El día en que te conocí

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Viernes por la noche.

Para la mayoría de jóvenes por eso de los 19 años en adelante lo toman como la noche en la que inician las fiestas caóticas, reuniones con amigos, noche de películas o simplemente para descansar de una agotadora semana.

Pero para Felix no.

Como el único hijo varón de la prestigiosa y casi aristocrática familia Lee, era su deber encontrar una señorita -o varón pues sus padres no tenían problema con ello- con el cual casarse para beneficiar a la familia, a la empresa y -obviamente- asegurarle una calidad de vida a su único varón, pues las hermanas de Felix ya estaban casadas y viviendo con sus respectivos esposos.

Rachael en Inglaterra y Olivia se fue a Japón.

Si bien los Lee eran ricos, nunca se era lo suficientemente rico.

Para el pequeño rubio estaba bien, o bueno, en realidad no le importaba, estar con ellos era un infierno debido a todos los reclamos, exigencias y gritos que recibía a diario por no ser tan inteligente como Rachael o tan bonito como Olivia, si podía salirse de esa casa lo más rápido posible lo haría.

Por eso estaba ahí, en ese elegante edificio, metido en una lujosa fiesta con gente pretenciosa y millonaria como sus padres, pero que al parecer era una mejor opción.

Logró ver un par de caras conocidas.

Jisung estaba ahí, un amigo del colegio que ahora estaba del lado de su galante y poderoso esposo, Lee Minho, magnate dueño de una de las mayores productoras de productos alimenticios de canasta básica.

O bueno, esa era la tapadera.

Según las malas lenguas-que bien podían ser solo chismes para manchar su reputación- Lee tenía tratos sucios con gente de Rusia y Japón, aunque nadie podía comprobarlo ni mucho menos encararlo para ver si era cierto.

Además, Jisung se veía feliz y enamorado.

No se acercó a saludar debido a que la guardia de Minho estaba cerca y no quería que lo vieran como una posible amenaza-y no porque en si el pareciera amenaza, sino porque el padre de Felix y Minho habían tenido problemas-, así que decidió seguir caminando mientras jugaba con el poco líquido que quedaba en su copa de champaña.

Se lo terminó de un sorbo y lo dejó en la bandeja de un mesero que iba pasando; caminó tranquilo entre la gente, mirando con discreción y dejando que lo miraran, si o si esa noche tenía que salir con un prospecto a marido si no quería que sus padres le propinaran otro castigo, mucho más severo que el ultimo que recibió hace un mes.

De hecho, aun le dolía la espalda.

Se la pasó paseándose, bebiendo champaña y sonriendo discreto para muchos que ya lo habían mirado por 30 minutos hasta que-y estando completamente desprevenido- una grande mano lo tomó por la cintura, apegándolo a sí.

Y por un breve momento se asustó, pero luego vio hacia arriba -debido a que el hombre que lo tomó era mucho más alto que él-y sonrió suavemente al encontrarse con él.

Alto, guapo, pelinegro con cabello corto, de ojos tan azules como el hielo, tez pálida, labios hermosos, sonrisa encantadora y mirada intimidante-que justo ahora estaba suavizada solo para él-, ah... definitivamente era él, Hwang Hyunjin, el joven mangante de 26 años con una empresa de tecnología sumamente importante que abastecía no solo a corea del sur sino al mundo entero con los mejores inventos.

—Buenas noches joven Lee—dijo sonriendo y sin apartar ni un momento sus ojos del menor—¿Esta solo esta noche?

—Me temo que sí señor Hwang...—dijo con pena fingida.

Golden CageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora