El gato en la ventana

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            —¡Eh, Taiju! —gritó en medio de la multitud. Solo una persona volteó y la miró con cara de pocos amigos. —¿No te acuerdas de mí?

La sonrisa tontorrona no provocó más que enojo en el enorme hombre. Se devolvió de su propio camino y agarró a la mujer por el cuello, simulando que la dirigía abrazada cariñosamente, pero realmente la estaba apretando para castigarla de algún modo.

—¿Cuántas veces debo decirte que no grites mi nombre en público? —Apretó aún más, haciendo que casi gritara de dolor. Algunas personas que los veían pasar pensaban que simplemente jugaban.

—¡Ay! ¡Duele, duele, duele!

—Y te va a doler más si alguien se da cuenta de que estoy acá.

—¡Espera, Espera! Solo venía a decirte que tu objetivo no está aquí. —La gran mano de Taiju empujó a la gruesa mujer contra una pared, en un callejón más o menos solitario.

—¿Qué estás diciendo? —le preguntó mirando hacia los lados, asegurándose de que nadie los escuchara.

—Que tu objetivo no está aquí. Ran me mandó a decírtelo, aunque Rin no quería que viniera.

—¿Por qué debo creerte?

—No seas tan rudo, después de todo, a veces te damos trabajos extra.

—¿Qué pasó con el objetivo?

—No vino porque su madre se enfermó. Así que dudo que lo encuentres.

—¿Ran te paga para dar recados?

—Mm... nop, Ran es como mi hermano.

—Seguro... dos celestiales y un demonio mofletudo, bonito trío deben hacer. —comentó levantando una ceja, un poco aburrido.

—Solo vine a avisarte eso.

—Vete a casa, Bokoi.

—Ran dijo que me darías dinero.

—¡Jajajaja! ¿Me estás jodiendo?

—Nop, Ran dijo que si no me das dinero, le dirá  a tu hermanito mayor que aún te haces rico trabajando sucio para gente millonaria. —La sonrisa de Taiju se borró de inmediato al oír eso. Volvió a mirar hacia los lados, tomó aire. Sacó su billetera y de ella un montón de billetes. Se los puso a Bokoi bajo la gorra negra de lana que cubría su cabeza. Luego de eso bajó la gorra y le dio un pequeño golpe en la cabeza.

—No quiero volver a verte. Si eso pasa de nuevo, me encargaré yo mismo de que te borren la cara a golpes.

—No se les pega a las mujeres.

—Que tengas vagina no te hace tan mujer. Te falta mucho para eso, empezando por que te gusten los hombres, aberración de satanás.

—Si me gustaran los hombres, tú serías el último en el que me fijaría.

—¡Gracias a Dios! ¡Vete, ahora! —Bokoi obedeció y Taiju salió refunfuñando del lugar. Subió a su motocicleta y le dio contacto. Antes de partir, sintió que alguien lo observaba. Buscó con la mirada hasta dar con ese peso distante. En la parada cercana a donde tenía la motocicleta había una chica que hacía cierto contraste con el resto de las demás personas alrededor. Esto se debía a que llevaba una chaqueta con la gorra puesta y una mascarilla del mismo color. Lo llamativo era lo blanco de su ropa, parecía irradiar luz, por la diferencia con la noche y los colores opacos de todo lo que la rodeaba. Solo su camiseta era negra. Estaba tranquilamente apoyada en un pilar del paradero, con las manos cruzadas y aunque Taiju hiciera contacto visual directo con ella, permaneció en la misma posición, sin dejar de mirarlo.

Taiju Shiba - Un santo entre siete pecadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora