Lea Thompson
Me encontraba bajando las maletas del taxi que tomé desde el aeropuerto de Oklahoma, a casa. El barrio en donde vivía no había cambiado nada, y mi casa tampoco, seguía igual a cómo la recordaba.Admito que mis nervios salieron a flote conforme me acercaba a la puerta. Mi casa no era cómo la de los Gray, está también era de dos plantas pero era más pequeña que la de ellos.
Toqué tres veces la puerta y nadie abrió. Volví a intentar y al segundo toque, se escucharon unos pasos apresurados.
—¡Lea!, —dijo un pequeño de ojos café al abrir la puerta—. ¡Volviste!. Te extrañé.
Era mi hermanito menor, que al verme, no dudó en rodearme la cintura con sus pequeños bracitos.
—Yo también te extrañé Landon, —contesté feliz dejando mi maleta a un lado para poder cargarlo en mis brazos.
Le deposité un beso en la frente y lo bajé para poder entrar.
—¿En dónde están todos? —pregunté a mi pequeño hermano examinando la casa.
—Mamá está en el hospital con el abuelo, —dijo triste— Y papá, no lo sé, no lo vemos mucho.
Pude notar la expresión en el rostro de Landon de tristeza, era muy pequeño para crecer con la ausencia de nuestro padre, y eso ocasionó que mi estómago se estrujara. No se me hacía raro que papá no estuviera, siempre fue así, desde que yo vivía aquí. Desde que yo era una niña de cuatro años.
—¿En dónde está Emilio?.
Emilio era mi otro hermanito, el de 9 años.
—Está jugando videojuegos con Isaac —contestó el pequeño de cinco años.
—¡Dios mío!, —me alarmé—. ¿Y los han dejado solos?.
—No, no nos dejaron solos, —rió.
—¿Entonces?.
No recibí ninguna respuesta por parte de mi hermano menor, porque en su lugar, habló otra persona.
—Estoy yo a cargo hermanita, —un chico unos años más grande que yo, apareció.
—¡Eddie!, —me tapé mi boca con ambas manos cómo si no pudiera creerlo, sumamente emocionada.
Eddie era nuestro hermano mayor, era tres años mayor que yo, y si nunca les conté de él, fue porque hay muchas cosas de mí y de mi vida que aún no saben.
—Te echamos mucho de menos, —sonrió y volteó a ver a en dirección por dónde vino minutos antes.
Segundos después, se escucharon risas, gritos y pasos apresurados, cómo si estuviera corriendo alguien, y ese alguien eran niños. Mi corazón latió fuertemente de felicidad, sabía quiénes eran.
—¡Tía!. —una niña de cinco años y un bebé de tres, corrieron en mi dirección.
Acto seguido, me hinqué para quedar a la altura de ambos y así poder abrazarlos.
—¿Cómo están?, —los abracé con mucha fuerza. En el abrazo incluí a mi hermanito, no quería que se sintiera menos. A todos los amaba por igual.
—¿Que me trajiste, tía?, —preguntó Tracey. Mi sobrinita.
—Ni siquiera me contestaron cómo están, —reí.
—¿Quieres jugar con nosotros?, —habló Landon con su característica voz tierna—. Estábamos jugando fútbol en el jardín trasero.
—Ahora mismo no puedo, —apreté su mejilla con cariño—. Iré al hospital con el abuelo. Pero prometo jugar con ustedes cuándo vuelva.
ESTÁS LEYENDO
AFRAID.
Teen FictionDicen que para estar bien contigo misma(o) debes perdonarte a ti por lo que te han hecho a lo largo de la vida. Pero...¿Que pasa cuándo mi propia sombra no me deja avanzar?. ¿Estará alguien ahí para ayudarme a sanar? ¿Podré ser ese alguien del cuál...