-¿No sientes vergüenza?
Las lágrimas descendían por su pálido rostro.
-¿Olvidaste quién los presentó?... ¡FUI YO!
Los trozos del vidrio que acababa de impactar en la pared, cayeron a pocos centímetros de los pies de la rubia. Ambos podían escuchar sus respiraciones agitadas por toda la habitación.
Ella no levantaría la mirada. No hasta que el muchacho se calmase.
-Tienes que escuchar mi explicación...-
-Si tan solo hubiésemos sido honestos..
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