—Creo que voy a potar —murmuré frunciendo el ceño frente al espejo. Maya tenía una misión; resaltar mi belleza.
Nos sumimos en una sesión de peluquería y maquillaje, mientras Nate se propuso darle golpes a la pared con una pequeña pelota de baloncesto. Se veía ansioso. Más que yo incluso. No le prestamos atención pues mis nervios estaban rozando las puertas del cielo.
—Y es normal —respondió Maya, dándome un golpecito en la frente para que dejara de fruncir el ceño—, pero no lo vas a hacer, porque arruinarás el precioso maquillaje que me esmeré en hacer, arruinarás tu vestido y el mío al mismo tiempo y eso sí, cariño, no te lo pienso permitir.
—¿Esas son tus formas de animarme? De ser así son un asco.
—Billie, son los nervios quienes te están jugando una mala pasada. Esas ganas de vomitar, ese dolor estomacal infernal que estás sintiendo y el temblor de tus piernas son producto de tu imaginación —me tomó de la barbilla con firmeza y me miró fijamente con sus enigmáticos ojos verdes—. No dejes que te controle.
Con la firmeza de su voz, un golpe de fuerza me azotó de tal manera que me hizo sentir que yo podía con todo. Que eso que estaba a punto de suceder era solo la llave que haría que todo fluyera como debería.
—Lo intentaré —dije con una pequeña sonrisa que calmó los ojos feroces de Maya.
—Lo sé.
Me guiñó el ojo antes de proseguir a colocar el pegamento para las pestañas, aunque antaño a que pudiese terminar su trabajo, mientras volvía a sobrepensar, mi estómago volvió a removerse como un tornado.
—Tengo que echarme agua —murmuré con la mano contra la boca.
Salí corriendo del camerino que nos habían asignado, con los ojos vendados por mis manos, para que nadie notara que estaba apunto de echar la pota.
—¡Date prisa que se secará el pegamento! —escuché gritar a Maya mientras me alejaba.
Estaba segura que lo menos importante en mi pirámide de Maslow era el bendito pegamento, sino llegar al baño que a mi parecer estaba a dos millas de donde me encontraba. ¿Por qué carajos el camerino no tenía baño? ¿Era necesario hacerme pasar por el camino de la vergüenza?
Estaba segura que mi objetivo era llegar al baño, echar la pota de mi vida o tan solo si todo se debía al pequeño susto del momento, echarme agua en la nuca porque el maquillaje de Maya era intocable. Podía jurar que mi objetivo estaba claro, como el agua cristalina que rodea las islas de Hawai, pero algo hizo que mis piernas se detuvieran lentamente como si formaran parte de una mala película dramática.
Me detuve con la respiración entrecortada y las pulsaciones a punto de hacerse visibles a través de la piel de mi pecho.
¿Por qué ese aroma...?
Bajé ambas manos a cada lado de mi cuerpo, sintiendo que mi alma abandonaba mi ser. Mi visión se había nublado por algo desconocido y mis ganas de echarlo todo habían desapreciado. Aunque todo podría ser un engaño de mi subconsciente junto los malditos nervios.
Esa silueta conocida era irreal ¿cierto?
—¿Joshua...? —susurré sin poder remediarlo.
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TAN ROTOS COMO EL OCÉANO •2•
Teen Fiction#2 Bilogía Sueños de Luna La historia continúa, cuatro años después. Y aún así, después de todo ese tiempo, cuenta la leyenda que aquel cigarro que se sostenía de los dedos tatuados de ese chico arrogante y misterioso, sigue encendido. Un pasado en...