CAPITULO 2 *Un mal chiste*

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A.G.
                

A la mañana siguiente, me desperté de muy buen humor a las 6:30, lo cual era raro porque odio madrugar. La noche anterior había sido maravillosa en el circo con mi mejor amiga, y la felicidad aún me envolvía. Fui al baño a ducharme y cambiarme para ir a la oficina con mi padre. Decidí ponerme una falda negra ajustada y una camisa blanca, un conjunto elegante y profesional. Me maquillé ligeramente y peiné mi cabello con una vincha. Cuando terminé, eran las 7:30. Sí, señores, me demoro mucho bañándome y cambiándome.

Bajé las escaleras para desayunar, pero antes de llegar al segundo escalón, escuché el grito que reconocí al instante.

—¡ADARA! Cariño, baja que vamos a llegar tarde —era la voz de mi madre, Blake Jones.

Blake Jones es socia de mi padre en la empresa y trabaja en relaciones públicas. Es una mujer hermosa, con una voz suave y pasiva, protectora y religiosa, aunque se deja llevar mucho por el "qué dirán", igual que mi padre. Ellos se quieren mucho y se complementan perfectamente.

—¡Ya estoy aquí, mamá! —dije entrando a la cocina, donde le di un beso y me senté a comer en la mesa, que tenía una variedad de frutas picadas. Mi madre cuida mucho la figura de todos, especialmente la de mi padre, quien siempre tiene ese porte serio.

—¡Federico Giannini, ven a desayunar por amor a Dios! —gritó mi madre, llamando a mi padre que seguramente estaba en el despacho. A los pocos minutos, él entró con unos papeles y se sentó a la mesa.

—Buon giorno, signore —dijo mi padre al entrar, a veces le gustaba hablar en italiano.

—Buongiorno, papá —dije después de tragar mi último bocado de comida. Mi madre murmuró lo mismo y comenzaron a desayunar.

Después de desayunar, subí a cepillarme los dientes y buscar mi bolso. Tras la dichosa charla con mi padre, iré a la universidad a buscar unos papeles sobre un curso de fotografía que quiero hacer, ya que es domingo y no tengo clases. Allí me encontraré con Lydia y los chicos. Mi padre me llamó diciendo que ya nos íbamos, así que me despedí de Cronos, le puse comida y salí de casa con mis padres.

Durante el camino a la oficina, mis padres hablaron sobre cómo iban las cosas y mencionaron a un nuevo cliente importante que requería de sus servicios. La empresa se llamaba Luxury Montecino, un nombre que resonaba con elegancia.

—Pronto per oggi, bambino? —preguntó mi padre, mirándome por el retrovisor en un semáforo.

—Per sempre, padre —contesté con una sonrisa de boca cerrada. No sabía a qué venía esto. Muy pocas veces venía a la oficina de mi padre, y que él me quisiera traer me causaba cierta curiosidad y nervios.

Al llegar, los dos edificios de INMOBILIARIA GIANNINI, con su eslogan "DONDE HACEN TODO DE CORAZÓN", se alzaban imponentes. La recepción era espaciosa, con unos sofás y una mesa para esperar mientras Carol, la recepcionista, atendía. La saludamos y nos dirigimos al ascensor. Mi madre se quedó en el piso 18 y nosotros subimos al 20, el último piso.

—Adiós, mis amores, tengan un buen día. Que Dios los bendiga —se despidió mi madre, dándome un beso en la frente y a mi padre un beso en la boca.

—Amén —contestamos al mismo tiempo, y el ascensor se cerró.

Llegamos al piso 20 y entramos en la oficina de mi padre, donde Karen, su secretaria, nos esperaba.

—Buenos días, señor Giannini y señorita Giannini. Aquí tiene su café, las carpetas con la información que pidió y sus clientes llamaron hace 10 minutos diciendo que ya venían en camino —dijo Karen rápidamente y eficiente.

La Condición De Adara y Max Donde viven las historias. Descúbrelo ahora