CAPÍTULO 6

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Estaba segura que era un sueño, al noventa y nueve punto nueve por ciento. Se veía tan radiante que me hacía titubear y perder la poca seguridad que tenía en mi. Mamá siempre tan hermosa, imponente. Como la última vez que la ví, sin una sola arruga, con su cabello color castaño, el cual heredé. Jamás dejó que la viera enferma, quería que la recordara viva, llena de amor, de luz, de juventud. Con sus mejillas rosadas, con sus ojos llenos de ternura que solo tenía para mí y Sofi; que aún era una bebé. Y ojos llenos de amor hacía mi papá. El amor de su vida.

Sinueh —Le llamó él, al momento que le daba un beso casto en los labios.


—Mamá. ¡Al fin tengo once años!—No sé como de pronto resultó ser mi cumpleaños.


—Lo sé, mi niña. Tú hermanita cumple un año.
Sofía apareció en los brazos de papá. Tan llorona como todos los bebés, pero así la amaba. Mi pequeña Sofi. Le di un beso. Volteé hacía la persona que me dio a luz y la encontré en una cama. Estaba muy pálida. Sofi ya no era una bebesita, sino una niña de cinco años. Lo cuál significaba que yo tenía dieciséis. La edad que odiaba. El peor año de mi vida. Oh no, dije.


—¡Mami! —Era Sofi sobre la cama. Sollozando. Corrí hacia ellas y la vi, demasiado enferma. Papi se acercó y también lloró al verla, se estaba desarmando sentimentalmente.


—¿Mamá? —Le acaricié el rostro.
Poco a poco se iba desvaneciendo. No pude contener mis gritos de terror y dolor. Mi madre se había ido. Lloré y lloré. Grité.



Desperté jadeante, excitada de mala manera. Con lágrimas secas en las mejillas. Solo había sido una pesadilla, me dije. Traté de recobrar los sentidos. Fui al baño a asearme, el sudor seco era demasiado asqueroso. Además de que necesitaba el agua fría por todo mi cuerpo y así recordarme que está era la realidad y la terrible pesadilla había terminado, aunque no tenían ninguna diferencia.
No sé porqué, pero vino a mi mente el recuerdo de hace un mes y medio, aquella noche que me encontraba en el jardín y Lauren pretendía robarme un beso. Me reí. El gesto que hizo al escuchar a su mejor amiga interrumpir fue lo mejor. Al menos me dio tiempo de escapar de ese incómodo momento. Después no volvió a intentar besarme, entendió que no quería, y es que nadie puede obligarte. Y menos con todos los problemas que tenía, bueno, solo era mi papá, que cada vez empeoraba. El trataba de ocultarlo, pero yo encontraba sus toallitas con las cuales se limpiaba después de toser. Totalmente manchadas de sangre. Había bajado de peso notablemente y si antes se cansaba mucho con cualquier actividad, ahora era demasiada fatiga, al punto de que le costaba respirar por los constantes dolores de pecho. Sí, Lauren dio el dinero para pagar el tratamiento, por lo menos para iniciar, pero el especialista dejó muy en claro que estaba en fase cuatro. A como podía tener dos años de vida, un año o morir en los próximos seis meses. Esa noticia me dejó devastada, durante todo el mes que pasó, más el dolor que aún sentía por el abandono de Laura—ahora mismo ya era mínimo, poco a poco me hice a la idea de que jamás volvería—fue el bum de inicios de depresión, pero está vez no me dejé caer tanto. Solo baje un poco de peso y cada que podía y nadie me veía; lloraba en silencio. Las visitas de Lauren por lo menos me distraían, aunque ni a ella ni a Verónica se le dio la noticia tan pronto. Sino hasta apenas ayer. Claro que lo tomaron con mucha tristeza, se habían acostumbrado tanto a mi padre que eso las hizo llorar y perder los ánimos, pero decidieron seguir actuando normal para que él no se sintiera incómodo. Y el proyecto no pararía hasta concretarse para que estuviera tranquilo.
Rápido me di cuenta que era mejor disfrutar aún más los momentos con él, que pasármela encerrada en mi cuarto sin comer y sin dormir. Ya bastaba con un enfermo. Traté de meterme en la cabeza que son cosas que pasan en esta vida llena de sufrimiento y que no somos eternos. Si era la decisión de Dios quitarme a papá en esta etapa de mi vida, por algo era. Y es mejor tomar la noticia de la mejor manera para estar fuerte cuando pase lo que se espera. Aún así por momentos me derrumbaba, pero al momento seguía como si nada. Para eso estaba Lucy, para alegrarme en los momentos que más la necesitaba, y siempre la extrañaba cuando se iba. Por lo que Dinah se convirtió en una persona esencial en mi vida, ella y Lucy eran mis dos mejores amigas. Las amaba como si fueran mis hermanas. Gracias a ellas—y a mi familia—podía sobrellevar todo.


En El Nombre Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora