3: ARCOÍRIS GRIS

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Joshua

En cuanto me tumbé en la espaciosa cama y mis ojos miraron el techo, me di cuenta de cuán cansado estaba. No descansaba lo suficiente porque me excedía en estar sumido en la música continuamente, entre armonías y melodías que pudiesen mantenerme ocupado para no oscilar en mi subconsciente repleto de todo lo que detestaba. Y aunque estaba sumido entre notas y pentagramas, mi mente siempre divagaba hacia el pasado. El pasado más allá de ella.

Constantemente recordaba los días de tormento después de Bryan. No los quería, pero me parecía necesario no olvidarme de ellos. Al principio solo eran flashbacks y luego se convirtieron en películas donde yo era el director y el protagonista junto a Hugh.

20/07/2020

Al parecer los días de agonía se habían hecho más propensos a ahogarme y azotarme. Cada vez más fuerte. Y aunque me sentía más perdido de lo normal, tenía a mi hermana y a mi mejor amigo, que aún estando devastados, me sostenían, al menos por unos minutos, para que no muriera permanentemente.

Era increíble como las situaciones podían cambiar en tan solo un mísero segundo. Era algo que no me cabía en la cabeza y que no era capaz de entender, porque me resultaba demasiado drástico.

Una vez más, el tiempo me dio a entender que es irrelevante y en cuestión de segundos, minutos, horas y días, las cosas cambian sin importar qué, cambiando el destino a un rumbo dependiendo de los acontecimientos ocurridos. Tanto buenos como malos.

Estaba harto. No quería ser controlado por algo llamado tiempo, tan solo porque a él se le pegaba la gana. Me negaba a seguir sus reglas. Y por ello, desde la muerte de Bryan; que tan solo habían pasado dos semanas desde el comienzo de la tormenta, me propuse a hacer nada. Total, ya todo se había ido a la mierda sin posibilidad de retorno.

Di vueltas por el lugar, con la cabeza corriendo como un caballo de carreras. Pensando tanto que pensé que desfallecería de un momento a otro, pero esa dicha no llegaba.

Apreté el balón de rugby entre mis dedos, casi pareciendo que lo iba a perforar, mirando mi horizonte desolado, lleno de césped artificial, con las lágrimas secas estampadas contra mis mejillas porque me negaba a limpiarlas. Al final acabé desbordándome, mucho antes de lo que pensé.

—Te estaba buscando —dijo Hugh, apareciendo.

No me digné a girar a verlo, ni hacer contacto con él. Porque tampoco me atrevía hacerlo después de haber llegado a esa maldita conclusión. Quería alejarlo. A todos. Literalmente. No quería tener a nadie cerca, a razón de que sentía que les haría daño. Como hice con Bryan. No obstante, esa idea también me aterraba. Me aterraba quedarme solo. Lejos de los que amaba y me amaban. Y por el egoísmo que me caracterizaba, dejé que se acercara.

—Siempre que me busques estaré aquí —respondí, con mi voz pegajosa, de haber llorado durante toda la tarde, en compañía de las nubes, un sol brillante en medio de una borrasca y finalmente un arcoíris. Un arcoíris que había perdido su luz... sus colores. Se había convertido en un arcoíris opaco, como mi vida.

Hugh se sentó a mi lado. Intenté no mirarlo, pero me fue inevitable no ver cómo lucía. Tenía unas ojeras tremendas, el rostro demacrado, los labios resecos y los ojos rojos, como si hubiera estado fumando durante horas. En mi caso, esa era la única solución para dejar de sentir dolor.

—¿Estás bien? Sé que es una pregunta estúpida, considerando nuestra situación, pero no puedo evitar preguntarte.

—Tú sabes como estoy, Hugh.

—Quiero escucharlo de ti. Solo han pasado dos semanas y te noto más ausente que en los primeros días.

—Realmente, lo que estoy sintiendo no se puede expresar con palabras. Si hubiera una palabra que pudiera definir como me siento, con exactitud, te lo diría. Pero no hay ni una sola.

TAN ROTOS COMO EL OCÉANO •2• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora