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Había pasado tiempo desde que Robin había recorrido las calles de la ciudad que le habían arrebatado a sus padres, así como también, le había dado un nuevo comienzo al lado del millonario Bruce Wayne, que resultó ser, el conocido caballero de la noche. Richard Grayson, desde que era solo un niño, pensó y soñó con pertenecer al circo por el resto de su vida. Seguir el legado que su padre le había dejado y pasar sus días volando sobre metros de altura haciendo increíbles trucos en el aire. El trapecio era su vida. ¿Quién hubiera imaginado que su destino sí estaría en los aires, pero no en el circo, sino balanceándose de un edificio a otro por la noche, en un traje rojo, amarillo y verde?. Él jamás lo hubiera creído si se lo decían. Nada más alejado de sus raíces que combatir criminales bajo la tutela de Batman, arriegando su vida y seres queridos, para proteger a otros. ¿Extrañaba el circo?, sí. ¿Se arrepentía de su nuevo rol?, jamás. Dick, como lo llamaban sus amigos y hermanos, disfrutaba mucho ayudar a otros, protegerlos de un destino similar al suyo. Porqué aunque no formaba sonrisas en las personas por sus perfectas acrobacias, lo hacía protegiendo sus vidas de los peores criminales. Y eso, es lo que más le llenaba el corazón de felicidad.

  Robin estaba orgulloso de ser un héroe en el que las personas pudieran confiar, siempre había tenido la confianza de que hacia un buen trabajo protegiendolas. Sin embargo, Bruce no opinaba lo mismo. Pensaba que aún era un niño jugando a ser héroe, cosa que lo molestaba mucho. Y como si eso fuera poco, no compartía su misma ideología con respecto a los criminales. No mataba pero tampoco tenía piedad. Cada día se volvía más violento con los criminales hasta el punto de volverse ciego y no parar sus golpes. Eso y el hecho de que nunca podía demostrarle que ya no era un niño lo que hizo que se alejara y formara su propio equipo. Los titanes. Juntos protegían la ciudad de Jump City y la pasaban bien juntos. Eran una verdadera familia. Una en la que estaba muy bien hasta el día que llamó Alfred, el mayordomo y el que Dick amaba y respetaba como a un padre, para pedirle de favor que volviera a la mansión Wayne por un tiempo, que visitara a su padre y pasara tiempo con él. Dick no estaba para nada feliz con aquella petición pero, luego de que le explicara que Bruce no estaba bien y necesitaba distraerse de su trabajo de ser Batman sumado al recordatorio de que eran la única familia del otro lo que terminó por convencerlo, y aunque se abstuvo de contradecirlo sobre eso último y decirle que su familia ahora eran los titanes, sí le advirtió que no funcionaría. Cuando se trataba de la relación de ambos, solo Dick ponía de su parte mientras que Bruce solo se dedicaba a ignorarlo. Alfred le respondió que esta vez sería distinto. El pelinegro dudó mucho aquella afirmación, pero no dijo nada.

Richard se mudó dos días después a la mansión Wayne y fue cálidamente recibido por Alfred, pero tuvo una bienvenida fría de parte del murciélago, mismo que no perdía oportunidad de insinuar que no podía con el papel de héroe. Dick lo soportaba en silencio, y por Alfred, intentó restaurar esa relación padre e hijo que se había roto en el pasado, pero Bruce no lo dejaba. Siempre buscaba excusas para no pasar tiempo con él, o era una misión de la liga o era un criminal importante. Pero nunca tenía tiempo para su hijo. Dick estaba tan molesto como decepcionado, porque aunque no lo exteriorizara le dolía la indiferencia de su padre. Ya no sabía que más hacer. Alfred vio el conflicto interno de su pequeño amo y decidió intervenir. Por eso cuando Batman recibió la llamada del oficial James Gordon avisando de una actividad sospechosa en la calle Sylvan Terrace, adrede se lo mencionó a Dick para que lo acompañara como Robin. Bruce no tuvo más remedio que aceptar y llevarlo con él. Y eso nos trae nuevamente al presente con Dick Grayson balanceándose una vez más por los edificios de Gótica al lado de su padre y mentor Batman.

Ambos habían saltado varios edificios hasta llegar a uno que quedaba justo en frente al bar que varios villanos conocidos e igualmente peligrosos entraban con una invitación y una contraseña. Bruce le dijo que todos y cada uno de los invitados que entró en el bar eran de los criminales más peligrosos, y si estaban juntos, nada bueno podía salir de eso. Se quedaron observando durante largo rato pero era inútil. Necesitaban entrar si querían obtener más información. Sin embargo, por muy hábiles y fuertes que fueran juntos, no podrían con cientos de criminales sanguinarios reunidos en un mismo lugar. No podrían averiguar nada esa noche. Debían esperar. Dick dijo que podrían buscar otra forma de entrar, pero Bruce se lo prohibió y luego desapareció sin darle oportunidad de protestar.

Una noche más (Sladin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora