Hora de la Verdad

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“Cambios

Remota alteración desafiante m

Amantes en permuta, mutación, trasplante

Semblantes inertes si llega tajante.

Variación que no perdona a un corazón perseverante

Por tales canjes sumidos al tiempo

Portales se abren cerrando los libros de cuentos

Si vale un recuerdo acertado por cierto

La sustitución será obra de vivos y muertos.”

  La confesión de mi padre dio un giro de 360° a mi vida entera, a mis ideas, a mis pensamientos, a mis sentidos en general.

La confesión de mi padre me puso en un lugar de penumbras, aunque algunas dudas fueron aclaradas, se sentía con peso cómo cada vez surgían más y nuevas.

Los negocios de la empresa millonaria que lleva mi apellido, se veían suspendidos por razones personales de los jefes y directores de la misma, pero la bolsa de valores no entiende de éstas razones intrafamiliares aunque la misma empresa era la principal razón por el cual todo esto ha ocurrido, haciendo que heredemos no solo lujos, millones, cuentas en los bancos, viajes y autos, sino también nos ha heredado angustia, resentimiento, mentiras, secretos y nos ha hecho olvidar que el amor no tortura, el amor de verdad une, no nos separa.
¿O no?.

No fue hasta el día siguiente en el colegio, que en el recreo de media mañana, mientras realizaba mi rutina de ese horario, aparecieron Mark y Katia para sentarse conmigo. Allí estaba yo sola hasta que ellos llegaron.
Sola con mi café y mi medialuna.

—Heey Helenita ¿cómo estás? —dijo Mark mientras me empujaba del banco para sentarse a mi derecha.

—Cariño, disculpa no había podido llamarte. ¿Te encuentras bien? Estás pálida —comentó Katia mientras se sentaba a mi izquierda.

—Si estoy bien —respondí en voz baja.

La situación se sentía muy extraña.
La fiesta; Katia con su crisis nerviosa por Mark; Mark que desaparece de nuestros radares; Luego Mark y Katia juntos y ahora estaban allí junto a mi sin mencionar una sola palabra de lo que sucedía, en verdad era muy extraño y frustrante para mí que soy la que siempre hace preguntas y quiere respuestas sinceras.

—¿Están saliendo? —pregunté impaciente.

Ambos hicieron silencio mientras me veían con desconcierto.
Sabía que quieran excusarse y negarlo entonces proseguí—: Oh Vamos, yo los vi —aseguré.

—¡Shh! ¡Baja la voz! —ordenó Katia.

—Deberíamos hablar de esto en otro sitio —sugirió Mark.

Los tres nos levantamos del asiento, agarre mi mochila y mi merienda y los seguí hasta un salón del colegio, uno que siempre está abierto pero que nunca se usa. Allí estaríamos seguros de hablar sin ser interrumpidos.
Me quedé viéndolos sería, apretando mis labios hacia un costado y levantando una ceja.

—Llevamos juntos algún tiempo —confesó Katia.

Yo seguí observando pero está vez entrecerré mis ojos como juzgando.

—Desde antes de que fueras nuestra amiga —gregó Mark.

—¿Y por qué nunca me lo dijeron? —sentí una gran presión en el pecho—. Creí que yo era su amiga.

—Linda, lo eres —dijo Katia acomodando mi cabello detrás de mi oreja.

—¿Entonces que ocurre? —sollocé.

Lo Que El Dinero No CompraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora