25: UN BESO Y MIL PREGUNTAS

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Joshua

Siempre me había gustado observar a las personas. Ver sus gestos, cómo se movían, cómo sus ojos decían más de lo que sus labios podían pronunciar. Mi madre solía decir que los ojos eran el espejo del alma, que si sabías leerlos, nunca te engañarían. Y, aunque nunca le di demasiada importancia a esa frase, con Billie era diferente. Con ella, esa frase cobraba todo el sentido del mundo.

Llevaba días intentando alejarme de ella, mantener una distancia prudente para no volver a cometer los mismos errores. Pero, ¿cómo alejarnos de lo que somos parte? Era como intentar escapar de tu propia sombra; por mucho que corrieras, siempre estaría detrás. Cada vez que la veía, cada vez que nuestras miradas se cruzaban, podía sentir todo lo que ella intentaba esconder.

Tan solo nos queda un día más, antes de volver a casa y alejarnos del "retiro musical" del que habíamos hablado con Dom. Creí que la escapada serviría para arreglar algo, aunque fuera lo mínimo, pero parecíamos estar en la misma página, en el mismo libro y en la misma historia que acabó mal.

Ya era tarde. Riley ni se molestó en despertarme. Bajé las escaleras hacia el salón. A través de la ventana veía como nevaba como si no hubiera un mañana.

—Buenos día, bella durmiente —me saludó Ashley, en medio de una videollamada con Devon y su hija,

—¿Por qué no me habéis despertado, malnacidos? —gruñí yendo hacia la cafetera.

—Parecía que no querías despegarte de las sábanas —contestó Riley, mientras ordenaba una pila de papeles. No me sorprendió en lo más mínimo. Era una obsesa del trabajo. Había tardado demasiado en no sacar ese lado suyo tan fastidioso.

—Además, odias que te despierten. Y no estamos como para sufrir la ira de Joshua Hughes Green —añadió Hugh con mofa, tumbado con la cabeza sobre las piernas de Mack.

Gire los ojos al techo mientras me servía un café. Me di cuenta de que la casa estaba demasiado tranquila.

—¿Dónde se ha metido Harry? —pregunté uniéndome a ellos en el sofá.

—Salió con Billie —dijo Riley desinteresadamente. Hizo una pausa y me miró—. Se nota que le gusta, ¿cierto?

—¿De qué estás hablando?

—De que a Harry le encanta Billie. Bueno, desde el minuto uno.

El comentario de Riley me tomó por sorpresa, tanto que casi derramo el café que sostenía. Sentí un nudo en el estómago, esa incomodidad que llega cuando escuchas algo que no quieres aceptar.

—Estás loca —repliqué, intentando sonar casual, aunque sabía que ella no me lo iba a dejar pasar tan fácilmente.

—Oh, vamos, Josh —dijo, alzando una ceja—. No es tan difícil de ver. No hay que ser un genio para darse cuenta de cómo la mira.

Le di un sorbo largo al café, dejando que el calor del líquido me ayudara a concentrarme en cualquier cosa que no fuera la conversación. Billie y Harry. Claro que me había dado cuenta. No era ciego. Pero no iba a darle el gusto a Riley de admitirlo.

—Harry es así con todo el mundo. Siempre ha sido un tipo encantador —contesté, apoyando la taza en la mesa de centro.

—Si tú lo dices... —respondió ella con una sonrisa, volviendo a organizar sus papeles. Aparentemente desinteresada, pero sabía que el tema no moriría aquí. Riley siempre sabía más de lo que decía y, aunque no podía estar enterada de mis pensamientos, sus palabras calaban.

Intenté concentrarme en cualquier otra cosa, pero el hecho de que Harry estuviera con Billie fuera de la casa no dejaba de hacer eco en mi mente. ¿Por qué tenía que ser con ella? Era una pregunta que no estaba listo para responder.

TAN ROTOS COMO EL OCÉANO •2• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora