Bonenkai

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Advertencia: Contenido para +18, y violencia.


La concentración de Bokoi parecía aumentar cuando consumía calorías, por eso estudiaba siempre con algo de comer a su lado y aquella tarde estaba con los ojos pegados en un libro de cocina, aprendiendo bien los pasos de una receta gourmet que sería parte de uno de sus exámenes finales. Ni siquiera recordaba que unos días atrás había solicitado al profesor de diseño que viera unas fotos y le dijera si eran reales o editadas. Por eso cuando llegó el mensaje que respondía esa duda, lo abrió leyéndolo de reojo sin entender mucho y dejó el celular a un lado para seguir estudiando.

Al día siguiente, después de dar el importante examen, tomó un taxi que la dejó en la puerta del Club Haitani, no eran aún las cinco de la tarde, pero el frío le hacía frotar sus manos debajo de sus guantes de lana azul. Entró saludando a los guardias y soltándose uno de los tirantes de su enorme mochila para dirigirse con prisa al comedor de empleados del lugar. Ahí vio a algunas personas acomodando unas mesas y poniendo algunos adornos. Ran estaba en medio de ese salón y daba indicaciones, lo que a ella le causó curiosidad fue que él tenía puesto un monstuki, en su mayor parte negro, y por supuesto, se veía elegante al ser esvelto y de rasgos finos. Él, al verla la abrazó y le besó la cara con cariño.

—¡Qué bueno que llegaste! Estábamos debatiendo entre poner los carteles en esa pared, o la de allá. —Bokoi solo lo miraba entero, admirando su buen gusto.

—¿Por qué estás vestido así?

—Me gusta usar trajes tradicionales en estas fechas ¿Por qué? 

—No, por nada... te ves bien. Menos mal no te disfrazaste de pandillero. —El dueño sonrió ante eso y siguió preguntándole sobre ideas para decorar mejor el lugar. Mientras continuaban debatiendo, Bokoi levantó las manos y exclamó:

—¡Yaaa! Yo no sé nada de decoración de interiores, vean ustedes qué queda mejor, yo vine a cocinar, así que permiso, iré al baño y a la cocina.

Al entrar en el baño a orinar, miró su celular y recordó el mensaje de su profesor, solo entonces recordó aquello y revisó el mensaje: «Revisé el material que me enviaste y no parece tener ninguna edición, son fotos reales» Se quedó casi un minuto mirando la pantalla, pensando en que eso era malo... muy malo. Suspiró y se paró para limpiarse, subirse la ropa y lavarse las manos. Mientras se secaba, se miró en el espejo sin poder dejar de pensar en ese mensaje. «Si le digo a Ran... se va a deprimir, quizás hasta cometa una locura con Ima... ¡Maldito Rin! ¡Maldita Ima! ¿Por qué no pueden vivir en paz lejos de Ran?» Volvió a suspirar frente al espejo, recordando la dulce sonrisa de su amigo al llegar y lo contento que se veía celebrando el Bonenkai. Pensó en que luego vendría la navidad y se cuestionaba si quería verlo mal en fechas tan bonitas. Tenía claro que era un golpe bajo muy doloroso para él si se enteraba sobre las fotos. Procedió a borrar el mensaje, tomó aire y juntó las manos, cerró los ojos y dijo: «Que Buda me de fuerza para que esto no se salga de control» Sacó de su bolsillo un pequeño chocolate, lo desenvolvió y se lo echó a la boca antes de salir.

La tarde fue ajetreada para los dos, la cena que se hizo en honor al esfuerzo de quienes trabajaban ahí terminó a eso de las diez de la noche y Ran fue a felicitar a su amiga a la cocina, pues todo lo que preparó con sus ayudantes fue exquisito, la abrazó por el costado mientras ella ayudaba a limpiar el lugar.

—Pronto pondremos un nuevo restaurante con Shiba, cerca de la zona oriente de Tokyo y estoy pensando seriamente en dejarte como cocinera jefa.

—¡Es la broma más linda que me has hecho! —respondió ella, incrédula. 

Taiju Shiba - Un santo entre siete pecadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora