Capítulo 35

80 6 7
                                    

Una Verdad Insostenible

Narra Liz

¿Dónde dejaron mis cosas?

Muevo mi cabeza de un lado a otro con cuidado viendo donde pusieron mis cosas, mi celular, mi ropa, pero me arrepiento de haberlo hecho. Mi cabeza aún duele, quizás el golpe fue más fuerte de lo que parecía.

El otro auto chocó con la parte trasera del nuestro pero fue tal su velocidad que nos desestabilizó obligando a Matt a maniobrar para no chocar contra nada, las bolsas de aire no salieron y me golpeé la cabeza contra la ventanilla.

Aún así, ahora me siento mejor. No es necesario que me encierren como planea el doctor que me atendió.

Hablando de doctor, está tardando. Yo le pedí que llamase a Matt. ¿Y si él ya no está afuera?

Él me dejó depositada sobre una silla de ruedas que una enfermera esperaba en la entrada del hospital. Sus ojos estaban llenos de temor, igual que cuando se giró para revisarme segundos después del accidente a pesar de que él también estaba golpeado. En el taxi, su expresión fue la misma, y me llené de un alivio inexplicable cuando lo vi ahí, sosteniéndome contra su cuerpo. Por supuesto que eso no apaciguó la ira que Matt emanaba, y las ganas de matar a ese sujeto.

¿Por qué estaba ese hombre ahí?

¿Regresó para terminar lo que no pudo hace dos años?

—¿No deberías estar acostada?

Mi corazón se acelera al escucharlo. No se ha ido. Giro sonriendo, en cuanto lo hago, él me devuelve el gesto pero no llega hasta sus ojos.

—Creí que no estabas aquí.

Avanza a paso firme sin despegar la mirada de mí. —No hay otro lugar donde quiera estar.

Cuando rodea la cama y se ubica frente a mí, su mano roza mi mejilla y ve con detenimiento mis heridas. De nuevo está en él ese destello de ira y miedo.

Enseguida siento sus brazos rodearme, aunque firmes, con delicadeza. Me dejo envolver por él, cierro mis ojos disfrutando y dejando que su aroma inunde mis fosas nasales.

—Ya estoy bien —susurro contra su pecho, pero él parece no tener intenciones de soltarme. Y yo realmente no quiero que lo haga.

—No tienes una puta idea de cuán asustado estaba, Lizzy.

Me separa lo suficiente para verme a los ojos pero sus brazos siguen a mi alrededor, así como mis manos aferradas a su espalda. Entonces noto una pequeña herida en su ceja derecha y su labio inferior. Una de mis manos recorre su rostro, alrededor de sus marcas, él cierra los ojos y respira profundamente.

—¿Te revisaron?

Pregunto, sin detenerme, más bien, mi otra mano se une a su exploración, ahora bajando por su cuello, al primer botón de su camisa desabrochado, y su corbata anudada pero floja.

Sus ojos se abren y todo lo que había en él hasta hace unos momentos se ha ido para darme la mirada más intensa que haya recibido jamás. Sonrío, cuando siento sus músculos tensarse bajo mi palma al arreglar el problema de su vestimenta y luego posar mis manos en su tórax.

—Mucho mejor —susurro, dejando mis manos a nivel de su corazón que siento latir rápido.

Asiente, sin decir una palabra.

—¿Y bien? ¿Qué te dijo el doctor de tus heridas? —aclaro.

—Nada serio. Estoy en perfectas condiciones. Tú sí debes permanecer hoy aquí.

Operación Rescate [Operaciones Especiales #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora