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Cuando eso acabó, busqué a Izana, debía hablar con él, fue difícil, pero lo hice, él también se veía mal.

— Izana...

— Yumei, ¿a qué has venido?

— Yo..., sucedió algo – no podía verlo, no cuando dijo que no quería nada de mí hace unos cuantos días. Tal vez.

— Lose, me he enterado, fueron los subordinados de Manjiro.

— Si...

— Pero, no estas con él, ¿no te llevó con él? ¿por qué sigues conservando el apellido Fujiwara?

— Nunca me llevó a su casa.

— Ya veo... - no dije nada más, y corrí hacia el para abrazarlo, sintiendo sus brazos rodearme – lo siento, por lo que dije.

— No me importa, te quiero mucho Izana, no te vayas tú también, por favor, no lo hagas, no mueras.

— No lo haré, viviré muchos años, para verte crecer, y golpear a tu futuro marido.

Si, tal vez las cosas no fueron las mismas, pero no me importaba, lo tenía de vuelta conmigo. Aunque no se encontraba del todo bien.

Fue difícil digerir todo esto en varios días.

Muchas chicas empezaban a frecuentar un lugar que solía estar, era extraño, pero, aun así, parecía bueno. No me importaba, Ikori decía que hagamos una pandilla.

Lo pensé mucho, pero tampoco estaba bien, y ella lo sabía, y me ayudó mucho, pero, eso no impidió que un resentimiento creciera hacia Manjiro.

— Ikori, hagámoslo, sublíder.

— ¿Sublíder? ¿de verdad? ¿lo haremos?

— Hagámoslo.

Miré a cada una de ellas, Kurochō, 黒蝶, mariposas negras, cada una de ellas me apoyó en la decisión, primero lo primero, hacer nuestro orgullo, cada una haría su parte, no se negaron, asiqué buscamos a alguien, para cuando lo tuvimos en nuestras manos, nos tomamos una fotografía en el mismo almacén, entre todas, las quince chicas presentes.

Me esmeraba a que aprendieran a defenderse, de verdad que, si lo hacía, también íbamos a las peleas clandestinas a ganar dinero, no podíamos sostenernos solas.

Cuando quise darme cuenta, ya había pasado un año, pronto cumpliría catorce, y esta pandilla había crecido, mi relación con Izana no había mejorado, pero tampoco empeoró.

En cuanto a Emma, ella ha logrado sobresalir, aun la seguía protegiendo.

Pelear por territorios, era extraño, pero me daba igual, me sorprendía que la Toman no intentase pelear con nosotras, y era mejor para mí, no quería verlos.

Peleábamos varias veces con la misma pandilla, hasta que se terminaban uniendo, y luego, estaban ahí, mostrando respeto.

Ser líder era difícil, muchas cosas recaen en tus hombros, pero estaba bien, podía con ello.

— Yumei.

— Emma, te has puesto bonita.

— ¿Tú crees?

— ¿Aún no se han declarado? – pregunté, prediciendo un poco sobre su interés amoroso.

— No, pero, no me rendiré.

— Bien, te llevaré a comer, e iré a dejarte, ¿de acuerdo?

— Si.

Pasar con ella aliviaba mi alma, tranquilizaba mi agitado corazón y mi mente dejaba de pensar tanto.

La Hermana SanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora