ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ❝ A sus 17 años Rindou
Haitani no hacía más que
preocuparse por llegar a su
casa, sobrevivir a su hermano
y ocultar sus heridas. ❞
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ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ La figura tétrica y alta de una mujer imponía temor ante el cuerpo tumbado en la grava de la casa Haitani, avisando con su mirada lavanda y frívola que en un estado tan deplorable como en el que se encontraba, no sería aceptado a entrar y que tan sólo de volver a intentarlo, aquella delgada figura tumbada recibiría una patada más del tacón de su progenitora en el abdomen que le haría caer nuevamente sobre sus glúteos en el charco de lluvia formado con mala suerte para él en la entrada de la casa.
─── Tu hermano tardó todo su día libre en limpiar esta casa, limpieza que debiste haber hecho tú desde hace cuatro horas...
Desde que llegó, la mujer puesta enfrente suyo no paró de parlotear y demostrar su enojo a su tardía llegada y a su persona, recalcandole varias veces lo inútil que era su existencia y como su hermano mayor era un ángel que no merecía a un mal agradecido hermano como lo era él, según las propias palabras de la mujer.
─── Mamá... Mamá por favor... No era mi intención tardar tanto, tuve que quedarme a unas clases más y en el camino tropecé... Sólo quiero entrar y bañarme, me duele mucho el brazo y espalda, no me verás salir de mi cuarto en todo el día, te lo juro.
Y es que el estado en el que se encontraba el más pequeño de la familia Haitani no era para una menor importancia. Rindou estaba completamente empapado, dando la impresión de que la lluvia le había ganado la carrera y su brazo y gran parte de su torso se veían rojizos e inflamados, pero no era algo que llamase la atención de su madre, ella sabía que su pequeño y malcriado hijo tendía a meterse en peleas y a mal gastar su tiempo en ellas, por lo que le restó importancia al cuerpo magullado del menor.
─── Escuchame bien pequeña escoria. ─── La mujer tomó del bolsillo de su fino y elegante saco negro, un cigarrillo, cigarrillo que encendió y comenzó a inhalar de su toxina permitiéndole calmarse y no soltarle una patada bien merecida en la cara a su hijo menor yacente enfrente suyo. ─── Tu padre y yo nos partimos el lomo trabajando todos los jodidos días mientras tú te la llevas como un vagabundo incluso cuando tu hermano se encuentra en una situación crítica... Rindou Haitani, ugh, el tan sólo recordar que tienes mi mismo apellido me da náuseas... ¡Tú hermano se lesionó y tú sólo eres un niño malcriado egoísta que no puede ser por una vez razonable con su familia!
Sí bien todo eso parecía quedarle como anillo al dedo, la verdad es que le dolía obtener tan poca misericordia de quien se proclamaba así misma como su madre, le dolía ver como sus propios padres le hacían caer debajo de una sombra que día a día le consumía y se tragaba a su persona sin ellos percatarse... No le molestaba admitir que Ran era mejor en todos los sentidos, que Ran era un chico tan encantador como atractivo y que por ello vió entrar y salir a una docena de chicas a la casa desde que éste tenía quince años, no le molestaba admitir que en cualquier cosa que se propusiese Ran; ya fuera un deporte, aprobar una materia o el pasarse un simple nivel de un videojuego, le saliera tan perfecto como él nunca en su vida podría imitar, no le molestaba que tuviera el amor y aprecio de su familia y comunidad; después de todo siempre se encontraba aportándoles algo a estas, por lo que sería un pecado decir que su hermano se robaba la atención de todos, no le molestaba que Ran a tan temprana edad de quince años, se descubrió así mismo como un alfa y su destino por ser el mayor y un honrado de esta casta, estaba decidido ya como el más próspero de toda la familia, nada de ello le molestaba, al contrario, él admiraba a Ran y buscaba a toda costa ser como él, o al menos eso desea todos los días antes de que su vida se torne en una tortura por las propias manos de la persona a la que admira.
