Tenemos que Hablar

3 2 0
                                    

Nuestro grupo de tres también parecía estar desmoronándose.
La figura líder que había provocado que los tres compartieramos tiempo de calidad, se estaba haciendo a un lado, estaba huyendo de los problemas de una forma destructiva para sí y para nosotras porque claramente no queríamos dejar que se hiciera daño.

No me esperaba esto de Mark aunque pensándolo bien no me esperaba nada de todo lo que estaba sucediendo.

Al día siguiente de la plática con Katia esperé a Mark en el colegio, esta vez llegué aún mas temprano para evitar que me ocurriera como antes, el día que llegué temprano pero él ya estaba dentro.
Fuí más temprano esa mañana a las puertas del colegio que aún no abrían pero él nunca llegó. Y en lo que restó de la semana no asistió a sus clases.
Sus promedios eran siempre excelentes en la materia que fuera, tenía ese don de destacar en sus notas con apenas estudiar, podía darse el lujo de faltar a clases de vez en cuando pero creo que esta vez es más bien un capricho. Mark sabía que lo sabíamos, aunque yo no lo sabía, él debió suponer que me daba cuenta de su situación y que me lo tomaba con calma. Quizás sintió que no me importaba por mi actitud arrogante y egoísta y quizás por eso creyó que estaba bien seguir consumiendo drogas he involucrarse con personas peligrosas en un ambiente distinto al que habituamos. Ese era su medio de escape.

La siguiente semana volvió a retomar sus clases, lo noté ausente y distante. Esperé hasta el recreo de media mañana para poder dirigirle la palabra y por alguna extraña razón sentía miedo de hablar con él.

—Hey Johnson! —llamé su atención caminado por el pasillo del colegio—. ¿Podemos hablar?

—¿Qué ocurre Helenita? —respondió con normalidad esbozando una sonrisa que marcaba aun más su quijada casi perfecta.

—Que no me llames así —ordené poniendo mis ojos en blanco.

—Eres linda cuando te enojas —pasó su brazo por mis hombros mientras caminábamos a la cafetería. Sonrió.

—Si muy gracioso —balbucee.

—Jaja ¿Lista para nuestro baile? —cuestionó Mark abriendo la puerta de la cafetería para dejarme pasar primero.

Por un momento lo vi en buen estado, físico y emocional. Pensé que el torbellino de dudas y de caos que me atormentaban habían pasado y que nuevamente el sol salía para alumbrar nuestras vidas y guiarnos.

Entre tanto alboroto cotidiano progresivo había olvidado por completo el Baile de Primera que se aproximaba.
No sabía cómo estaban las cosas entre Katia y Mark, pero sabía que el día del baile, yo sería el puente que permitiera que dos corazones sintieran sus latidos más cerca, y de alguna manera ellos contagiaban con amor al mundo o más bien a mi.

—Pasaré por ti a las ocho —enmarcó Mark haciendo que vuelva de mi nube mental espontánea.

Yo asentí con la cabeza haciendo una mueca que parecía ser una sonrisa pero mi preocupación por él brotaba por cada poro de mi piel y no lo podía disimular. Y una vez que nos sentamos en la mesa agregó—: Intento dejarlo ¿sabes?

—¿Qué? —cuestioné queriendo fingir que no sabía de qué hablaba.

—Katia me lo ha dicho. Ya no es un secreto. Se que lo sabes —dijo agachando su mirada como si estuviera apenado.

—Mark... —musité sujetando su mano por encima de la mesa.

—Lo siento, no quería preocuparles.

—Tengo mucho miedo —solté sollozando.
Quería contarle todo lo que ocurría conmigo también pero no pude.

—¡Ven aquí pequeña!- dijo levantándose para darme un abrazo.

Sus abrazos se sentían muy cálidos, así como el sol que ya alumbraba septiembre queriendo dar paso a la primavera. Sus abrazos sabían a esperanza y a poder soportarlo todo si estaba cerca pero pensar que podía volver a ese mundo tedioso de estupefacientes capaces de adormecer cualquier estado que provoque dolor, ansiedad o amargura, me daba lugar a la desconfianza y a estar alerta.

Katia no tardó en unirse a nosotros ese recreo y la relación entre ellos parecía florecer. Era fascinante para mí saber que todo iba bien pero no entendía al amor, a ningún tipo de amor; la relación amorosa prohibida de estos dos chicos que iba y venía; la relación de mis padres que permanecía y duraba sin amor; la relación conmigo misma culpándome siempre por todo lo malo que ocurría a mi al rededor y mi hermano que acababa de entrar en mi vida.

                                    ***

—Hola Papá —saludé al llegar a casa, dejando mi mochila suspendida en un sillón de la sala.

—Hola cariño, ¿Cómo te fue? —cuestionó mi padre que se encontraba en el sillón contiguo leyendo el periódico.

—Regular papá —comenté dejando caer mi cuerpo sobre uno de los sillones.

—¿Sabes algo de mamá?

—Creí que se comunicaba contigo —agregó.

No entendió mi pregunta pero yo entendí la respuesta.
Realmente quería saber si existía alguna pizca de interés en reunir a la familia de nuevo; sentía como su soledad también enfriaba mi cuerpo.

—¿Papá, podemos hablar? —pregunté.

—Cariño… —quería evitar tener esta conversación—. ¿Qué ocurre? —cerró su periódico.

—¿Por qué no puedo conocer a tu otro hijo? —cuestioné sin pena.

—Por que no, Helena. No quiero que te relaciones con él —se alteró.

—Pero papá una explicación al menos —exigí—. Si le has ayudado no creo que sea tan malo.

—¿Qué dices? —preguntó.

Se suponía que yo no debía saber que mi padre le había ayudado ya que en su historia las chequeras eran para pagar su silencio, pero según Julián eran para costear el tratamiento de su madre, entonces necesitaba desenmascarar a uno de los dos.

—Eso papá. Que le ayudabas con dinero.

—¡Él solo quería arruinarnos Helena! —dijo en un solo grito.

—¡MIENTES! Nuestras familia está arruinada desde siempre papá. ¿Por qué sigues mintiendo? —grité también.

El silencio se apoderó de la sala.

—Lo se todo papá —murmuré— y no puedes prohibirme que conozca a mi hermano —di media vuelta para ir hasta mi habitación y su silencio fue la respuesta perfecta para saber no era Julián quien mentía.

La vueltas de la vida, podía confiar en hermano que no me conocía de nada y no en mi padre quien me ha tenido consigo desde siempre.

No tardé en subir a mi habitación a dejarle un mensaje de texto:

“Hey, ya sabes quién soy. ¿Podemos encontrarnos mañana en la tarde?”

Lo Que El Dinero No CompraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora