño. Una vez adentro del sitio, Sarah y yo nos sentamos en la última fila de aquel gran salón; pasaron pocos minutos para que mis ojos la vieran ¿Qué diablos hacía Maya aquí? Aunque estaba diferente, definitivamente era ella. Estaba sentada en frente, con un chico a su lado, y pronto me di cuenta de que ella era una de las hijas de esa doctora que había estado tratando a Sarah en otra ciudad.

Sabía que esto no iba a terminar bien, cada vez que me topaba con esa loca, algo salía mal, me cabreaba siempre. Me hubiera ido en ese mismo momento si no fuera porque había traído a Sarah y ella quería estar aquí.

Maya parecía sorprendida al verme cuando la encontré en la puerta con ese pequeño niño y Sarah «¿Por qué estaban juntas?» Me pregunté en ese instante, no quería que Sarah la conociera, ni mucho menos hablara con ella, Maya no es más que una bruja llena de superficialidad y prejuicios en el fondo, eso lo sabía con solo ver el mundo que la rodeaba y la ropa que traía, pero sobre todo por las innumerables veces que la había visto comportarse de forma arrogante, tratando de aparentar se una chica buena de día ante los demás, pero siendo una perra total en las noches, simplemente no la soportaba, y ella tampoco a mí, me odiaba por sacar su verdadero yo y mostrar sus verdaderos colores ¿Pero por qué precisamente tenía que verla en cada sitio que iba?

Necesitaba fumar, necesitaba relajarme para aguantar estar en ese lugar donde ella también se encontraba, por lo que le di una excusa a mi amiga. Encendí mi cigarro; veía cómo caían las gotas de agua en la calle que ahora estaba mojada por la lluvia, mientras respiraba el aire frio y sentía el humo llenando mi sistema. Sabía que la entrada no era el mejor sito para hacerlo, pero necesitaba aire fresco. Cuando terminé, pisé la colilla del cigarrillo, y justo antes de entrar vi a alguien salir del edificio.

Era ella, Maya Evans, quien iba caminando bajo la lluvia. Mis ojos la siguieron, analizando a esa indescifrable mujer, hasta que vi su mano; estaba cubierta de sangre, me pregunté entonces qué le habría pasado, y ahora podía verla al lado del auto llorando, su traje blanco estaba teñido de rojo al costado, donde seguramente había intentado limpiarse. Luego de unos segundos respiró, abrió los ojos, y sacó las llaves para abrir el carro «¿Acaso esa loca iba a conducir así?»

No sé por qué mis pies se dirigieron hacía ahí sin pensarlo. Le arrebaté las llaves de la mano y entonces se giró y me vio.

—¿Qué diablos te pasa? —anunció desconcertada y con lágrimas en los ojos.

—¿Qué te sucedió? —alcancé su mano herida.

—¿Y a ti que más te da? ¡Suéltame! —hizo una mueca de dolor, al tratar se zafarse de mi agarre.

—No seas terca, ya ves… ¿Acaso tienes pensado conducir así?

—Ese no es asunto tuyo ¿Por qué te metes? —articuló.

—Solo me preocupa que puedas causar un accidente y haya personas involucradas ¡No seas tan imprudente! Además, has estado bebiendo.

—¿Y tú qué sabes?

—Te he visto.

—¿Y qué sugieres según tú?

—Yo conduciré. —Suspiré ante las palabras que acababan de salir de mi boca. Sabía que me iba a arrepentir de esto tan pronto como lo dije, pero no podía retractarme.

Ella se quedó pensando por un momento. Sus lágrimas habían sido lavadas por las gotas de lluvia, pero ahora tenía el maquillaje corrido, el cual intentó limpiar con su otra mano.

—Bien —respondió más calmada, lo cual me tomó por sorpresa, no pensé que aceptaría.

Rodeó el coche para subirse en el asiento del pasajero, mientras yo me metía en el auto y encendía el motor.

—¿A dónde vamos? ¿A tu casa? —Sugerí entonces.

—No, no quiero ir allí —comentó— solo conduce, yo te diré qué camino tomar.

—De acuerdo. —La miré mientras entraba en la carretera.

«¿QUÉ DIABLOS HACÍA OTRA VEZ CON ELLA, Y CONDUCIENDO EN MEDIO DE LA LLUVIA?»

**********

Maya

Durante el resto del trayecto hubo un silencioso incómodo; me recosté contra la ventana sintiendo el frío cristal de la camioneta, mientras Aaron conducía. No entendía por qué estaba ayudándome, pero en cierta forma estaba agradecida, sí, aunque fuera este tipo, lo estaba; no tenía cabeza para más nada.

Para ese momento, mi mano empezaba a doler, aunque ya no sangraba pude ver la herida en la palma de mi mano, era algo grande, pero afortunadamente no era profunda, así que solo necesitaba vendajes.

Aún estaba lloviendo a cántaros cuando llegamos a una calle estrecha y boscosa, a unos 13 kilómetros de la ciudad, era un camino poco transitado.

Me bajé del carro y corrí bajo la lluvia hasta llegar a la entrada del lugar, busqué la llave que estaba escondida bajo una piedra y me dispuse a colocarla en la cerradura de la puerta de la cabaña.
Aaron aún permanecía en el auto.

—Entra ¿Te vas a quedar ahí? ¿O vas a volver caminando?

—No me quedaré, llamaré un taxi o algo —declaró malhumorado.

—Bueno genio, por si no te has dado cuenta, aquí no hay señal.

Aaron revisó su teléfono. —Rayos, debí haber traído mi auto, no pensé en eso —se quejó para él mismo.

—Sí bueno, sabía que no eras tan inteligente después de todo —le grité desde la entrada.

Se bajó a toda prisa tratando de evitar la fría lluvia y se paró detrás de mí cuando giré la llave. Al entrar, todo estaba oscuro, por lo que busqué el interruptor y luego encendí las luces. Aaron inspeccionaba detenidamente aquella caballa rústica; tenía tres cuartos, una sala pequeña, un baño y la cocina; las ventanas de vidrio estaban empañadas por el frío, y el sofá rojo frente a la chimenea estaba algo empolvado, al igual que el resto de la casa que estaba llena de telarañas; no recuerdo la última vez que vinimos en familia a este lugar, pero fue el único sitio que se me cruzó por la cabeza en cuanto quise estar lejos.

—Es la cabaña que mi papá construyó hace años, pero supongo que hace tiempo nadie ha estado aquí —manifesté pasando mis dedos por uno de los muebles sucios.

—Eso veo —balbuceó.

—Está helando, encenderé la calefacción. —Me dirigí hacia la cocina, donde estaba el termostato, pero por más que lo intenté no funcionó, maldije para mí misma.

Volví a la sala donde aún se encontraba Aaron de pie, algo incómodo. —Mmm creo que la calefacción no funciona ¿Puedes encender la chimenea mientras busco si hay algo de ropa para cambiarnos?

—Bien —soltó sin ninguna emoción, a lo que rodé los ojos sin que me viera.

Me encaminé a las habitaciones en busca de algo que pudiera servir para cambiarnos, estábamos mojados; la lluvia y el frío no ayudaban, y para el colmo la calefacción no funcionaba «¡Esto es un desastre!» No debí haber aceptado que me trajera, no justo él. Estar a kilómetros de distancia, en un bosque, de noche, en una cabaña, y con Aaron, no era la mejor idea, era la peor escena, como si fuera una película de suspenso o terror, donde la chica solo espera el momento de morir, y vaya que él lo haría, ya me lo había advertido y yo misma sentí que terminé por cavar mi propia tumba.

Revisé en mi cuarto y en el de mamá y papá, pero no había nada en los armarios, la última esperanza era encontrar algo qué usar en el de mi hermano, porque si no tendría que usar mantas para cubrirme, y por supuesto que no lo iba a hacer, imaginarme así sin nada, casi desnuda, frente a ese idiota ¡No, ni en sueños!

Agradecí cuando al fin en uno de los cajones hallé algo de ropa, pero claro, no fue sino hasta desdoblarla que me di cuenta de que era un jogger, una camisa y un suéter «¿Qué he hecho de mal en esta vida? ¿Por qué a mí?» Me quejé.

Cuando entré de nuevo a la sala, él estaba agachado metiendo unos cuantos leños más al fuego.

—Ten, ponte esto, es de mi hermano, es algo pequeño pero seguro que te quedará, es mejor que quedarte mojado y morir de hipotermia. —Le lancé la ropa a Aaron—. Oye, por cierto —recordé— ¿Sarah sabe que te fuiste de la fiesta?

—Sí, le mandé un mensaje justo después de salir. —No me vio a los ojos.

—Oh, bien —le resté importancia.

Me escabullí de inmediato al baño a quitarme el traje, el cual estaba lleno de sangre, lo cual me recordó que tenía que desinfectar la herida y curarla. Me coloqué la sudadera que me llegaba por la mitad del muslo «¡GENIAL!» Puse los ojos en blanco, me quité el brassiere y solo me dejé la ropa interior.

Tomé el botiquín de emergencias y salí para sentarme en el sofá, calentarme un poco y limpiar la herida. Cuando estaba sacando todo lo necesario, Aaron salió de una de las puertas, no pude evitar reír al ver lo ajustada que le quedaba la camisa de mi hermano.

Me miró con una mirada de muerte —¿Qué te parece gracioso? —gruñó enojado.

—Nada—le dije, tratando de contener mi risa. Pero a decir verdad no le quedaba tan mal; bueno, de acuerdo, debo aceptar que se veía bien, más que bien, sabía que tenía un buen cuerpo, pero ahora se le veía más marcado a través de la tela negra de la camisa. Su cabello mojado le caía un poco por la frente y sus ojos verdes habían cambiado a un tono más oscuro, ahora podía entender por qué muchas de las chicas en las fiestas y en la universidad estaban tan entusiasmadas con él. Si tan solo cambiara esa actitud de mierda… «¡No, no! ¿Qué te pasa Maya?» Deja de pensar en tonterías.

—Sí bueno, al menos yo estoy vestido y no enseño nada. —Sus ojos se dirigieron hacia mis piernas, que ahora estaban más descubiertas, el suéter se había subido un poco cuando me senté.

—Eres un idiota —le dije irritada, mientras tomaba uno de los almohadones y me lo colocaba en el regazo.

Me dio una sonrisa burlona, lo cual me irritaba siempre. Decidí ignorarlo y seguir en lo que estaba, tomé la botella de alcohol para desinfectar, la intenté abrir, pero me estaba costando un mundo, ya que me dolía la mano derecha.

—Dame eso, yo lo haré —me dijo arrebatándome el alcohol de las manos.

—Puedo hacerlo sola —me quejé.

—Sí claro, como pudiste haber manejado hasta aquí. —Abrió la botella y colocó un poco del líquido del algodón—. Dame la mano.

—Ya te dije que puedo hacerlo sola.
Me tomó del brazo de un halón. —Auch ¿Qué te pasa? —Hice una mueca de dolor.

—Ya deja de quejarte y no te muevas. —Limpió la sangre de mi mano y luego la herida.

Aparté la mano instintivamente cuando sentí dolor. —¿Puedes ser al menos más cuidadoso?

—¿Seguro que no necesitas ir a un hospital? No parece algo pequeño. —Me dedicó una extraña mirada.

—Estará bien —observé— es algo grande, pero no lo suficientemente profunda para necesitar puntos, solo necesito desinfectarla y vendarla, en unos cuantos días sanará.

—Vaya, así que has aprendido algo de tu madre, la doctora Brown quiero decir.

—Sé algunas cosas, lo básico de primeros auxilios, y no, no es debido a mis padres, bueno… —dudé en decir lo siguiente, pero continué— a decir verdad, estudiaba medicina hasta hace un año.

Aaron se quedó estudiando mi expresión cuando bajé la mirada, ya que eso me recordó lo que había provocado la herida en mi mano.

—Bien ¿Y ahora qué sigue? —pregunta, cambiando de tema, lo cual agradecí.

—Solo pon un poco de ese ungüento. —Colocó con su dedo cuidadosamente la crema sobre la herida, la cual ardía y quemaba un poco; apreté los labios para aguantar, por lo que él sopló mi mano, estaba más cerca de mí, lo que me hizo preguntarme acerca del por qué me había estado ayudando.

Mientras me ponía ahora el vendaje, seguía viéndolo.

—¿Qué tanto me ves? —declaró alzando su mirada.

—¿Te puedo preguntar algo?

—¿Qué? —respondió.

—¿Por qué me ayudaste la otra vez y ahora? —lo miré a los ojos expectante.

Bajó la mirada de nuevo al vendaje. —Por nada en especial, solo he tenido mala suerte de estar en el mismo sitio que tú, y porque me diste lástima.

¿Lástima? ¿Qué le daba lástima? Enterré las uñas en la palma de la otra mano para poder contener el coraje que se había alojado ahora en mi pecho, esas palabras herían mi orgullo, y no sé por qué, pero de alguna forma me afectaba.

Me levanté del sillón rápidamente. —Pues no hace falta que la tengas, ni que me ayudes, no te conozco ni tú a mí.  Y yo puedo terminar de hacerlo, dame eso. —Le arrebaté el vendaje, mientras terminaba de cubrir mi mano con este.

Me dirigí a la habitación.

Cuando te Recuerde en mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora