Sino: otra forma de llamar al destino, aquello que ya está escrito.
________________________________________Si hubiese podido, Niall le compondría un cantar desde lo más profundo de su alma. Una oda a lo que se pudo construir y se desvanecería en cuestión de segundos, sin el respaldo de una trascendencia que ligara su nombre a la eternidad de los mortales. Le hubiese recitado poemas instados por los recuerdos pueriles, sagrarios de esperanzas que auguraban, día con día, un futuro provechoso, aquel por el cual sobrevivía.
Si hubiese podido, se habría acercado para estrecharlo en brazos y comprobar que su carne y su olor seguían ahí; entonces se aseguraría de que permanecieran bajo su yugo, hasta que Dios se lo arrebatara de sus brazos, ya encanecido, ya marchito. Con él.
Si hubiese podido, le gritaría hasta lastimar su garganta y perder la voz en lamentos dirigidos a él. Le reclamaría, como si se tratase de un berrinche infantil, el repentino abandono al que Harry le condenaba.
Mas no pudo.
El nudo en la garganta le impedía siquiera moverse. Le asfixiaba hasta enrojecer sus mejillas y le obligaba a torturar sus labios con los poderosos incisivos infectados con una saliva amarga que tampoco podía tragar.
Miró el techo resquebrajado, en las esquinas se divisaban dos agujeros por los que se podía ver el cielo estrellado. Niall parpadeó, concentrado en pronunciar las palabras que aparecieron desde hace mucho tiempo.
— ¿Por qué?
Harry lo observaba con ternura infinita. Su corazón, embalsamado con una lástima profunda, se compadeció de quien alguna vez robó sus suspiros, y cuyo nombre llevaría hasta los Campos Elíseos como un estandarte tatuado en su pecho.
Tomó sus manos, mientras admiraba la hermosura de Niall. Los agujeros permitían que la luz de la luna los cobijara con su majestuosidad. Y así como al mar, embravecía a esos profundos océanos en los que muchas veces se perdió.
—Eres precioso, Nini.
Lo que para Niall fue un alago, para Harry la única verdad entre tantas mentiras. Tomó sus manos con un estremecimiento profundo. Las falanges del ojiazul se sentían frías, incluso creyó tocar un cuerpo hecho de mármol, un muñeco inerte.
—Tienes unos ojos bellísimos —continuó—. Durante muchos años significaron mi fortaleza, mi esperanza. Tú representaste la ilusión a la que me aferré para seguir viviendo, ¿sabes por qué? —Niall negó, el llanto contenido en los lagrimales le daba una imagen sublime, reflejaban la luz y convertían sus irises en los zafiros más anhelados—. Porque tú fuiste la única persona que me demostró un cariño genuino, Niall. Fuiste el único que se dio la oportunidad de conocerme y que permaneció a mi lado luego de hacerlo.
Niall intentó esconder un puchero al agachar su cabeza, derrotado ante las circunstancias, herido por unas palabras que en otro momento hubiesen atraído la más pura de sus sonrisas. Harry entrelazó sus dedos y apretó con fuerza en búsqueda de un sostén, un ancla para sus pensamientos, para su vida marchita. Niall observó sus manos entrelazadas con dolor, reconociendo el gesto, como si sus cuerpos rejuvenecieran dieciséis años. A pesar de todo, se sintió confortado.
Harry era el menor de cinco hermanos; también fue el más desplazado, ignorado y triste de todos ellos. Por las mañanas, cuando Niall acompañaba a su familia a la iglesia, veía a la familia Styles recorrer la plaza con una sonrisa plena, reflejo de una vida perfecta y envidiable. Entonces, hasta atrás, como un cachorrito perdido y asustado, estaba Harry, quien con sus pequeños piecitos intentaba seguir el ritmo de sus parientes. Era un pequeño histrión que representaba la sombra, y tan adecuado a su papel, terminó por convertirse en una.
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Redemptio | Larry Stylinson
Ficción GeneralHarry Styles, comandante de la primera división británica, podía presumir una cantidad considerable de victorias, de hazañas y de roces con la muerte. Su valentía se ocultaba en un pellejo que, a ojos ajenos, pecaba de antipático. No obstante, ni l...