Los nervios me carcomían por dentro. La sensación agridulce que me invadía alteraba incluso mi manera de caminar. Por un lado sería fantástico volver a ver a Takagi-san, pero por el otro... me enfrentaba a una situación que sería muy difícil de controlar. ¿Qué me diría ella después de lo que ha pasado? ¿Y qué debería decir yo? Me encontraba profundamente confuso, pero debía lidiar con aquello, sin importar como lo hiciese.
Pasaron quince minutos y la entrada al santuario se podía ver ya a simple vista. Justo al llegar, visualicé una reconocida bicicleta estacionada.
"Ella ya está aquí... Madre mía... Esto es mas duro de lo que pensaba. Estoy a punto de ver a Takagi-san probablemente abatida, sin ganas de hablar, y con una mirada que... En serio... que le hemos hecho a dios para llegar hasta aquí..."
Dar un paso hacia la zona fue como si fuera a desplomarme en cualquier segundo. Un ligero viento se levantó y dificultó aún más el pequeño recorrido que me distanciaba del lugar. No porque el aire pudiera conmigo, sino que en esas circunstancias cualquier mínimo detalle se me hacía un mundo. Así que sin demasiado valor, me adentré en el lugar de siempre, el lugar que contenía cientos de preciosos y divertidos recuerdos. Y ahora... quien sabe que ocurrirá. El santuario se encontraba frente a mí, pero ni rastro de ella. No le di demasiadas vueltas ya que solemos pasar el rato en la parte trasera del mismo. Avancé con miedo dando un pequeño rodeo al edificio y, justo cuando giré por la última esquina... todo se tornó de negro.
(Música: My Hero Academia OST - I have to be the one).
El escenario se veía completamente oscuro. Otra vez... Es como aquel mediodía en el que una neblina me cegó de manera horripilante, aunque esta vez tenía sus diferencias. No me sentía ahogado ni presionado. Estaba intranquilo, pero era capaz de controlarme. Era como si tuviera que adentrarme a lo loco en una zona encantada, pero no era así porque veía a Takagi-san claramente. Ella se encontraba sentada en las escaleras de la parte trasera del santuario, aún con el fondo oscuro que impedía mi visión hacia otros detalles del lugar. Takagi-san miraba hacia sus pies y no podía observar sus ojos debido a su alargado cabello, el cual se mostraba un tanto despeinado. No demasiado, pero lo suficiente como para hacer que me percatara. Era extraño, pero vestía su típico uniforme escolar. No entendí muy bien la razón, pero obvié rápido el detalle y me acerqué caminando a través de la nada hacia ella.
—Ta... Takagi-san. Hola...
Jamás había saludado a mi amiga con una voz tan deplorable. Y mira que he tenido días.
Ella volteó para atender a mi llamada y... por fin pude hacer contacto con su mirada. Aquello que vi... no eran sus ojos... era como si sus pupilas no existiesen. Una expresión decaída y sin ninguna voluntad estaba sujeta a ella. Unas ojeras horripilantes se hacían notar y... la luz que albergaba esa preciosa mirada... había desaparecido...
Me alteré en exceso. Mi rostro se exponía con una mezcla de expresiones entre horror y tristeza.
Todo seguía sumido en la oscuridad.
"Yo... ya sabía que esa sería su mirada. Ya lo sabía maldita sea... Y aún así... No puedo verla así... Soy incapaz de mirarla. No... No me siento ni capaz de hablar ahora mismo. Yo..."
Unas sabias palabras se cruzaron por mi cabeza en ese instante.
¨Si quieres ayudar a tu amiga, tienes que estar presente constantemente en su vida. Aunque tu pienses que seas muy cansino, aunque ella se enfade a veces porque puedas ser un poco pesado, nunca dejes de apoyarla.¨
La imaginaria voz de mi madre me otorgó la suficiente valentía como para seguir caminando entre esa oscuridad hacia ella. Justo al llegar a su lado intenté sentarme junto a ella, pero se levantó de repente, por lo que quedamos mirándonos a corta distancia. Ahí, que veía su mirada más cerca, mi sentimiento de angustia se fortalecía, no obstante, no podía quedarme ahí pasmado. Debía decir algo. Tenía que...
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La Luz de tus Ojos | Karakai Jōzu no Takagi-san
FanfictionTodos me llaman Nishikata y siempre fui una persona con una vida "relativamente" normal. En secundaria conocí a una chica, de apellido Takagi, que no paraba de molestarme y meterse conmigo. Sin embargo, no era tan malo como parecía. Después de todo...