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Hasta que escuchamos pasos cercanos, lo ignoré.

— Yumei – me giré ante ese llamado, encontrándome con unos ojos turquesas.

— Seishu, hola.

— ¿Cómo has estado?

— Todo bien, me enteré que trabajas con Draken.

— Si, será un poco complicado al principio, pero, sé que lograremos estabilizarnos.

— Estoy segura que sí, saben mucho, espero y Mikey no les dé trabajo.

— Para nada, también nos ayuda mucho.

— Ejem – miré a Mikey que había interrumpido – bueno, ¿qué haces aquí?

— Vine a ver a Shinichiro, Draken dijo que te vería después.

— Oh, si... - reí un poco, Mikey era muy obvio cuando mentía, se le había olvidado.

— Bueno, Seishu, nosotros debemos irnos, fue bueno verte.

— Lo mismo digo, Yumei – sonreí un poco y miré a Emma, ella enseguida tomó a los chicos y los arrastró – son muy sobreprotectores.

— Mikey lo es más conmigo, Izana lo es con Emma, es raro que sea así, pero estamos bien.

— Supongo, quería saber...

— ¿Sí?

— ¿Estas libre este sábado?

— Si, ¿me estas pidiendo una cita?

— ¿He? No, bueno, si, digo... - sólo podía reír un poco por los nervios que tenía.

— Bien, entonces nos vemos a las 10, en el centro, ¿te parece?

— Claro.

Me despedí de él para caminar a la salida, era inevitable no sonreír, mi sonrisa boba no me la quitarán tan fácilmente.

— ¿Qué sucedió?

— Me pidió una cita.

— ¿He? Primero Takemicchi, luego Draken, y ahora mi hermana, me está quitando lo que es mío – miré a Mikey por ello, estaba celoso.

— Mikey, antes que nada, el que debe reclamar es Iza-nisan, además, se supone que empezaba agradarte.

— Las personas cambian de parecer.

Si, Mikey era un caso perdido en algunas ocasiones.

El resto del día la pasamos caminando de un lado a otro, claro que se unió Draken, y aunque a los tres rubios hermanos no nos molesta, a Izana sí.

Podía ver como Emma se pegaba a Draken, y él no hacía nada, y me gustaba verlos, al fin empezaban a tener algo, no tan concreto, pero era una avance, uno muy bonito, claro que tuve que detener a Izana para que no interrumpiera.

El sábado llegó con rapidez, asiqué me preparé, e hice el desayuno, Izana también se había levantado, otra cosa igual de extraña. Pero no le tomé importancia. Hasta que llegó Seishu.

— Seishu, hola.

— Te vez bonita Yumei – tomé mi chaqueta que estaba a un lado de mi puerta, pero a cambio me topé con Izana.

— Bien, no quiero que llegue tarde, nada de besos, nada de abrazos, quiero distancia prudente, y si la veo un poco deprimida, iré por ti y te mandaré al hospital.

La Hermana SanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora