Capítulo 27- Desatando cabos

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Lea Thompson
Era sábado, exactamente las 5:50 a.m, y lo comprobé al ver el reloj de mi celular, había despertado porque unas terribles ganas por ir a orinar, invadieron mi cuerpo. Aborrecí el no poder aguantar hasta más tarde, ya que estaba cómodamente durmiendo.
Me puse mis pantuflas y adormilada me apresuré a llegar al baño que estaba cruzando la puerta de mi habitación.
Al terminar con mis necesidades, sentí un enorme alivio y cómo mi cuerpo se relajaba de a poco.

—¡Gracias Dios!.
Exclamé en voz baja.

Quería volver a la cama a dormir, pero algo en particular me hizo reaccionar de golpe. Se escuchaban unas voces provenientes de la sala, por lo cuál decidí ir a ver.

—No sé cómo le hará, pero conmigo ya no va a contar.

Reconocí la voz, conforme me acercaba. Era papá y al parecer estaba ebrio y acababa de llegar a casa.

—No puedes hacerle esto, es nuestra hija, y tiene un futuro por delante. Al igual que sus hermanos.

Una voz femenina sollozaba. Era mi madre. Y al parecer, hablaban de mí.

—Pues sí quiere seguir estudiando, que se consiga un trabajo, porque de mi parte ya no tendrá nada.

Comentó furioso mi papá, dejando caer una botella que traía en la mano al suelo.

—Sabes que con lo que gano en la farmacia, no me alcanza para pagar todo. Y menos para pagar una universidad cómo la de Lea.

Comentó mi madre.

—Pues entonces no tendrá otra opción más que dejar la universidad y buscar en dónde vivir, porque aquí ya no lo hará.

¿Escucharon eso?, fue mi corazón partiéndose en múltiples partes. Mis manos comenzaron a helarse cómo de costumbre cada que entraba un poco en pánico.

—Pero apenas va empezando...

—¡No me importa!. Se saldrá de estudiar y punto. O que su noviecito le pague la universidad, dinero tiene y de sobra.

—¿Cómo puedes decir eso, Karl?, Gerard no es su banco. ¡Y nosotros somos sus padres!.

No quise seguir escuchando más, así que decidí volver a mi cuarto aturdida por lo que acababa de escuchar. ¿Cómo era posible que mi propio padre, me diera la espalda?. No estaba ni por terminar la universidad, ¡apenas comenzaba!. Con todo esto que acababa de escuchar, no me dió ni tiempo de acordarme de que Gerard estaba aquí en casa, por lo cuál me entró miedo al pensar en que pudo haber escuchado algo. Salí de mi habitación y mee acerqué a la puerta del cuarto en donde dormía para escuchar algún tipo de ruidos, pero al comprobar que no, regresé a mi habitación.

Crean o no, tenía muchas ganas de llorar, pero tenía que pensar también en que iba a hacer, sin mencionarle nada de esto a Gerard. Me tranquilicé un poco y me puse a analizar mejor las cosas. ¡Pero no podia!, sólo quería llorar, hacer lo único que me sale bien.

Llorar.

Todo esto se sentía abrumador, pensar en que iba a pasar, pensar en dónde iba a vivir, porque tampoco puedo estarme toda la vida en casa de los Gray, era abrumador pensar en que iba a pasar con mi futuro. Pensar, es la parte más cansada de la vida. Sólo quería tranquilizarme, y para ello, mi única opción en esos momento era Gerard.

Así que fui hasta la habitación de huéspedes en dónde insistió en dormir y toqué dos veces, no hizo falta una tercera porque cuándo iba a hacerlo, él abrió la puerta y yo sólo me lancé a sus brazos.

—¿Estás bien?

Preguntó extrañado.

—Sólo abrázame fuerte.

AFRAID.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora