▬El Rin y El Ran▬

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Gritaban, no se podía hablar normalmente en aquel lugar, la música estaba a un volumen tan alto que no era posible oír sin acercar el oído a la boca del otro o viceversa, aquello también incitaba, según el caso, a alterar los sentidos, además del alcohol en la sangre...

Ran, quien estaba sentado a la barra con un trago conectado a su boca por un largo sorbete, miraba de reojo cómo una pareja, cercana a su lugar, se demostraba cariño efusivamente. La poca luz les hacía creer que nadie los estaba mirando, o tal vez disfrutaban de que otros vieran su excitación sexual. Le hubiese dado exactamente lo mismo, pero el tipo que tenía acorralada a la chica contra la misma barra y le estaba metiendo la mano bajo la falda, y la otra mano bajo el top, era su hermano Rindou. Ran tomó aire mirando hacia todos lados; estaba claro que, por el contexto oscuro, festivo, en el que seguramente estaban todos tocados por alguna droga o algún trago fuerte, nadie estaría al tanto de lo que hacía Rin con aquella mujer, pero a Ran le hartaba. Conocía de sobra las falencias psicológicas de su hermano menor,  sabiendo que lo que hacía podía ser perfectamente un impulso por demostrar que él también podía tener a la mujer que quisiera, y de esa forma no quedar apocado al lado de su hermano mayor.

Al cansarse de aquello, Ran se puso de pie y se fue a otro lugar con su trago en la mano, recorrió por un rato algunos rincones del gran local hasta aburrirse del ruido y del humo, decidiendo subir una escalera semioscura que lo llevaba  a un pasillo de la enorme discoteca. Se retiró con la intención de encerrarse en una de las oficinas que había en el fondo. Al llegar al final del corredor, vio a la chica que antes estaba en la barra con Rin.

—¿Qué haces aquí? ¿Esperas a Rindou?

—Vi cómo nos mirabas en el bar. Pensé que sería bueno compartir contigo también.

—¡Qué linda! —dijo Ran, enterneciendo su mirada y riendo nasalmente. La chica, sin comprender el sarcasmo del esvelto hombre, sonrió coqueta y se bajó el cierre de su chaqueta, el top ya no estaba, por lo que él pudo ver sus pechos desnudos.

—Puedes tocar, si lo deseas.

—Eres muy hermosa... ¿Cuánto cobras?

—¡Oye! No soy una prostituta. —alegó la mujer, casi ofendida. 

—Ah... ya veo cuánto nos amas a mi hermano y a mí. —Sonrió ladeando un poco la cabeza—. Pero si es gratis, probaré un poco... —Alargó Ran su mano izquierda para apoyarse en la pared, acorralando con su cuerpo a la chica, mientras con la mano derecha acariciaba su hombro y bajaba por su pecho, hasta que casi tocó su pezón. 

—Puedes besarme... y besar mis pechos si quieres. —musitó ella con sensualidad.

—¡Claro! Solo si te vas a dar una ducha y te lavas los dientes... lo siento, pero me daría asco probar las babas de mi hermano en los pechos de una mujer. —Se alejó de ella y sacó las llaves de su oficina, para mirarla con seriedad. 

—Será mejor que continúes con Rin, no quiero escándalos en mi local.

—Eres un marica. —Ran sonrió ante esas palabras. 

—Si lo fuera sería asunto mío. ¡Ya vete! —La mujer se cubrió los pechos y salió de ahí indignada. Él abrió la puerta de su oficina y al encender la luz vio en su escritorio a alguien que no esperaba ni siquiera en sueños. Tragó en seco y se quedó inmovilizado. Aun así cerró la puerta por dentro y apenas sonrió. 

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste?

—Una vez te conté que la decepción me puede llevar a hacer muchas locuras. — Tomó ella dos hojas de papel que tenía sobre el escritorio y se las lanzó a Ran. Él las miró caer cerca de sus pies y se agachó para recogerlas. Cuando leyó lo que decían esas páginas sintió que le costaba un poco respirar y se le apretaba la garganta. Bajó la cabeza dejando caer aquella información impresa. la sonrisa que había esbozado al ver a la mujer ya no existía, pero tuvo que seguir oyendo.

Taiju Shiba - Un santo entre siete pecadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora