Adiós Agosto

4 2 0
                                    

17 años de vida y sentía que ya no podía continuar soportando las amarguras que nos deparaba la vida misma.
¿Por qué siempre tiene que ser todo oculto, y debemos llorar nuestras penas en secreto como si no fuéramos humanos?
Nadie puede saber de lo que pasa dentro.

El dinero tiene esa condición, te da todos los beneficios materiales que puedas imaginar pero nunca te va a dar la libertad de ser, existir y sentir.

En este mundo en el que he vivido hasta ahora, solo ha habido caprichos, y apariencias, sumados a mucho dolor de lo cual no puedes hablar ni expresar porque... ¡Vamos! ¿Qué problemas puede tener una chica de 17 años con todo pago y la vida resuelta?

Debes saber que en este mundo solo hay dos clases: Ricos y Pobres.
Están las personas millonarias sin dinero, que no carecen de afecto hacia el mundo, que no se privan de estar con quienes aman, no viven condicionados por "el que dirán", los que sienten y expresan, personas millonarias en permitirse, en compartir en la abundancia y en lo mínimo, millonarias en la sabiduría de equivocarse y rectificar. Y también estamos las personas pobres, esas que solo tenemos dinero.

A mis 17 años el mundo se me venía encima como torbellino y temporal de agosto, arrasador, con fuertes lluvias de varios días que parecen nunca acabar y con ráfagas de vientos infernales capaces de destruir cualquier construcción humana que hayamos ideado, trabajado y conseguido.

Aún no estaba todo perdido, y aunque no me sentía lista para contar todo el drama que estaba protagonizando mi familia, sabía que tenía un par de amigos. Amigos a quienes apoyar y no dejar que les ocurra lo mismo que estaba sucediendo ahora con mis padres.
No sabía cómo poder evitarlo realmente, no sabía en concreto como poder ayudarles pero sabía que la situación de ellos es diferente ahora y mientras haya vida hay esperanza.

                                   ***

—Oye, ayúdame a escribir algo bonito para Katia —dijo Mark susurrando en la biblioteca del colegio.

—¿Qué? —pregunté sorprendida por su repentina petición.

—En pocos días será su cumpleaños y quiero hacerle un regalo especial, pero para eso necesito la ayuda de un genio de las letras para escribirle una carta —soltó sin pausar.

—¿Una carta? —cuestioné sorprendida—. ¿Mark Johnson quiere escribir una carta a su amor?

—Bien, ya entendí —respondió Mark poniendo sus ojos en blanco.

—Es que me parece una idea tan maravillosa y romántica —expresé apoyando el codo sobre la mesa y sosteniendo mi cabeza con la misma mano.

—A ella le gustan mucho tus poemas asique pensé…

—Esta bien, le haremos una carta —le dije alborotando su cabello.

Me hacía bien compartir tiempo con Mark y Katia últimamente ya que la soledad de mi casa resultaba eternamente abrazadora. Pasar tiempo con ellos se hacía menos penoso aunque a veces sentía que interrumpía sus momentos. Pero ellos me utilizaban de escusa para poder salir entre sí, asique yo lo disfrutaba. En ese sentido ganábamos todos.

—Ah, otra cosa —dijo Mark antes de salir de la biblioteca—. Se aproxima el gran baile de primavera —terminó guiñándome un ojo.

—¿Y eso qué? —dije entre risas y desinterés.

—Serás mi compañera de baile Helenita —se mostró decidido.

—¿Cómo? Pero ¿y Katia? —sonreí de lado.

—Ella también irá. Sabes a lo que me refiero —Mark volvió a guiñar su ojo.

—Bien, ya entendí —murmuré sarcásticamente.

Últimamente teníamos un amorío de tres cada vez que salíamos. Ellos se amaban entre sí, y yo los amaba aún más cuando se amaban.

                                ***

Lo Que El Dinero No CompraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora