Purgatorio

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La lluvia ha vuelto a hacer acto de presencia y no me deja dormir. A mi lado, Erwin no deja de dar vueltas en la cama. Esta noche parece decidida a remover todos mis demonios pero las pesadillas no quieren conformarse sólo con mi compañía. Los arañazos marcan mis muñecas y aún escuecen cuando hago el más mínimo gesto. Me siento un impostor en mi propio cuerpo y ni siquiera sé quién soy. Al cerrar los ojos sólo veo los cuerpos despedazados de Furlan e Isabel; la lluvia convirtiéndolo todo en un lodazal. Quizá en realidad morí aquel día y toda mi vida no es más que el sueño enloquecido de un demente. Soy incapaz de dejar de sentir el tacto frío del acero rasgando mis muñecas.


Mis pasos apenas resuenan al tocar el suelo. El reloj parece estar tocando una letanía de muerte cuando avanzo entre sombras hasta la cocina. Mis uñas se clavan en la piel ya maltratada intentando borrar la sensación de la sangre deslizándose por mis antebrazos. No es real. No soy capaz de arrancar el pensamiento de mi cabeza. El cuchillo se siente liviano contra la palma de mi mano. Sólo quiero dormir. Acallar el ruido en mi cabeza. Las paredes blancas se abalanzan sobre mí. Todos están muertos y es por mi culpa. ¿Por qué yo no estoy muerto? Debería estar muerto.


La sangre gotea dejando un charco en el suelo. El cuchillo golpea el suelo. Tengo la impresión de estar muy lejos. Las paredes blancas se alzan a mi alrededor. Erwin no debería estar condenado a este infierno. Ni siquiera soy capaz de llorar. El color de la sangre es fascinante. Puedo notar su sabor en el paladar.

–¡Levi! ¡Mierda! ¡Levi!

Las manos de Erwin arden contra mis muñecas. Me dejo arrastrar como un muñeco de trapo hasta la encimera. Las gotas caen dibujando un camino de rosas. Son bonitas contra el suelo de mármol.

–No puedes seguir haciéndome esto. No

Apenas soy capaz de prestar atención al ruido de cajones abriéndose y cerrándose ni al tacto de los trapos presionando la herida.


Aún estoy temblando cuando Erwin nos atrinchera en un rincón del sofá, el Hércules de Disney haciendo ruido de fondo.

–¿Alguna vez te he contado por qué es mi peli favorita? –murmuro sin apenas atreverme a mirarlo a la cara.

–¿En serio? ¿Es tu peli favorita? ¿Al fin lo reconoces? –Intenta sonar tranquilo pero al mirarlo de reojo, le brillan los ojos con las lágrimas contenidas y le tiembla el labio.

–Tch. ¿Quieres saberlo o no? –Su mano coge la mía con fuerza y me invita a seguir hablando. La tensión casi parece irrespirable–. Hércules fue la última peli que mi madre me llevó a ver al cine antes de que muriera–. La muerte parece seguirme a todas partes. Todos a mi alrededor mueren y al final soy el único que sigue en pie–. Si decidieras marcharte lo entendería. No

–Mientras me quieras aquí no voy a ir a ninguna parte. –Un abismo parece haberse abierto entre nosotros cuando clava sus pies en el suelo con la mirada perdida en el infinito. Su rostro parece el de un preso listo para sentencia, seguro de que su vida pende de un hilo–. Las cosas esta vez iban a ser diferentes. Tendría que habértelo contado mucho antes pero no quería volver a perderte.

El tiempo parece detenerse cuando sus ojos casi cristalinos observan inquisitivos cada rincón de mi rostro buscando los retazos de alguien que ya no existe. La culpa que siempre lo ha perseguido y que nunca he sido capaz de entender parece querer devorarlo por completo.

–Te estuve esperando durante mucho tiempo. –Sus palabras son apenas un susurro–. Mike, Nanaba, Hange. Uno tras otro todos acabamos en aquel limbo en el que todo cambia con sólo un pensamiento. Sólo un instante es suficiente para que la planicie más llana acabe siendo una montaña en ese lugar sin tiempo.

Chains of the pastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora