Ilusiones

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Advertencia: +18. 

Taiju entró en su departamento, encendió la luz, dejó el bolso en el piso y se quitó los zapatos. Todo estaba tal como lo había dejado antes de irse de vacaciones. Colgó las llaves y su chaqueta, también dejándola lado de la puerta. A pesar de estar cansado encendió el televisor y fue a la cocina para servirse un poco de agua mientras miraba las noticias. Hablaban sobre los índices económicos para el año siguiente y cosas que Interesaban, por lo que permaneció ahí un buen rato. Hasta que sonó su móvil. Miró el número y vio que se trataba de Ran, pensó en contestarle, pero dejó que el teléfono sonara, no tenía ganas de saber sobre problemas estando con el ánimo relajado con el que había regresado de su descanso. Rato después recibió un mensaje.

—Llámame si volviste a Tokio, hay un negocio para ti, pagan mejor que la última vez.

Tampoco contestó el mensaje. Por un momento pensó que quizás Ran mandaría a matar a su hermano, por eso no quiso contestar. Bostezó grande, enjuagó el vaso que había usado, lo secó y lo guardó para después entrar al baño, quitarse la ropa y darse una ducha caliente, afeitarse y secarse el cabello. Se fue a su habitación muy somnoliento y puso el despertador en su celular, a las seis de la mañana. Se metió a la cama solo con su bóxer azul oscuro y el cansancio del viaje lo venció. Durante las primeras horas no supo ni siquiera de sus propios sueños, pero uno se coló en medio de la noche y fue tan real que por un momento creyó que no era un sueño.

«Dios... perdóname por dejarme llevar de esta manera...» Pensaba en el sueño, aunque creía que era un pecado, no lograba controlarse, y era porque hacía tiempo que no tenía a una mujer con él en la cama, a la vez que nunca, ninguna mujer le había hecho sentir tanto placer. Miraba hacia abajo y podía empujar casi con cuidado hacia sí, la cabeza de una chica, sintiendo que su miembro llegaba al fondo, a su garganta, mientras los labios apretaban en un sube y baja repetitivo, pero que le daba escalofríos. Escuchaba leves gemidos ahogados y eso lo prendía aún más, dándole deseos de empujar con más fuerza. Poco a poco comprendió que era solo un sueño y no se resistió más. Empujó con fuerza, provocándole una arcada a ella que le hizo levantar la cabeza, entonces vio su rostro, pálido, los labios enrojecidos y mojados por el reiterativo roce con su pene. El rostro redondeado y lozano hacía un cuadro perfecto entre la expresión casi inocente y pervertida de aquella mujer, a la vez que los ojos oscuros, llorosos y fijos en los suyos le hacían temer un poco, pero ella tomó la enorme mano del hombre y, acomodándose con su cuerpo sobre el de Taiju; precisamente con las piernas abiertas sobre su miembro desnudo, se puso su dedo medio en la boca y comenzó a chuparlo, simulando la felación que hacía anteriormente, luego incluyó el índice. Él estaba concentrado en aquella escena cuando ella cerró los ojos, él vio los dos lunares en su párpado izquierdo y le pareció que no había reconocido a la mujer hasta entonces. En ese instante tuvo una especie de dilema, se vio metafóricamente en un puente entre el cielo y el infierno; Tocaba su piel suave y blanca, sentía cómo esos labios gruesos apretaban sus dedos y su lengua los mojaba y también quería despertar, porque las palabras de Wakasa se repetían en su mente «No te metas con ella» y le parecía estar siendo observado por los idos ojos violeta de Ran... todos esos pensamientos se desvanecieron cuando ella gimió, tomando su mano izquierda para que él tocara su pecho, al reaccionar también sintió que la entrepierna de Ima se deslizaba con suave facilidad hacia adelante y hacia atrás sobre su erección, empapándolo. Se sintió vencido por el demonio y se transformó él mismo en ese demonio lujurioso. Se sentó con ella encima y le quitó los dedos para poner su boca en la suya, dándole a probar su lengua, al mismo tiempo que con una mano la levantaba por las caderas sin ningún esfuerzo y la bajaba rápido, pero sin ser violento, haciéndole sentir a ella el enorme deseo que mantuviera cautivo. «Es un sueño... es un sueño... si lo reprimo será peor en la realidad...» se repetía ahora, mientras el gemido de ella en su oído se transformaba en un quejido sensual de mayor volumen a medida que él la penetraba con más fuerza. Sentía que la estrecha cavidad lo recibía complacientemente. «Sé que te duele, y sé que también te gusta ese dolor» decía él al oír que ella gemía más fuerte y se aferraba a su espalda con las uñas incluidas. «¿Por qué vienes a perturbar mis sueños, hija del diablo?» Hasta entonces ella no había hecho más que emitir sonidos de dolor y placer combinados, pero le habló con su voz agitada y casi susurrando:

Taiju Shiba - Un santo entre siete pecadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora