Capítulo 15

1K 102 6
                                    

—¿Honey?

Malakai se llevó una grata sorpresa al ver al pequeño Honey de pie en su oficina, con una enorme caja de donas entre las manos. El castaño lucía nervioso, aunque eso no era sorpresa. Sus mejillas estaban rojas, su cabello desordenado e incluso parecía haber tres botones fuera de lugar en su camisa a cuadros. Malakai era un hombre con mucha inteligencia, así que solo necesitó dedicarle una mirada inquisitiva al cuerpo de Honey para saber que el muchacho había corrido hasta el club una vez más. Malakai supuso que iba a desmayarse en cualquier momento, así que intentó acercarse para sostenerlo.

Una expresión dolida atravesó el rostro de Malakai cuando Honey retrocedió, alejándose de su toque por reflejo.

Honey tragó saliva nervioso, apretando la caja de donas con tanta fuerza que podría haberla roto si no estuviera hecha de un cartón resistente. Temblando, extendió la caja de donas y susurró las palabras que había estado ensayando durante todo un día.

—S-Señor Malakai, aquí está… le traje u-unas donas de chocolate y va-vainilla.

Honey estaba tan nervioso que se habría desmayado de no ser por las dos pastillas de caramelo que se había tragado antes de ir. Ahora estaba muy nervioso y ansioso, con tanta azúcar recorriendole el cuerpo que apenas podía pensar con claridad.

—N-No quería se-ser cruel l-la otra vez, pe-pero me asustó mu-mucho lo que pasó en el club y n-no sabía q-que hacer… ¿P-Puede usted perdonarme?

Honey se mordió el labio con nerviosismo.

—S-Sé que a usted le gustan esas cosas… n-no sé si me gustarán también, pero solo quiero estar con usted… realmente me gusta, señor Malakai. Disfruté mucho nuestra cita.

—Honey…

—Y lo siento. Usted es muy amable y yo soy un desastre, pero… me gustaría estar con usted. S-Si usted quiere, claro. Ehm, y-yo realmente lo qui-quiero mucho. Luego puedo intentar… ser su sumiso s-si no me asusta. Y-Ya dije mucho ¿no? L-Lo siento.

—Honey…

—N-No se enoje, por favor.

—¡Honey!

El grito de Malakai hizo que el pobre muchacho abriera los ojos con sorpresa. Apenas tuvo dos segundos para procesar lo sucedido antes de sentir que su rostro era sujetado. Un segundo después estaba siendo besado con fuerza.

Honey no pudo reaccionar a tiempo. Tardó un largo rato en procesar que Malakai, el hombre que había dominado sus pensamientos durante tanto tiempo, estaba besándolo con tanta avidez que era imposible no derretirse en su toque. Al reaccionar del todo, Honey llevó sus manos hacia los hombros de Malakai y se aferró a él con fuerza. Casi al instante su cuerpo fue envuelto por el cálido abrazo de Malakai mientras los labios del hombre acariciaban su boca.

Una mano gruesa y áspera se mantuvo en su mejilla, manteniéndolo cerca.

Su beso terminó demasiado pronto. Honey no pudo evitar estirarse en busca de más contacto, pero no lo consiguió debido a que Malakai se alejó. Sus manos continuaron acariciándolo.

—Señor Malakai…

—Honey, no hables. Déjame hablar a mí.

Malakai empezó a acariciar el rostro de Honey, usando su pulgar para trazar círculos en las abultadas mejillas del rellenito muchacho. Honey se sonrojó. Sin embargo mantuvo su mirada en los ojos de Malakai, haciendo uso de una valentía que ni siquiera sabía que existía.

Por Dios, realmente extrañaba sentir esa poderosa mirada sobre él. Malakai era… era todo lo que Honey quería.

—Escucha, Honey. No tienes ni la más mínima idea de lo que significas para mí— habló Malakai, su tono tan contundente como siempre lo había sido. Le hacía temblar. Honey estaba lentamente volviéndose adicto al hombre enfrente suyo. —Te quiero. No sabes lo mucho que me dolió pensar en la posibilidad de que no volverías a mí, de que te asustaría todo ésto.

—Y-Yo…

—Dejame terminar— interrumpió Malakai con severidad. —Honey, en éste momento eres lo más importante para mí. No necesito nada más. Tú…me haces tan feliz. Contigo soy distinto. Me haces sentir como si fuera un adolescente enamorado. Tu eres todo lo bueno que hay en éste mundo. Eres mi prioridad. Disculpa mi lenguaje, pero honestamente me importa un carajo el club si no puedo tenerte junto a mi. Si me lo pides, jamás volveré ni siquiera a pensar en el BDSM.

Honey estaba tan conmovido como asombrado. No podía creer que Malakai le estuviera diciendo todas esas cosas. Él se sentía tan pequeño al lado de Malakai. Y sin embargo Malakai le estaba diciendo que era lo más importante en su mundo. Eso…eso era tan extraño pero se sentía tan correcto.

Honey no fue consciente de su propio cuerpo hasta que se encontró a sí mismo de puntillas, sujetando la nuca de Malakai para atraer al hombre en un beso que para él se sentía como una promesa. Una promesa de que, sin importar nada, él iba a permanecer al lado de Malakai. Sus labios fueron suaves y gentiles. Las manos de Malakai sujetaron su cintura. Sus dedos apretaron solo un poco. Estaba en el paraíso.

Su respiración se agitó cuando los labios de Malakai abandonaron su boca solo para posarse sobre su cuello, recorriendole con su lengua de un modo que hizo a Honey débil de las rodillas. Nadie nunca le había besado así, mucho menos en esa área. Pensó que sería desagradable al leer escenas similares en sus libros, pero cuando Malakai estaba lamiendo y chupando su cuello no podía evitar sentirse de tantas maneras. Su cuerpo se hizo débil. Iba a desmayarse en cualquier momento con todas esas emociones atravesando su corazón.

El castaño dejó salir un jadeo mientras los labios de Malakai seguían bajando. Por instinto Honey sujetó su cabello y jaló al hombre cerca de su cuerpo, temblando con cada toque recibía su anatomía.

De algún modo terminaron uno encima del otro sobre el sillón en la oficina.

Honey sintió que le ardían los ojos, mas no tenía ganas de llorar porque estuviera triste o deprimido. Sus lágrimas en ese momento venían de la abrumadora sensación en su piel. Malakai siguió besando su cuello con pasión, dejando marcas que seguramente serían vergonzosas después. Honey estaba formado sumergido en el placer. Era la primera vez que hacía algo de ese tipo y realmente se sentía bien.

Se mordió el labio, tensando sus muslos con fuerza al sentir que Malakai succionaba un punto particularmente sensible en su cuello, justo donde estaba su yugular. Tembló de pies a cabeza, su espalda levantándose mientras era embestido por el dulce y tentador placer. Sentía muchas cosas. Todo en su ser pedía a gritos más incluso si no sabía qué era ese "más". Lo único que sabia era que se sentía demasiado bien y no quería deshacerse de tal sentimientos.

No sabía que estaba gimiendo hasta que oyó un sonido muy cerca de su oreja. Era una risa, solo que no burlona o cruel. Solo parecía encontrar algo divertido.

—¿P-Por qué te ríes?— alcanzó a murmurar en un tono triste.

—No es nada. Solo me sorprende saber que eres tan sensible como creí que serías.

—¿Eh? ¿A qué se refiere?

Honey estaba genuinamente confundido.

—No es nada, Honey. Solo me gusta verte así.

El castaño tragó saliva. Sus nervios habían disminuido un poco durante en el beso. Ahora podía estar levemente relajado, aunque sus paredes mentales seguían allí.

Malakai se mantuvo a una distancia corta, observando las expresiones de Honey durante unos segundos antes de retirarse. Tomó asiento en el sofá y ayudó a Honey a sentarse del mismo modo. Ambos miraron hacia otro lado. Repentinamente era incómodo estar así luego de haberse besado con tanto fervor tan solo unos instantes atrás.

Honey estaba muy nervioso.

También estaba feliz porque resolvió el malentendido con Malakai.

—¿S-Somos una pareja ahora?— preguntó Honey tímidamente, sus manos moviéndose con nerviosismo.

—Sí, mi lindo osito. Somos una pareja.

Honey no dejó de sonreír en todo el día.

Chubby Boy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora