20: UNA VERDAD Y DOS MENTIRAS 2.0

25 4 64
                                    

—¿Sabes qué toca hoy? —preguntó Harry, mientras bajábamos las escaleras.

—¡Noche de nachos! —gritó Hugh desde la cocina.
Solté una risilla encantada de volver a probar los nachos del chef de la casa; Hugh Bailey.

—Pero si no está lloviendo —exclamé, sentándome en la isla de la cocina. Apoyé mi cabeza en la palma de mi mano, mientras Hugh se movía por la cocina como un auténtico maestro de la alta gastronomía.

—Hugh cambió la tradición —intervino Joshua de pronto. Me di la vuelta, encontrándolo totalmente cambiado. Tenía el pelo mojado, cayendo a cada lado de su rostro definido y pálido. Llevaba un conjunto un conjunto de chándal negro oversized. Todo lo que se ponía lo hacía ver aún más atractivo.

—¿Y eso por qué? —me giré de nuevo hacia Hugh, esperando su respuesta.

Hugh dejó de menear la sartén para intercalar la mirada entre Joshua y yo. Fruncí el ceño más no insistí. Supuse que, aunque esa tradición formó parte de mi, ya no era parte del "grupo".

Sonreí para cambiar de tema.

—¿Me dejas probar un chin de tu salsa? —inquirí tras un suspiro para ahuyentar mi incomodidad y el peso que seguro sentía Hugh.

—Sigue siendo la misma. Así que seguro tratarás de llevarte todo el cuenco —dijo Hugh con mofa, mientras me acercaba el bol.

—No lo puedo evitar —Me encogí de hombros; tomando una cuchara.

—Lo sabemos.

Joshua se puso a mi lado, también observando a Hugh cocinar, en un silencio sepulcral, mientras Harry hacía unos ruidos estrepitosos, intentando buscar algo que ver en la televisión, en compañía de los quejidos de Mack. Riley aún no había bajado.

Traté de concentrarme en las maniobras de Hugh, pero el cuerpo recién duchado de Joshua me distraía.
Distraía mis pensamientos puros y limpios, lejos de la coherencia y cerca de las escenas obscenas que se me venían en la mente. Seguro estaba por tener la mensuración.

Éste apoyo la mano en el mármol de la isla, dejándome ver la extensión de su brazo, repleto de tatuajes. Sin embargo, aún con toda esta tinta impregnada en su piel, las venas de su brazo sobresalían como nunca, mientras su gran mano se extendía sobre la superficie.

Mis ojos se quedaron fijos en la mano de Joshua, siguiendo el trazado de sus venas y el contorno de sus dedos. Apreté los labios, intentando apartar las imágenes que cruzaban por mi mente, pero cada segundo junto a él hacía que fuera más difícil mantener la compostura. Estaba claro que esa ducha había tenido un efecto revitalizante, porque se veía más fresco, más vivo... más todo. Me mordí el labio inferior y aparté la vista, intentando enfocarme en la salsa de Hugh.

—No sé a qué estás jugando —comenzó Joshua, su voz baja y cargada de una tensión que me hizo estremecer—, pero no pienso seguirte el rollo.

—¿De qué estás hablando? —respondí, manteniendo mi vista en la salsa de Hugh, como si fuera lo más interesante del mundo en ese momento.

—No te hagas la tonta —insistió, dando un paso más cerca, tanto que pude sentir el calor de su cuerpo a mi lado. Mis músculos se tensaron, pero seguí evitando su mirada, concentrada en no darle la satisfacción de verme afectada.

—¿Yo? Por favor —solté, intentando sonar desinteresada, aunque sabía que el tono sarcástico en mi voz podía delatarme.

Joshua se inclinó un poco, acercándose más, lo suficiente como para que su aliento rozara mi cuello. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, y maldije internamente la reacción involuntaria de mi cuerpo.

TAN ROTOS COMO EL OCÉANO •2• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora