III. La mujer vestida de azul - PARTE I -

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Nada. No había nada. Nada a un lado, nada al otro. La cómoda cama donde había dormido había desaparecido, y con ella la princesa y toda la habitación. Las paredes, el armario, las ventanas,,, Todo se había desvanecido. Todo, hasta la luz de la luna, desapareció. Solo prevaleció la oscuridad. Oscuridad que se extendía por todas direcciones llegando hasta el infinito. Arriba, abajo, a derecha e izquierda era oscuridad. Incluso él tenía la sensación de haber desaparecido también.

No sentía nada. Brazos, piernas, pies y manos parecían haberse esfumado como todo lo demás. Solo sus ojos parecían prevalecer en aquel extraño lugar, en aquel extraño mundo. No podía hablar, y mucho menos pensar. Ni siquiera eso podía hacer.

Todo aquello le causaba temor. Temor que ni siquiera podía expresar gritando o corriendo. Quería salir de allí, pero no podía. Estaba a merced de ese extraño lugar. ¿Acaso estaba muerto? No, no lo estaba. Aún le quedaban muchos años antes de morir. Era algo peor, mucho peor. Algo que iba a cambiarlo aún más.

En aquel extraño mundo dominado por la oscuridad y el silencio sepulcral que la acompañaba, de repente, se oyó algo. Un pequeño sonido que iba cada vez a más. Era el sonido de unos pasos que se acercaban cada vez más y más al confundido muchacho.

Tras unos tensos segundos en los que no supo de qué o quién eran esos pasos, finalmente, quien los provocaba caminó a su lado.

-Así que tú eres el nuevo... - comentó el autor de aquellos pasos, que caminó un poco más sobre la nada misma y se colocó frente al muchacho. Se trataba de un hombre alto, cercano al metro noventa, con pelo corto a los lados de su cabeza y uno un poco más largo y rizado de color blanco en la parte superior. Vestía de forma similar a como Daniyel lo había hecho en el banquete: chaqueta negra con botonera dorada y con pantalones negros, pero con botas blancas, con algunas condecoraciones luciendo en su pecho y con una pequeña capa blanca y dorada que caía sobre su hombro izquierdo.

Su rostro, o lo poco que se apreciaba de él, era lo que más temor transmitía, pues solo eran apreciables su sonrisa de perfectos dientes blancos, sus penetrantes ojos amarillos y una cicatriz que brillaba en rojo y que recorría su rostro desde su frente a su mejilla derecha, pasando a través de su ojo derecho.

-No luces mal – prosiguió con su gruesa pero joven voz – Me recuerdas a mí de joven. Tantas aspiraciones... Todas y cada una de ellas destruidas por completo por la familia de la chica a la que te acabas de follar. Buena técnica, por cierto. A mí también me encantaban los pechos.

Aquel extraño hombre rio bajo la temerosa mirada de Daniyel, que no sabía ya que hacer para escapar de allí. Lo había intentado todo, pero era imposible. Era como si ese extraño mundo lo retuvieses allí. Como si algo lo abrazara para que no pudiese marcharse.

-Seguramente estés confundido. No te preocupes, es normal. Todos los que vienen aquí lo están la primera vez. Pero tranquilo, una vez que te acostumbres a estar aquí, ya no tendrás esa sensación. Acabarás moviéndote tan libremente como desees, o al menos todo lo libre que puedas ser dentro de este asqueroso rubí.

El hombre se agachó un poco y lo miró a los ojos.

-Dime, tú no serás como elresto, ¿verdad? Todos me abandonaron al poco tiempo de conocerme. Todos sevuelven locos escuchándome una y otra vez. Nadie me entiende, ¿sabes? Esperoque tu no seas así. No, no lo serás. Puedo notarlo. Tú y yo vamos a llevarnosbien, estoy seguro. Tanto que seguro que nos volvemos amigos. No he tenido unoen más de cuatrocientos años. Llevémonos bien, ¿vale? No quiero perder otra vezla oportunidad de cumplir con mi cometido. Ella debe estar bastante enfadada.No tolerará ni un fallo más de mí parte. Me ayudarás, ¿verdad, Daniyel?


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El Humano & La Princesa DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora