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Ayato y Thoma estaban en el hogar de un lado a otro trabajando, cada uno en sus cosas.

El peliazul se preparaba para recibir al viajero junto a su hermana, mientras que su pareja arreglaba la hacienda con la ayuda de los demás empleados.

Gracias a los arcontes todo salió bien, tuvieron un almuerzo agradable y divertido, compartieron anécdotas de los últimos meses, desde las aventuras de Aether como los logros de los hermanos, y no se olviden de Paimon...

En cuanto el viajero y la chiquilla flotante se marcharon, Ayato dejó salir un largo suspiro. Su hermana se dió cuenta al instante y se acercó a él tomándolo de los hombros.

- Hermano, será mejor que descanses, estuviste demasiado tenso hoy.

Ayato sin muchas ganas de discutir asintió, le haría caso a su hermanita. Pero a su manera.









Horas más tarde...











- Thoma.

Interrumpió el peliazul a su novio, éste se giro viendo al mayor.

- ¿Mmm? ¿Sucede algo?

No respondió, sus actos se hicieron presentes. Tomó a Thoma de los hombros y lo empujó a la pared.

- Follame, aquí y ahora.

- P-pero...

- Nadie está despierto, ya revisé.

Thoma lo vió un poco nervioso, no solía ser tan demandante pero tampoco podía negarse a aquello. Dejó escapar un suspiro para luego dejar escapar una pequeña risilla nasal. Tomó las caderas de Ayato con ambas manos y lo atrajo a él, besó con un poco de rudeza los labios del peliazul, el cuál éste correspondió de la misma forma. Estuvieron un rato así hasta que se les acabó el aire, al separarse Thoma mordió el labio inferior del mayor.

Cambiaron de posición, Thoma estaba empotrando a Ayato en la pared del pasillo, respiraba sobre su cuello y susurraba palabras obscenas cerca de su oído. Ayato se quejó por la brusquedad del rubio, pero tampoco lo detendría.













- Ayato... No creo que-

- No te atrevas a parar.

El rubio mantenía la pierna de su novio en alto y su mano surda se encontraba en su cadera, follaba profundamente su interior.

- Buen chico, Thoma.~

- Ah~ No aguanto.

Dijo ya con el sudor cayendo de su frente, de igual forma sentía su pene hincharse cada vez más en el culo de Ayato, el peliazul gemía en bajo, no quiciera despertar a nadie.

Al cabo de unas embestidas más, ambos se corrieron, las piernas de Ayato manchadas del semen de Thoma, y la pared con los fluidos del peliazul.

30 Días | ThomaToDonde viven las historias. Descúbrelo ahora