El Noveno

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Cinco días esperó Ran a que uno de los hombres que trabajaban para él le confirmara que quienes perpetraron el intento de homicidio en su contra habían sido Rin y uno de los hombres de confianza del Invencible Mikey. Koko no opuso mucha resistencia cuando le hicieron una encerrona en su propia casa para luego ofrecerle una suculenta suma de dinero por decir todo.

Cuando el informante salió de la oficina del dueño del club Haitani, Ran pensó largo rato mientras miraba al infinito con la mano en el mentón. Entonces marcó el número de Mikey y decidió contarle todo. El joven líder de Bonten se quedó en silencio un momento, principalmente porque algo había sospechado, pero confiaba aún en Sanzu y se le hacía difícil aceptar que cosas como esa podían estar pasando en su «pandilla». Salió de su pensamientos cuando Ran volvió a hablarle en tono amistoso. 

—No te voy a amenazar ni nada como eso, porque sé que tú no eres como ellos, pero quiero que esos dos vengan a pedirme perdón, si no, quiero se vayan lejos de Tokyo, o tomaré la declaración de Kokonoi y la presentaré a la policía.

—Comprendo, Ran... la verdad, también me decepciona saber eso. ¿Podrías darme un par de días para darle una vuelta al asunto?

—Sí, claro, pero al menos adviértele a tu asistente que si intenta cualquier cosa contra mí, contra mi novia o alguno de mis amigos, todo Tokyo se va a enterar de lo que hicieron.

—Está bien, Ran, no te preocupes... —suspiró Manjiro un tanto fastidiado más que preocupado—. Hablaré con Sanzu, y te ofrezco disculpas por su estupidez.

—No son necesarias, Mikey.

—Lo son... creo que las cosas se están saliendo de control en Bonten y no voy a permitirlo.

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Después de colgar el teléfono, Ran se puso de pie y se sentó en su sofá para hacer otra llamada; marcó el número de Taiju y lo citó en un café cerca del club.

 Por la tarde se encontraron y les sirvieron algo de comer. Taiju estaba más callado que de costumbre, Ran notó aquello y solo lo observó un momento.

—¿De qué querías hablar conmigo? — preguntó el más alto con semblante cansado.

—¿No se te ocurre de qué podríamos hablar? —sonrió casi con maldad el de cabellos lila, tomando una galleta para luego darle un mordisco, sin dejar de mirar a su invitado.

—¿Ima? —preguntó levantando una ceja y devolviéndole la mirada fija.

—Ima... mi amada Ima. —dijo sin borrar su sonrisa.

—Ran... —Taiju se acomodó en la silla, sentándose más derecho y atento—. Lo que pasó con ella solo fue porque...

—No tienes que darme explicaciones, Shiba. —interrumpió Ran con la cabeza en alto, ahora sin sonreír y el semblante relajado—. Solo quería pedirte que no vuelvas a acercarte a ella, por las buenas. Ella también está advertida. —Taiju vio que Ran hablaba completamente en serio y por unos segundos sintió cierto temor de él, más que nada porque desde que volvió a verlo vivo, le pareció que el tipo, detrás de la sonrisa cálida de siempre, guardaba un universo de rencor, por la traición de su hermano y por el «desliz» de su novia. Aun así, asintió, aceptando lo que él le pedía, recordando de paso lo que le había advertido Wakasa, cuando todo comenzó.

Taiju Shiba - Un santo entre siete pecadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora