No recuerdo haberme quedado dormido pero Erwin me ha contestado cuando cojo el teléfono de encima de la almohada. El mensaje es escueto, un simple "yo también te quiero", pero consigue hacerme sonreír. Parece que al fin la lluvia ha dejado de caer incesante pero salir de la cama parece una tarea inconmensurable. A veces me pregunto cómo conseguía dejarme arrastrar de un día al siguiente cuando todo parecía limitarse a sobrevivir un día más. Es imposible llamar "vida" a los años antes de volver a encontrarme con Erwin. Esos años no eran más que una batalla constante contra mis propios pensamientos, contra la miseria que quería engullirnos y las envidias de aquellos pisoteados bajo el apellido Ackerman.
Supongo que de alguna manera, mi vida empezó en un antro en uno de los peores barrios de Liberio, con el yeso de las paredes desconchadas y donde el olor a cerrado conseguía hacerme achinar los ojos. Incluso con las ventanas abiertas, el calor era insoportable dentro de aquel cuchitril. Erwin apenas había abierto la puerta cuando Kenny lo apartó con un manotazo y entró en el apartamento. Parecía confundido, pero me hizo un gesto invitándome a pasar y cerró la puerta tras de mí.
Hacía tiempo que no me sentía tan fuera de lugar, de pie en medio de aquel comedor. La impresión de no saber qué coño estaba haciendo allí tras la ansiedad de los últimos días sólo conseguía ponerme aún más nervioso. Erwin se me acercó despacio, sin huevos siquiera de mirarme a la cara, y apartó la aguja del vinilo que aún giraba en el tocadiscos justo a mi lado. No pude evitar chasquear la lengua, irritado cuando se hizo el silencio.
–Mike, el Carnicero. Un nombre interesante. –Kenny se sentó en el sofá destartalado, estirando las piernas sobre la mesilla hecha de palés–. O debería decir, Erwin Smith.
Kenny parecía estar pasándoselo bien. Apoltronado, cogió una de las cervezas abiertas sobre la mesilla y pegó un trago.
No pude evitar clavar la mirada en Erwin cuando oyó su auténtico nombre en los labios de mi tío. La tensión transpiraba por cada uno de sus poros. Era imposible que esperara que Kenny supiera como se llamaba en realidad. En ese momento, su mente tenía que ser un hormiguero, valorando posibles escenarios e intentando anticipar su siguiente movimiento sabiendo que cualquier paso en falso podía ser mortal.
–Argh. –Kenny se secó la boca con la manga de su americana– ¿Tan mal te pagan que no puedes permitirte ni comprar algo que no sepa a meados?
–No esperaba invitados –Erwin contestó. La tirantez podía respirarse en cada palabra–. Siento que el servicio no sea de su gusto.
Tuve que esconder una media sonrisa al ver el rostro de mi tío. No era habitual que la gente le contestara, y aún menos, que alguien decidiera ir de listillo. Lo primero que pensé fue que ese tío me caía bien. Es irónico. La primera vez que Levi lo vio, lo único que quería era borrarle esa puta sonrisa de la boca. Supongo que no hubiese sido tan diferente si no hubiese sido Kenny la víctima del sarcasmo de Erwin.
–No vayas de gracioso conmigo, me da igual quién seas. –Kenny sacó su navaja favorita de dentro de la americana y empezó a jugar con ella–. Uri dice que has aceptado mi trato. ¿Por qué?
No pude evitar fruncir el ceño al oír la palabra trato. Kenny estaba nervioso, por mucho que intentara ocultarlo. Lo había estado desde la muerte de Reiss, pero yo no acababa de entender el por qué. Por más vueltas que le diera, no era como si Kenny tuviera algo que temer de un hombre como Mike "El Carnicero".
Todo el mundo en el barrio conocía a Mike. Su fama era la de ser un tío taciturno y algo rarito. El Carnicero había hecho trabajitos para todo aquel que era alguien en el barrio. Su reputación decía que era capaz de hacer desaparecer cualquier problema. No le importaba con quién trabajar mientras le pagaran lo que pedía por sus servicios. No era la primera vez que Kenny lo usaba cuando alguna disputa se le había acabado yendo de las manos.
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Chains of the past
Fiksi PenggemarLevi Ackerman murió en Liberio el año 859. Aún recuerdo cómo me temblaban las manos la primera vez que vi una fotografía de él tras la guerra. El ojo vacío, las dos cicatrices cruzando su rostro y partiéndole el labio. Y la silla. Levi odiaba esa si...