CAPITULO 6 *La respuesta*

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         A.G.

Estoy muy ansiosa por la respuesta del chico de ojos marrones. Mi corazón late rápido y mis manos sudan, esperando una afirmación que, de obtenerla, me haría hacer un baile de celebración. Sin embargo, si no la daba, me quedaría sin candidatos que cumplieran los requisitos de Lydia y la aprobación de mi padre.

—Mi respuesta es no, señorita Giannini —dijo, y al ver mi cara de decepción añadió—: Pero te dejaré intentar convencerme.

Me dio una sonrisa coqueta y me guiñó un ojo. Sentí cierta decepción al escuchar esa respuesta, aunque saber que podría convencerlo me daba una pequeña esperanza. El baile de celebración tendría que esperar.

—¿Qué podría hacer para convencerte? ¿Te doy dinero? ¿Hago tus trabajos de la U? —pregunté curiosa. Iba a seguir, pero me interrumpió.

—Un beso, por ejemplo. Eso me ayudaría mucho —contestó con una sonrisa maliciosa.

Su respuesta me dejó atónita, con la boca abierta. ¿Él quiere un beso para convencerlo? Está loco, tiene que estarlo para pedir algo así, pero...

—Si te doy un beso, ¿aceptarías? —pregunté nerviosa por su respuesta, pero no iba a dejar que me intimidara.

Asintió con una sonrisa ladeada, con ese aire de malicia y coquetería. Tenía los codos apoyados en la mesa, más cerca de mí. Lo pensé por unos segundos: no tenía nada que perder con besarlo y, la verdad, es muy atractivo, así que besarlo no sería mucho esfuerzo. Al contrario, siempre he sentido atracción por caminar hacia él, mirarlo fijamente y ver qué hay en esos ojos marrones que me hipnotizan.

—Está bien, nos besaremos.

Me aproximé a su rostro, apoyando mis codos en la mesa. Casi puedo escuchar a mi madre diciéndome que baje los codos de la mesa, pero sus ojos me tienen hipnotizada. Esa aura de atracción-tensión nos envuelve, y solo soy capaz de ver su rostro, analizar lo claros que se ven sus ojos mientras los miro, lo semi marcada que tiene la mandíbula, su nuez de Adán cuando pasa saliva, su cabello castaño que me dan ganas de tocar y peinar con mis manos por mucho tiempo, sus cejas rectas.

Tiene una belleza sencilla pero atrapante; es apuesto. Mamma mía. Acerqué más mi rostro al suyo, vi cómo cerraba los ojos y, justo cuando estaba a centímetros de sus labios, moví mi rostro hacia su mejilla y le di un beso. Él, al sentir dónde fue que lo besé, abrió los ojos y pude ver cierta frustración con diversión en su mirada.

—Listo, ahora cumple tu parte —dije con una sonrisa de oreja a oreja.

—No se vale, eso no fue un beso, hiciste trampa —protestó.

—Tú nunca dijiste dónde debía ser el beso. Solo dijiste un beso y ya obtuviste uno —respondí con cierta seriedad y diversión.

—Entonces la respuesta sigue siendo no. Yo quería un beso en la boca —dijo con fingido enojo.

—No seas mal perdedor, por amor de Dios —le respondí, pero me ignoró olímpicamente.

Se volvió a recostar en su asiento e hizo la seña de tocarse los labios, dándome a entender que sin el beso no aceptaría. Era un capullo mal perdedor. Apenas estábamos tratando y ya quería ahorcarlo por mal perdedor. Él nunca dijo dónde; tiene que aprender a leer la letra pequeña, el baboso.

—Max —lo llamé, pero me ignoró e hizo la misma seña—. Max, Max, Max —seguí llamándolo, mientras le movía el hombro para que dijera algo, además de la estúpida seña que hacía—. Maxiii, Maxi.

—¿Cómo me acabas de decir? —preguntó, y hasta ahora me di cuenta de cómo lo llamé.

—¿Maxi? —respondí algo dudosa de su reacción.

La Condición De Adara y Max Donde viven las historias. Descúbrelo ahora