Ha sido un Milagro

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—¿Helena? —susurraban— ¿Helena me escuchas?

Abrí mis ojos con dificultad, sentía el peso de mi cuerpo sobre aquellas sábanas blancas que me envolvían, no podía moverme.

—¿Helena? Responde por favor —alcancé a escuchar el sollozo.

Abrí mis ojos por completo y allí apareció la silueta de Julián a quien pude visualizar apenas por la nubosidad que existía en mis ojos, a un lado de la cama que me sostenía en aquella blanca habitación.

—¡Helena despertaste! ¡Gracias a Dios! —exclamó el chico—. ¡Te pondrás bien!

No alcanzaba a reaccionar del todo, estaba plenamente consiente de todo lo que veía y todo lo que escuchaba pero no podía mediar palabra para responder ni para saber que ocurría.
Escuchaba el sonar del monitor de signos vitales que se encontraba a mi izquierda.

De pronto entró el doctor.

—Helena Del Pino —me nombró sosteniendo una tabla con mi historia clínica y todos mis datos—. Despertaste eso es muy bueno —comentó alumbrado mis ojos con una linterna de mano.

—¿Sabes porque estás aquí? —preguntó.

No podía responder y no estaba segura de que había ocurrido todavía, pero si era consiente de que me encontraba hospitalizada.

¿Dónde estaban mis padres?
¿Por qué estoy acá?
Quería saber pero ni mi voz, ni mi cuerpo respondía.

—Helena de momento puedes oírme pero no vas a poder moverte. No debes preocuparte es cuestión de tiempo para que vuelvas a levantarte pero debes poner todo tu esfuerzo en tu recuperación ahora —soltó el doctor con seriedad.

Julián permanecía allí en un rincón de la habitación, escuchando atentamente lo que el médico decía y recomendaba. No podía comprender la situación ni porqué Julián estaba allí y no alguien de mi familia, es decir, biológicamente Julián es parte de mi familia pero no entendía porque él.

Unos minutos después de sentir que flotaba dentro de mi cabeza, consiente de todo lo que ocurría en esa habitación sentí como cayó mi cuerpo en la cama de la clínica y con él, mi mente haciéndome dar cuenta: ESTOY VIVA.
Y finalmente me volví a dormir.

Horas después desperté con la esperanza de estar en la comodidad de mi habitación y pensar que todo ha sido una pesadilla, pero convencerme fue en vano porque la pesadilla apenas comenzaba.

—¿Qué… qué pasó? —pregunté a Julián que aún seguía allí.

—No te esfuerces demasiado. Ahora debes descansar

—¿Dónde están mis padres? —cuestioné alterada mirando a mis alrededores.

—Vienen en viaje hasta aquí. Pueden tardar un poco, recuerda que están en el extranjero —respondió.

—¿Y que me pasó? —seguí indagando.

—Helena. Tuviste un accidente.

Mi pulso se aceleró, podía oírlo por el monitor al que estaba conectada, mi vista se nublo de repente y me sentí muy débil.
Estaba comenzando a caer en la realidad.

En mi mente rodaban imágenes sueltas; el baile de primavera; mi madre caminando con su maleta; mi padre despidiéndose de mi; Mark Johnson y Katia Henderson también daban vueltas en mi cabeza queriendo encajar las imágenes en su orden.

—A fuera hay chica que lleva un buen rato esperando para poder verte —comentó Julián.

—¿Quién es?

—Supongo que una amiga tuya —respondió.

La imagen de Katia Henderson se venía a mi mente tras esas palabras.

—¿Cómo está ella? —pregunté al chico ñ refiriéndome a Katia.

—Bien o eso creo, yo no la conozco. Se que está preocupa y quiere saber de ti —dijo.

Aún sin saber que ocurría y ni los detalles del accidente, asentí para que la chica que esperaba mi recuperación pudiera entrar a ser testigo de que sigo viva.

Julián salió de la habitación rumbo a la sala de espera a buscar a esa chica y decirle que podía pasar.
Segundos después la puerta de mi habitación se abrió lentamente y una voz gruesa y ronca pidió permiso para pasar. Yo levanté lentamente mi cabeza envuelta en gasas y vendas para recibir a la chica que imaginé que sería Katia, pero su voz no me parecía familiar.

—¿Cómo estás? —dijo la joven en un susurro, terminando de cruzar la puerta que separaba mi habitación del eterno pasillo de la clínica.
A
No conocía a aquella chica de ningún lado ni por casualidad. Sus ojos eran tan oscuros como flotar por la galaxia, y su cabello tan negro y corto de aspecto varonil. Su piel morena parecía salir del verano en forma uniforme y apenas comenzaba la primavera.
«Se habrá equivocado de sala», pensé.

—Soy Marlot. Marlot Álvarez, a tus ordenes —se presentó extendiendo su mano hacia mí sin darse cuenta que yo apenas podía moverme—. Oh, lo siento —se disculpó.

Yo seguía sin hablar, estaba totalmente desconcertada y asustada, si ella no era Katia. ¿Katia dónde estaba?.

—Me alegra que hayas despertado —exclamó dejándome ver su sonrisa que desprendía luz alrededor de todo su ser y me transmitía una paz que no sentía desde hacía mucho tiempo.

—¿Me… me conoces? —pude preguntar lentamente.

—No mucho más que tu nombre y tu estado de salud ahora. Si eso cuenta como conocer pues, entonces si —contestó con su tan peculiar tono de voz encogiendo sus hombros sin dejar de sonreír.

Lo Que El Dinero No CompraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora