¡Un Café Por Favor!

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Día de sol acaparaba ese miércoles en el patio del colegio. Después de que sonó la campana salí de mi clase de mates a preparar mis libros para mí siguiente materia. Había comprado de pasada en la cafetería del colegio un expreso con una medialuna para merendar a media mañana y me acomodé en una de las mesas. De pronto por mis espaldas siento que dos manos enormes cubren mis ojos, mi cara es pequeña y creo que solo una mano podría haber cubierto todo mi rostro.
Entendí al instante de quién se trataba antes de que enunciara palabra con su auténtica voz grave y varonil. Mark Johnson.

—Vamos Mark no es divertido —me dirigí a Mark con gesto cansado.

—Uy alguien no ha dormido bien, ¿café? —dijo el morocho alto mientras se sentaba en la misma mesa que yo.

—¡Tengo mucha tarea! —mencioné.

—¡Tingui michi tiria! —balbuceo mientras se burlaba—. ¿Acaso no sabes decir otra cosa? —y bebió un sorbo de mi café.

—¡Hey! Es mío —reclamé riendo de sus caras expresivas y de sus burlas.

Si algo he aprendido en estos años en el cole, es a reírme de lo que me molesta, así no me afecta tanto el hecho de pensar que realmente puedo ser objeto de burla.

—Tranquila luego te invito otro. ¿Qué me dices el viernes por la tarde?

Tardé unos segundo en decidir y no aparte la mirada de mis libros.

—¿O qué? ¿También tendrás tareas?, Vamos —continuó Mark volteando sus ojos.

—Podría ser —dije rompiendo mi silencio sin levantar la vista.

—Podría ser que las dejes para otro momento y me aceptes un café porque me acabo de beber todo el tuyo —expresó golpeando el vaso sobre la mesa.

Lo mire con ojos de enfado pero no pude aguantar las ganas de reír por la forma tan peculiar que tenía Mark para invitarme a salir teniendo todo los bordes de su labio superior teñidos en con el tostado café. Sentí que me conoce lo suficiente como para saber que no suelo estar cómoda dentro de mi casa obligada a estudiar para rendir materias que no son mi especialidad en lo más mínimo y que cualquier escusa para estar fuera me viene bien y más facilita el asunto que sea él con quién salga. Al fin y al cabo lo que más buscan nuestros padres es que compartamos tiempo juntos con el fin de que se unan nuestras familias en el futuro. Nadie sabe que va a pasar en el futuro y no se puede alterar los próximos sucesos que nos depare el tiempo, así que no había nada que perder al salir con Mark aunque no se diera para enamorarnos.

Minutos antes de que volviera a sonar la campana para volver a entrar clases—: Al fin te encuentro linda, te he estado buscando —se dirigió una rubia de larga melena y ojos azules hacía mi, cualidad genética de los Henderson.

—Amm.. Hola Katia —saludé.

—Hola Helena —me mira— Hola Mark —se dirige al chico que aún se saboreaba mi café—. Linda ocupo de tus dotes literarios para un proyecto de literatura o reprobaré este año.

Yo la miro con desconcierto. Katia Henderson ocupando de mi ayuda cuando es la niña más poderosa de este colegio capaz de conseguir lo que sea al costo que sea, se encontraba justo ahora sentada en la mesa a mi lado y al de Mark.

—¿Y como puedo ayudarte? —cuestioné frunciendo mi ceño.

—Tengo que escribir un ensayo suuuper largo sobre los dichosos poemas de Delmira Agustini como extra para poder acumular puntos a mi promedio. Me está yendo fatal en esto y no puedo reprobar. ¡Please mor! ¡Tu sabes escribir mucho! —soltó casi sin respirar.

—¿Me estás pidiendo que haga tu tarea? —pregunté preocupada.

—Obvio no linda, solo que me ayudes. Anda, ¿Si? —me zamarreó de los hombros.

—¡Vale! —puse mis ojos en blanco y finalmente sonreí.


—¡Gracias, gracias! —exclamó eufórica besándome en las mejillas—. Ya sabes dónde vivo puedo mandar un coche a qué vaya a recogerte hasta tu casa.

—Estaría bien... —alcancé a decir apenas porque la campana del colegio ya sonaba haciendo que todo mundo se movilizara cada uno a sus respectivos salones.

Ahora toca clases de historia.
           
                                  ***

Hora del almuerzo en mi casa.

Solemos almorzar alrededor de las 13hs cuando vuelvo del colegio y mis padres terminan sus juntas de trabajo matutino.

Debía mencionar en la mesa que iría a ayudar a Katia con su tarea pero me daba miedo decirles a mis padres que sería para un trabajo de literatura sabiendo que ésta ha sido la raíz de los problemas y discusiones con ellos últimamente. Entonces opté por decirles que iría a casa de los Henderson y aunque odiaba tener que mentir a mis padres les acabe diciendo que Mark estaría allí y que los tres estudiaríamos juntos para las tareas que se nos aproximan. También odiaba el hecho de tener que utilizar a Mark para no volver a confrontar a mis padres pero por esta vez decidí ignorar mis principios para así obtener la aprobación de salir fuera.

  15:30hs llegó un carro gris muy encerado y brillante a mi casa, muy distinguido, sin dudas el carro era proveniente de los Henderson y sería el enviado por Katia para recogerme y llevarme hasta su casa. Y así fue, agarre mi mochila con mis libros, me despedí de Nana que me miraba salir desde la puerta saludándome con un "Cuídate mi niña" que me hacía sentir validada y salí.
A poca distancia de llegar a la Henderson House, pude notar el increíble y largo sendero que separaba el portón de entrada a su predio de la puerta principal que lucía una increíble puerta de cedro antigua pero muy bien cuidada.

Llegué a la puerta y un hombre de pelo blanco bien peinado con gel hacia un lado me abrió y me hizo pasar hasta la sala grande la cual me sorprendió su tamaño más allá de que ya había estado allí, solo que verla sin tanta gente enfiestada me pareció más grande aún.
Me encontraba admirando tal espacio tan amplio hasta que Katia hizo acto de presencia bajando por unas escaleras semi espiral con barrotes de madera tallada.
Tenía ese maravilloso cabello dorado recogido con una coleta alta que estiraba la piel de su blanco rostro pero lucía unas mejillas rosadas tan delicadas como el movimiento de sus manos. Pisó el último escalón sin dejar de sonreír y el señor que antes me había dado la bienvenida le advirtió de mi llegada.

—La señorita Del Pino va a quedarse a hacer tareas conmigo. ¿Puedes traernos algo para tomar? —dijo Katia con un acento tan distinto al que había conocido durante la fiesta o en el patio del colegio esta mañana.

—¿Gustas té o café? ¿Algún jugo? —se dirigió a mi posando su mano sobre mi hombro.

—Lo que tú quieras, está bien —musité.

—¡Un café por favor! —volteó a ver al señor de cabellos blancos. Éste asintió con la cabeza y se retiró del salón.

—Ven, vamos al escritorio —prosiguió Katia indicándome el camino—. ¿Una Del Pino que no sabe lo que quiere? —agregó en cuestión.

—¿Qué? —me extrañé con su pregunta a la defensiva.

—Por el café lo decía —me miro sonriendo—. Debes tener más decisión sobre lo que quieres, no puedes dejar que otro decida —terminó de decir haciendo culminar su sonrisa con sus palabras.

Sentí muy seriamente el peso de sus palabras en ese momento, sentí que iban más allá de un simple café, como si supiera más de mi de lo que yo suelo dejar que los demás sepan. ¿Cómo se le ocurriría tal cosa justo en estos momentos tan decisivos de mi vida? Sentí como todas mis dudas y circunstancias daban vuelta encima de mi cabeza con formas de signo de interrogación.

—... de literatura, que te parece? —habló Katia—. Helena ¿me estás oyendo?

—¿Disculpa? —dije como si estuviera despertando.

—Cariño, enserio necesito que me ayudes con esto.

—Si, empecemos —murmuré abriendo mis libros.

—Entonces, primero debo hablar de Delmira y explicar sus textos —dijo dejando caer sus brazos sobre la mesa.

—Bien, ¿Qué sabes de Delmira? —cuestioné.

—Esperaba que tú la conocieras —esbozó una sonrisa nerviosa.

—Es una poetisa muy particular de nuestro país, inició sus textos siendo muy joven... —empecé a contar con propiedad—. ¿Enserio no conoces nada de ella? —me asombré.

—Puedo reconocer cuando un leo un buen texto enriquecido como el tuyo, el que he leído, pero de autores no se nada —confesó.

—En ese caso deberías comenzar a tomar apuntes para luego redactar —sugerí regalándole una sonrisa.

—Tienes razón —sacó de su bolso una birome decorada entera con gemas rosas a la que le sobresalían los destellos de su recubierta al ser manipulados por la manos blancas de Katia.

—... Publicó su primer libro en 1907 y tres años después público su segundo... Dime que has leído al menos unos de sus poemas —la miré de reojo dibujando una sonrisa de lado.

Katia también me miró y esbozo de nuevo una sonrisa nerviosa, entonces me di cuenta que este ensayo nos llevaría más tiempo del previsto.
Seguí contando lo que sabía de la biografía de la autora que encabezaría este ensayo el cual sumaría puntos a la calificación promedio de Katia mientras ella apuntaba los datos más interesantes a su parecer, aunque la historia de Delmira Agustini desde su inicio a fin resulta muy interesante, profunda e intensa con un final tan trágico.

*Golpean la puerta del escritorio*
De nuevo aquel señor tan bien peinado marcó su presencia trayéndonos un café y pastel para merendar.

—Gracias Saimon, puede retirarse —dijo Katia a aquel hombre—. Entonces, ¿como murió? —mencionó a continuación dirigiéndose a mi.

—Eso es todo una historia —me referí haciendo gestos misteriosos para atraer el interés de Katia.

—¡Please, resume! Ya me agoté de apuntar —murmuró.
Yo sonreí.

—Se casó en 1913 a la edad de 27 años pero a los casi dos meses de casados se pelearon y ella volvió a la casa de sus padres. Mientras se tramitaba el divorcio comenzó a enviarse cartas con un escritor argentino y de vez en cuando él viajaba hasta aquí para verse con ella. Debes de saber que en esos años en nuestro país, el divorcio para una mujer era algo difícil de ser aceptado y como era de esperarse la justicia dio fallo a su divorcio un 5 de julio. Al otro día su esposo la citó en una habitación de alquiler y allí le puso fin a la vida de Delmira y a la suya.

—¿Qué? —preguntó Katia sorprendida y con ganas de saber más detalles.

—Un amor bastante incomprensible —agregué. 

Lo Que El Dinero No CompraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora